«Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo»
— Oscar Wilde.
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La mañana después del enfrentamiento con los lupinos, el aire aún vibra con la tensión que provocó entre todos. Siento el cuerpo adolorido y me sigo preguntando si realmente valió la pena envolverme en este problema. Los enfermos todavía no han sanado, eso sin contar que cada vez hay menos municiones. Pero, lo que realmente alertó a todos fue cuando Jared Collins, el segundo al mando del escuadrón seis se acercó a Denrek para comentarle que Jayden Harris desapareció.
Dave comentó que no lo encontraron después de la guardia nocturna. No dejó señales de lucha, ni de sangre. Nada. Solo su incógnita ausencia.
Entonces, llegamos a la conclusión que se trataba del verdadero intruso.
"...muchos aseguran que cuando están a punto de ser descubierto, cambian de nuevo" Aún recuerdo las palabras de Malani.
Eso nos deja con dos teorías: realmente se fue, o que cambió de forma. Razón por la que Denrek y sus líderes de apoyo decidieron que era mejor comentarlo con todos, de esa manera, si había algo sospechoso, todos estaríamos atentos.
Tres días después, todavía siento las punzadas de las heridas. También tengo ciertos dolores en las costillas y algunas noches no puedo dormir por la fiebre.
—Será mejor que no te cubras tanto con esa piel, eso aumentará la temperatura —Ander, el muchacho que salvé hace tiempo, me ofrece un poco de agua. Se ha tomado muy enserio lo de devolverme el favor, gracias a eso Even puede tener una preocupación menos.
—Antes muerta. —No quiero ser dramática, pero la reconfortante y áspera piel manchada que me ha acompañado hasta ahora, es lo único que me mantiene consciente.
Ander hace un gesto de negación con su cabeza mientras sonríe. Ha crecido un poco desde el último ciclo lunar y ha demostrado grandes dotes para ser un curandero.
—La torre blanca —menciona mientras permanece con las rodillas cruzadas a mi derecha. Han detenido la marcha y empiezan a armar el nuevo campamento que podría durar un par de días, dependiendo de la condición de los demás —. Dicen que no nos faltará nada en ese lugar. Que enseñan a los fuertes a ser invencibles, o a los débiles como yo a ser más valientes.
—No eres débil —le corrijo. La vulnerabilidad que muestra me suele recordar a mi yo de pequeña, cuando me decidí a ser una cazadora.
—Sí, si lo soy. Pero, estoy tratando de mejorar, quizás si me entreno lo suficiente en ese lugar, pueda llegar a ser tan valiente como tú.
Siento un nudo en la garganta. Es la primera vez que alguien menciona querer ser como yo, y viniendo de un muchacho cuyos ojos se iluminan en determinación, es algo muy reconfortante.
—Bueno, espero que no planees seguir todos mis pasos —me incorporó, he estado demasiado tiempo recostada contra las cajas de armamentos —. No querrás terminar en este estado.
Le muestro mi brazo derecho, cuyo color ha pasado de ser un rojizo a un violeta intenso. Del dolor, ni hablar. Tuve que morder un trozo de madera para contener el dolor cuando los curanderos derramaron un líquido que creí derretiría toda mi piel.
—¿Sentiste miedo? —su pregunta es acompañada por esos brillantes ojos marrones —. Nunca he visto un lupino, pero dicen que son criaturas bestiales enviadas por el dios Kiran con el único propósito de causar caos y destrucción.
—Será mejor que no creas todo lo que el viejo Rami dice mientras agoniza de la enfermedad —le sugiero, aunque no se equivoca con esa descripción. Caóticos y destructivos. —. Pero sí, creí que no viviría para contarlo.
El sol se ha empezado a ocultar antes de lo que creí y la fría brisa es mi excusa para seguir aferrándome a la piel manchada. Ander, observa mi brazo herido con detenimiento, y cuando nuestra conversación está por continuar, una sombra familiar aparece ante nosotros. Caleh. Cubierto por la impecable piel de lobo gris, transmite un aire salvaje e impotente. Se acerca a pasos firmes y me lanza una abierta sonrisa después de verme de arriba abajo.
—¿Cómo te encuentras? —su tono es suave, marcando cada sílaba con firmeza. No puedo evitar sentir que hay algo fuera de lugar, siempre ha pasado de mí. Ni siquiera pudo voltear a verme en aquella cacería.
Respiro hondo.
—He estado peor. —Quizás él no lo recuerde, pero, hace cuatro otoños estuve a punto de morir por las heridas causadas por las hienas. Algo, que, por cierto, era parte de una prueba para formar parte de los cazadores.
Nunca llegó a visitarme después de eso, estuve casi una semana sanando mis heridas. En ese momento, él perdió más que mi admiración, perdió mi respeto.
Caleh no parece impresionado por mi respuesta, ni siquiera parece importarle. Da un paso más cerca, y su aroma a tierra y madera me envuelve por completo. En su rostro se dibuja una leve sonrisa, esa que siempre me convence de hacer cada prueba que amerita.
Acerca una mano y enreda algunos mechones de mi cabello.
—Ya no tendrás que preocuparte por seguir luchando cuando lleguemos a la torre. —Enarco una ceja sin entender el propósito de sus palabras. Está demasiado cerca, tanto que puedo notar cada cicatriz a lo largo de su garganta y en lo incipiente de su torso—. Será lo mejor, yo me encargaré de la caza y todo lo necesario. Tú... tu podrías encargarte de los críos.
Me quedo en silencio, incapaz de procesar lo que acaba de decir. ¿Qué demonios? Mis ojos buscan los suyos, el desdén y la incomodidad empieza a surgir de lo más profundo de mi pecho. Y no por el hecho que insinúe que puedo ser su esposa, sino porque piensa limitarme a quedarme, ocultando mi verdadera esencia de cazadora.
Por mucho tiempo admiré a Caleh. Lo encontraba muy atractivo y representaba la valentía que todo cazador aspiraba a tener, pero con sus palabras, acaba de enterrar lo último de respeto que le tenía. No lo entiendo, no puedo asimilar por completo que a pesar de todo lo que le he demostrado en cada prueba que impone para convertirme en cazadora, él quiera limitarme tanto. Nunca confiará en mis habilidades, nunca me verá más que una mujer cuidando críos.
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Editado: 20.08.2025