«Aprender a confiar es una de las tareas más difíciles de la vida» —Isaac Watts.
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Julietta.
La oscuridad era cada vez mayor, y la lluvia parecía querer descender lanzando pequeños rastros. El frío se intensificaba, y aunque había una fogata a algunos pies de distancia, el calor no lograba abrazarme.
No podía frotar mis propias manos para intentar reconfortarlas, sentía como el líquido rojizo descendía de mi hombro hasta deslizarse por todo mi brazo derecho.
—No se ve bien—su voz era débil.
Por un momento había olvidado la situación en la que me encontraba, las cosas pasaron demasiado rápido. Por un momento había creído que sería mi salida, pero en un parpadeo todos empezaron a dispararle por la espalda. Aunque no parecía demasiado herido, soltó a Paul y les cortó la garganta a muchos otros. Los demás se detuvieron por temor al mismo destino, y cuando creí que se iría o continuaría con su extraño interrogatorio, no lo hizo.
Aquel momento había sido suficiente como para que Paul recuperara el arma y le disparara, entonces cayó. El hombre ordenó que lo retuvieran sin perder más tiempo, y ahí nos encontrábamos. Cada uno atado a un árbol. Hasta el momento había pensado que estaba muerto, llevábamos demasiado tiempo retenidos y recién acababa de despertar.
Denrek trató de liberarse, y cuando pensé que no tendría ningún problema para romper las cadenas, dejó de intentarlo. A diferencia mía, sus heridas habían dejado de sangrar, aunque su piel parecía palidecer. El sudor escurría por su frente y daba la sensación de estar agotado.
—¿Qué le ha disparado? —le pregunté refiriéndome al arma de Paul. No había mayor explicación, los demás disparos no le causaron ningún daño.
—Acónito.
—¿Acónito?
—Una hierba muy extraña, algunos mitos sugieren que mata a los hombres lobo—musitó despacio, estuve a punto de lanzar otra pregunta, pero se anticipó—. Aunque no es más que un alucinógeno.
Tenía demasiada curiosidad de cómo Paul sabía al respecto, aunque quizás conocía la respuesta relacionada con aquel misteriosos sujeto que le ordenó matar a Denrek.
El grupo alfa se preparó para pasar la noche, de vez en cuando dos hombres supervisaban que no intentáramos escapar.
Esperé ver a Allek y convencerle de que me ayudase, pero no había ningún rastro del muchacho. El tiempo empezaba a parecer eterno mientras sentía como perdía mis fuerzas.
—Muy oportuno su nuevo amigo—musitó—. ¿Acaso no la ayudará?
Algunas preguntas me surgieron, pero hice la menos sensata.
—¿Cómo lo sabe?
—Lo he percibido.
La corriente de inquietudes en fórmula de preguntas fue usurpada cuando Paul apareció, nos observó detenidamente, pero su atención recayó principalmente en Denrek.
—No debiste volver, pero me has facilitado las cosas—no había ninguna respuesta de la otra parte—. Pronto, me encargaré de ti y recuperaré a mi familia.
Los azules oculares de Denrek finalmente recayeron en Paul, pero solo formó una escalofriante sonrisa en sus labios.
—¿Qué es lo que te parece tan divertido?
—Puede que muera, pero eres demasiado ingenuo—su voz era cada vez más débil—. Si los vuelves a ver, será en el otro mundo.
Un golpe en el rostro por parte de Paul lo obligó a cerrar la boca.
—Disfruta tus últimos momentos, bestia.
Se marchó. Pensé en las palabras de Denrek y realmente no decía blasfemias. Paul no tenía ninguna seguridad de que su familia estuviese a salvo, aun así, lucharía por eso.
Observé los alrededores, aunque estuviera cerca, no sé si haría algo. Después de todo solo me necesitaba para ocupar mi mente al cerrar los ojos. Puede que morir fuera lo que la criatura estuvo buscando de mí desde un principio.
Cuando la luna estuvo en su punto más alto, Paul apareció. Sin mayores aclaraciones sacó una daga plateada y la incrustó en el corazón de Denrek. Sentí un terrible escalofrío al ver su cuerpo caer. Paul preparó un vehículo, solo le quedaría entregarlo y esperar a que le dieran a su familia con vida.
Mis posibilidades de sobrevivir eran nulas, aunque Paul no me matara, terminaría muriendo desangrada.
El hombre desató el cuerpo del árbol, y en un parpadeo Denrek regresó a la vida y lo tomó del cuello.
—Pero... ¿cómo es posible? —musitó—. Era de plata.
Una insinuante sonrisa se volvió a posar en los labios de Denrek.
—¿Quién ha dicho que soy licántropo?
La revelación fue impactante. Lanzó al hombre contra un árbol, me sorprendió que no le cortó la garganta, suponía que aún se encontraba vulnerable. Algunas cosas salieron diferentes a lo que había imaginado, pero no morir desangrada.
Una sombra cubrió la poca luz que poseía para observar entre tanta oscuridad. Mi vista se estaba cerrando, pero no quería apresurarme del todo a entrar en total tenebrosidad. Me esforcé por mantener los ojos abierto cuando sentí como hizo mi cabello hacia un lado, un par de esferas azules me observaban desde muy cerca, pero apenas tenía fuerzas suficientes como para intentar apartarle.
Descubrió la herida de mi hombro, el helado viento hizo que ardiera más. Pasó su pulgar por esta, sin importar la sangre o el infinito dolor que me causaba. Pero percibí como sacó la pequeña esfera que me habían disparado.
Sentí su cálido aliento y procedió a hacer algo inesperado. Lamió mi herida para después apartarse.
No lograba procesar lo que estaba sucediendo, pero después de un respiro el dolor empezó a cesar y sentí como recuperaba mis fuerzas.
—Haga lo que prefiera—musitó de pie a un lado, ya no estaba encadenada al árbol.
Desorientada, me puse de pie y comprobé la herida. No había más rastros del disparo, solo sangre que empezaba a secarse. Volteé para preguntarle lo que había hecho, pero los demás hombres del grupo alfa se percataron de la situación.
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Editado: 07.12.2023