Destello Nocturno

Capítulo IV: Denrek Miller

«No existen héroes ni villanos, solo personas con distintos planes»

—Ben Urich.

🥀🥀🥀

La fría mañana llegó demasiado pronto, húmeda y absorbente. El sonido constante de la lluvia, que aún no ha dejado de cesar desde la madrugada, se mezcla con el crujir del fuego que nos otorga algo de calor entre aquel improvisado refugio que han construido para nosotros.

La cálida piel manchada que llevo puesta me cubre, me otorga la sensación de estar bajo la protección de algo que una vez estuvo a punto de destruirme.

La mañana continúa con tranquilidad, pero hay algo en el aire, un presagio que no consigo descifrar. Me deleito con el olor a tierra mojada que se mezcla con la humedad de las plantas. Aunque también existe una rara combinación con los cuerpos cercanos y el aroma extraño de los recipientes metálicos que nos entregan aquellos hombres vestidos de negro.

Lo abro con cautela, sintiendo el metal frío bajo mis dedos. Dentro, hay una especie de pasta blanca, grisácea y muy similar al vómito de las cabras. El hambre no me permite dudar, aunque la apariencia es desagradable, desprende un buen aroma. Lo pruebo y el sabor es sorprendente. Nada parecido a las comidas con las que solemos alimentarnos. Es denso, no tiene el amargo sabor de las raíces ni es difícil de ingerir como la carne de las bestias que solemos cazar. Tiene una extraña suavidad. Es lo más satisfactorio que he probado.

Mientras mastico, observo mi alrededor. Todos están igual de sorprendidos por el sabor de estos alimentos, los ancianos comen con mayor cautela.

Cuando estoy por terminar cada rastro del recipiente, el muchacho que nos habló anoche se acerca. Marco, si no recuerdo mal. Su rostro está más tranquilo, sin la tensión ni nostalgia que emanaba antes. Su mirada se posa en mí, en la piel que me envuelve y luego sonríe.

—Anoche no estaba tan seguro de preguntar, pero, ¿esa piel...la cazaste tú? —su voz es baja, como si no quisiera interrumpir el silencio que se ha formado alrededor.

O simplemente piensa que podría ofenderme con alguna de sus palabras, después de la broma que le jugué anoche. Lo miro fijamente y le respondo con un leve asentimiento.

Marco parpadea sorprendido, pero no lo suficiente como para mostrar incredulidad. A pesar de eso, el silencio se alarga, como si esperara algo más de mí. El relato de cómo obtuve mi posesión más valiosa.

Sin embargo, un grupo se acerca, hombres que nos habían estado observando a la distancia. Sus risas llenan el aire, sus voces burlonas y despectivas me provocan un malestar en el estómago.

—¿De verdad crees que una mujer puede cazar una hiena? —dice el más fornido, a primera vista parecía superarme toda una cabeza de altura.

—Eso no es posible —agrega otro de ellos, con una estúpida sonrisa.

—¿Sabes, hermosa? Las hienas devoran todo a su paso, son los únicos animales capaces de comerse hasta los huesos. Así que no te des una falsa victoria —sus palabras empiezan a irritar, hago lo posible por no acuchillarlo en este mismo momento. Volteó hacia Marco —. Ella sólo encontró esa piel, no seas tan ingenuo.

El muchacho parece intimidado, seguramente no es la primera vez que ese sujeto se mete en otros asuntos. Tampoco puedo culpar a Marco, es un hombre inmenso rodeado de dos seguidores casi tan grandes como él.

Respiro, lento y profundo. No quiero meter en problemas a Even, tampoco conocemos del todo a esas personas. No quiero permitir que continúen fastidiando de esa manera, pero es mejor ignorarlos y enfocarme en algo más.

Me pongo de pie, dispuesta a alejarme.

—Philip —súplica Marco, cuando el hombre grande da un paso hacia mí, extiende la mano hacia mi segunda piel.

La sangre me empieza a hervir. Sé su intención, y no puedo permitir que me arrebate algo que es parte de mi. En un movimiento rápido lo agarro por la muñeca y lo empujo hacia atrás de una patada, haciéndolo caer sobre sí. Los otros se lanzan hacia mí, intentando someterme con el peso de sus inmensos cuerpos mientras el sujeto tumbado empieza a incorporarse.

Mi respiración está lejos de ser calmada, se han atrevido a tocarme y solo puedo pensar en cómo insertarles la daga al costado de sus anchas gargantas.

—Una mujer muy salvaje —masculla, solo hace falta uno de ellos para retenerme, sujetarme por ambos brazos. Aunque, eso no impide que pueda usar las piernas, así que le lanzo una patada al que se me puso enfrente hasta darle un buen golpe en la parte baja.

Luego, tiro la cabeza hacia atrás hasta impactar con la mandíbula del que me sujeta, obligándolo a retroceder.

—Maldición —murmura cambiando el tono grave de su voz.

El tal Philip recupera un poco el aliento y se acerca con malas intenciones. Marco intenta interponerse, pero es empujado a un lado.

Lo espero con las dagas entre mis manos. Inspeccionando cada factor en mi contra, pero dispuesta a darles su merecido.

Es cuando se escuchan un par de pasos. Giro la vista a la derecha y mi corazón da un vuelco. Es él. El hombre de mirada azul que me rescató del acantilado.

Su figura aparece en medio del bosque a nuestra derecha, empapado por la lluvia, con el cabello oscuro pegado a su frente. Su rostro, enmarcado por el agua que aún caía, está completamente neutro. Toda su postura irradia autoridad. Incluso las personas que habían intentado acercarse para ayudar han quedado inmóviles.

—¿Qué está pasando aquí? —Su voz es grave, firme.

Continúa acercándose con pasos firmes. Observa al insolente que había empezado todo, con el rostro rojo. Luego, al otro sujeto conteniendo el sangrado de su nariz y boca. Por último, sus ojos se posan en mí, y por un momento, parece que sus labios quieren curvarse en una ligera expresión.

—Comandante Miller —musita el tercero que no recibió ningún daño —. Es una mujer salvaje.




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