«La vida es misterio; la luz ciega y la verdad inaccesible asombra»
—Rubén Darío.
🥀🥀🥀
Me escabullo entre los árboles, casi sin hacer ruido, moviéndome con cuidado para no alertar a nadie, especialmente a Even. Nunca me habría dejado acompañar a los hombres a mitad de la noche para armar el perímetro. Siempre prefiere arriesgarse él, aunque le he demostrado muchas veces que puedo cuidarme por mi cuenta, sigue sin confiar en mí. Después de todo, es mi hermano mayor.
En cierto modo, tiene razón. Soy la que menos confía en esos hombres, pero también tengo la inexplicable necesidad de seguir probando que puedo hacer las cosas. Mi curiosidad me impulsa, es como si, quedándome sintiera que me ahogo.
Entonces, decido seguirlos, manteniéndome lo suficientemente atrás para no ser vista, pero cerca como para no perderme de nada.
El aire es fresco, y el suelo cruje con cada paso. Los veo separarse para abarcar más área, todos llevan sus armas tan avanzadas que dudo que alguna bestia pueda sobrevivir a su ataque. Siguiendo al sexto hombre de mi lista para ser el traidor, observo algo en el suelo. Me detengo y con las puntas de mis dedos examino esas marcas: huellas. Son grandes, profundas, y no parecen ser de algún animal común.
Por la profundidad, podrían ser de una bestia pesada. Mi mente trabaja rápido, tratando de encontrar algún otro indicio, cuando, algo me interrumpe.
—¿Miras huellas ahora, mujer salvaje? —La voz de Philip me hace alzar la cabeza casi de inmediato.
Aparece en dirección a dónde van las marcas, seguido de sus dos amigos. Me levanto lentamente, sin mostrar ninguna emoción. Supongo que estos últimos días no intentaron nada ya que estuve al lado de Even, Marco o Dave. Ahora estoy sola, en medio del bosque nocturno. Philip, con su sonrisa arrogante, da un paso hacia mí.
—Tu único deber ahora es esperar a que los hombres hagan su trabajo —comenta con desdén —. Y no creas que hemos olvidado los problemas que causaste en tu primer día.
Siento mi propia tensión, pero no es por temor, sino por contención. No necesito pelear para demostrarles lo contrario, al menos puedo rescatar ese consejo de Even. Pero, es complicado al ver sus arrogantes rostros.
Uno de ellos se acerca rápidamente, intentando agarrarme por la muñeca. Lo evito con facilidad, soy más rápida que ellos y eso me permite deslizarme hacia un costado y usar su propio impulso para empujarlo al suelo. A la mierda la contención, les daré su merecido.
El otro, al ver lo sucedido, intenta atacarme con un puñetazo. Con un simple giro de mi cuerpo lo esquivo y le doy una patada en el abdomen, dejándolo sin aliento. Los hombres se vuelven a incorporar, atacando con más brutalidad.
Siento la sangre hervir en la mejilla donde impacta el codo de Philip mientras intento derribarlo. Entonces, preparo las dagas. Cuando se acerca e intenta darme una patada, lanzo el arma a su hombro derecho obligándolo a retroceder mientras agoniza de dolor. Me incorporo y hago un par de cortes en las extremidades de los otros dos, hasta hacerlos caer una vez más.
Philip se muestra molesto, ya se ha arrancado la daga de su hombro y un pequeño hilo de sangre se desliza por sus oscuras prendas. Pero no es idiota. En lugar de continuar atacando, retrocede unos pasos mirando a sus acompañantes intentando recuperarse.
—Maldita zorra —y con una sonrisa saca su letal arma y me apunta.
Con la punta de mis dedos, acaricio las dagas a los costados de mis caderas. Apunto visualmente a su garganta, esperando ser más rápida que él.
Es la sombra de un objeto a gran velocidad lo que atrapa la manga de su traje al árbol a su izquierda y lo obliga a soltar el arma. Un objeto metálico en forma de daga lo tiene atrapado al árbol. Denrek aparece en el umbral del otro extremo, con una postura rígida y mirada helada, mientras juega con otras dagas metálicas entre sus manos.
—Según el código de exploradores, reglón trescientos cuarenta y tres, se nos prohíbe emplear el armamento contra otros una vez las municiones comienzan a escasear... como es el caso en estos momentos —su voz calmada se contradice con esa letal mirada.
No necesita acercarse más para tener a todos intimidados. ¿Por qué siempre aparece en los peores momentos?
—Comandante...—Philip intenta dar una excusa.
Denrek levanta la mano, señalando hacia él y sus acompañantes con un gesto de autoridad.
—Lárguense de aquí antes de que decida aplicar el reglamento de castigo. —La amenaza es clara, no deja espacio para más palabras.
Los tres hombres, heridos, sin decir nada más se dan la vuelta y se marchan, evidentemente avergonzados. El silencio se apodera del entorno, él me mira, sus ojos tienen una profunda oscuridad resguardada en destellos azules. Recupera el arma que lanzó hacia la mano de Philip y la resguarda detrás de sus pantalones.
—Señorita motas, juraría que pudo haberlos matado —su tono es serio, por un momento parece fijarse en el daño de mi mejilla—. Lo pudo haber hecho con facilidad, no cabe duda. Es demasiado letal para dejarles unos simples rasguños.
Suspiro, tratando de buscar las palabras correctas. No me gusta hablar de esto, tampoco del como parece saber lo mucho que me he contenido para no arrancarles las extremidades con mis afiladas dagas. Lo que menos deseo es continuar metiéndome en problemas, nunca he empezado yo, pero siempre parece terminar de la misma manera.
—No quería hacerles demasiado daño—respondo con calma, manteniendo la mirada en la suya—. Aunque no me crea, lo que menos deseo es una guerra entre todos nosotros.
Su rostro inexpresivo parece meditar mis palabras. Su postura recta, siempre erguida, lo hace lucir aún más impotente. Quiero mirar hacia otro lado, quiero escapar de esa extraña sensación, pero no puedo. No quiero mostrarme intimidada ante él.
#25837 en Fantasía
#9958 en Personajes sobrenaturales
vampiros bruja y licantropos, misterio y suspenso, dolor y amor
Editado: 20.08.2025