Destello Nocturno

Capítulo XIII: Refugio en la tormenta

«La mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es confiando»

Ernest Hemingway

🥀🥀🥀

Estoy caminando, no sé exactamente dónde, pero el aire transmite un sabor a recuerdos olvidados. Mi mano, pequeña, se entrelaza con la de alguien. Su tacto se siente cálido y familiar. El caminar es tranquilo, como si el tiempo se hubiera detenido para que podamos disfrutar de ese momento. El silencio acogedor empieza a ser usurpado por murmullos sin que logre identificar las palabras, es como estar a la lejanía mientras diversas miradas atraviesan nuestros costados.

Elevo la mirada y mis ojos se encuentran con ella. Su cabello castaño cae en ondas suaves que se mueven con el viento, como si cada hebra fuera una promesa de algo que no logro entender. Sus ojos, marrones y brillantes, me miran con dulzura, me transmiten una sensación de paz demasiado efímera. Su sonrisa es ligera, casi imperceptible, pero llena de significados que parecen estar reservados solo para mí.

Será mejor no volver por un tiempo, pequeña. —Su voz tiene una profunda tranquilidad y cada palabra queda flotando en el aire, vacías y llenas de peso. No sé si lo ha dicho como un consejo, una advertencia o quizás se refiere a una despedida, pero, algo dentro de mí indica que esas palabras cambiarán todo.

No puedo dejar de mirarla, tratando de absorber cada pedazo de ella como si fuera más que un fragmento perdido de algo que ya no puedo recuperar. En algún punto siento como su agarre se vuelve más agresivo, incluso desgarrador. El entorno se oscurece de golpe, hay lluvia y una caótica tormenta. El recuerdo es como un grito del alma, la furia del viento desordena todo a su paso. Un estruendo, dos estruendos y los truenos continúan retumbando en mis oídos, ensordecedor, como un eco de algo mucho más grande de lo que pueda imaginar.

Volteo, pero ya no es la cálida mirada de la mujer, sino la desesperada mirada de Sage al borde de la muerte. Tiembla, como si supiera que el final se acerca. Otro trueno rompe el aire, y cuando suelta mi mano escucho mi propio grito rugir entre la tormenta. Todo tiembla, el mundo parece detenerse...y luego, todo se desvanece.

Despierto de golpe, con el cuerpo empapado de un frío sudor y el corazón palpita de manera incontrolable. Mientras la escasa luz empieza a intensificarse, percibo un agudo dolor en ambos brazos. Los recuerdos continúan borrosos, confusos, como si intentara escapar de mi mente. El aire huele a humedad, a madera y piedras mientras el sonido de la tormenta continúa presente, aunque algo distante. Veo un techo bajo, robusto, hecho de vigas de madera que crujen con la ráfaga de viento. A mi alrededor, las paredes de piedra se alzan como una muralla protectora, pero todo es demasiado ajeno, extraño.

—Julietta—La voz de mi madre, Malani, rompe el silencio. Me giro para verla a mi derecha, su rostro ha sido absorto por la preocupación, pero también por la calma que siempre emana en los momentos más difíciles.

Su mirada penetrante se posa en mí, en mis heridas y en mí evidente confusión. Sus manos, cálidas y huesudas, sostienen mi rostro. La enfermedad que la ha tenido decaída ha dejado sus rastros, pero es la primera vez en más de una semana que vuelvo a ver sus oscuros ojos.

A mi otro lado, Even se acerca, sus ojos están igual de inquietos.

—¿Cómo te sientes? —Pregunta con un tono bajo, cargado de incertidumbre y preocupación. Su presencia siempre me da seguridad, y ahora, en medio de esta niebla de confusión, es lo único que logra que me aferre a la realidad.

Trato de incorporarme lentamente, el dolor en mi cabeza me hace fruncir el ceño. Llevo una mano al lugar que lanza punzadas, un pequeño rastro de sangre a través de vendajes se adhiere a mis dedos.

—¿Qué...qué ha pasado? —Apenas logro murmurar, siento la garganta demasiado seca.

Malani parece comprender mi inquietud, me acerca un poco de agua en un cuenco para poder saciar esa resequedad. Acaricia mi cabello, con cuidado de no tocar la herida.

—Has estado inconsciente por dos días—me explica Malani, su suave voz está cargada de preocupación. —La tormenta...—hace una pausa, como si las palabras fueran difíciles de soltar—. Creí que te perderíamos.

El nudo en mi garganta ha vuelto. No me agrada escucharla al borde del llanto, ver sus ojos cargados de preocupación por mi causa. Volteo hacia Even, quién está mucho más silencioso que en otras ocasiones. Y no lo puedo culpar.

—Reconozco que, si no fuera por Miller, te habríamos perdido.

No es de sorprender que haya sido Denrek una vez más. Siempre aparece en mis peores momentos, como si tuviera una especie de radar para saber exactamente cuándo lo necesito. Es extraño...y, en cierto modo, inquietante. Como si estuviera destinado a estar ahí. Me sigo preguntando si es casualidad, pero después de tantas veces, no creo que lo sea.

—¿Sage...?—Ni siquiera puedo terminar la pregunta, pues mi mente vuelve a ese instante en que soltó mi mano, y me duele pensar que pude haber hecho más. Pude haber forzado mis últimas fuerzas para intentar sostenerlo por un poco más de tiempo.

—Te ha soltado poco después de que llegara Miller—El nudo pasa de la garganta a mi estómago—. Creemos que no pudo resistir, o lo ha hecho para salvarte.

Esa presión empieza a ahogarme, no puedo dejar de pensar en lo sucedido. Es como si todo fuera mi culpa, y de haber hecho las cosas de manera diferente quizás lo hubiera conseguido.

—Has hecho lo que estaba a tu alcance, pero hay cosas que simplemente no se pueden evitar —La apacible voz de Malani es acompañada por una suave caricia en mi mejilla, limpia mis lágrimas, esas saladas y pesadas lágrimas.

Ambos proceden a rodearme con sus brazos, veo mi brazo y las marcas que Sage dejó. La tormenta continúa afuera y trato de recomponer la postura. Me enfoco en nuestro entorno, el lugar no parece una cueva, es más elaborado.




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