«Todos buscamos a alguien cuyos demonios se entiendan con los nuestros»
— Fiedrich Nietzsche.
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Julietta.
El nublado cielo opacado por las grisáceas nubes nos advertían de la tormenta que podría alcanzarnos en cualquier momento. La brisa ya nos dificultaba el paso, y al momento de escuchar el fuerte estruendo de las rocas caer desde lo alto de la montaña, todos volteamos.
Las personas atrapadas entre las rocas no pudieron hacer nada. Un fuerte grito nos alertó en busca de sobrevivientes y visualizamos a Mateo, quien había sido arrastrado casi al precipicio del acantilado y solo podía sostenerse de un mediano árbol que caería en cualquier momento.
Muchos no dudamos en ir a su rescate, hasta que una orden nos detuvo en seco.
—¡Nadie se acerque!
Su firme voz nos obligó a voltear a verlo, había retrocedido con un vehículo de dos ruedas para acercarse a los que pensábamos ayudar al agonizante hombre. Nadie entendía a lo que se refería, ¿acaso pensaba en abandonarlo?
La lluvia se intensificó y el viento enloqueció acorde a la situación. Evans se acercó a Miller para tratar de razonar.
—Está al borde de la muerte, no podemos dejarlo ahí—las determinantes palabras de Evans eran apoyadas por muchos, pero el escuadrón seis bajo las órdenes de Miller se habían posicionado para impedirnos el paso.
La mirada de ese hombre me indicaba que no haría nada respecto a la situación de Mateo, y solo fue confirmado con sus palabras.
—He dicho que nadie se acerque—musitó—. Debemos avanzar.
Los intensos ojos de Denrek Miller se encontraron con mi desafiante mirada. La lluvia había empapado por completo su oscura cabellera, varios mechones se adherían a la frente sobre sus oscuras y definidas cejas.
—Por favor, no podemos dejarlo así— Allek también intentó convencerlo.
Aunque en esa mirada nada indicaba que cambiaría de opinión. No esperé a que se apiadara mientras alguien estaba a punto de morir, me escabullí entre la barra que el escuadrón seis había formado hasta llegar a donde el hombre se aferraba al árbol por su vida. El suelo era inestable, pero me acerqué lo más que podía.
—Toma mi mano.
El hombre comenzó a forcejar por intentar alcanzarla de manera desesperada, y a su vez haciendo que el árbol se inclinada todavía más.
—Détente, tienes que acercarte despacio o el árbol caerá.
—No quiero morir.
La desesperación en sus palabras y en su mirada lo obligaba a ignorar mi comentario. La lluvia dificultaba nuestros esfuerzos por aferrarnos a lo estable, y cuando consiguió sujetar mi mano la estabilidad del árbol terminó arrastrándonos a ambos hacia el precipicio. El impacto en la cabeza de una rama me sumergió en una oscuridad que presentaba la muerte inminente en la que me había apresurado a llegar.
El silencio que me abrazaba fue usurpado por murmullos de diversas personas, aunque nunca llegué a reconocer una palabra entre las mencionadas. La lejanía solo presentaba poner una distancia entre esas miradas despectivas que brillaban como animales salvajes, y a su vez me sumergían entre la más profunda oscuridad.
Al elevar la mirada podía entender que una mujer me jalaba del brazo. Su castaño y largo cabello danzaba en ondas con el viento y pronto, aquella mirada marrón acompañado de una sonrisa musitó un:
—Será mejor que no volvamos en un tiempo, pequeña.
La luz comenzó a intensificarse hasta hacer desaparecer todo ese panorama. Lo primero en percibir fue un intenso dolor en la parte izquierda de la cabeza acompañado de una oscuridad opacada por el la luz que proporcionaba la antorcha a mi derecha.
—Jul, ¿cómo te sientes? —la preocupadiza mirada de Evans se interpuso entre el fuego.
Traté de incorporarme y no dudó en ayudarme con el trabajo. Percibí mejor los paños colocados en la herida de mi cabeza, además de un par de vendas cubriendo mi brazo derecho.
—¿Dónde estamos?
Quizás hubiera sido mejor otra pregunta, pero el entorno desconocido y el sonido opaco de la tormenta del exterior capturaron mi principal interés.
—Es una especie de refugio, llevamos mucho tiempo esperando a que pase la tormenta.
Los alrededores estaban construidos de madera, algunas otras partes formadas con rocas y barro. Nuevas inquietudes aparecieron y volteé a verlo nuevamente.
—¿Qué ha pasado?
Aquellos últimos recuerdos antes de perder el conocimiento empezaban a inquietar mi corazón. Evans dudó en responder, y eso solo me dio una mala señal.
—Creímos que te perderíamos, en verdad no sabes la angustia que sentimos en esos momentos—aunque no lo decía en un tono alto podía identificar el dolor en sus palabras—. Por suerte Miller alcanzó a sostenerte en el momento exacto. Por poco también era arrastrado con ustedes, pero llegamos para ayudarle.
No sabía si sorprenderme por estar con vida o que la razón de serlo fuera Miller una vez más. Pero habían otras cosas que necesitaba saber.
—¿Mateo está bien? —indagué.
El cambio en su expresión me hizo contener el aliento.
—Te ha soltado poco antes de que llegásemos a ayudar a Miller—el nudo en mi garganta me impidió musitar algo al respecto—. Creemos que no pudo resistir, o lo ha hecho para salvarte. Nunca lo sabremos.
La impotencia se apiadó de mí, podía sentir mis propias uñas encarnarse en las palmas y escuchaba repetirme constantemente que no pude salvarlo, había arriesgado la vida de Miller, Evans y todos los que se acercaron a ayudarme, y todo para nada.
—Has hecho lo que estaba a tu alcance, pero hay cosas que simplemente no se pueden evitar.
Marceline apareció para olvidarse de mis heridas y apretarme entre sus brazos.
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Editado: 07.12.2023