Destello Nocturno

Capítulo XXIII

«La esperanza es ser capaz de ver que hay luz a pesar de toda la oscuridad» —Desmond Tutu. 
 


 

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Julietta.

La tormenta no parecía tener indicios de desaparecer, eso empezaba a alborotar el clima de tal manera que mis manos empezaban a congelarse, solo había una antorcha y no era suficiente. Observé los alrededores, desde esa torre de vigilancia se podía cubrir gran parte de los alrededores, aunque la oscuridad no contribuía lo suficiente.

Aún tenía en mente aquellos últimos momentos de Mateo, esa mirada tan desesperada que no pude salvar.

—Julietta.

Sentí un escalofrío, nunca me había llamado por mi nombre, usualmente mencionaba mi apellido o ni se dirigía a mí concretamente, eso me hizo voltear inmediatamente para confirmar si se trataba de él.

Me encontré con su fría mirada, quizás por la lluvia daba esa sensación, o por el color tan helado que se apoderaba de su iris.

—¿Qué sucede?

No estaba segura de cuánto tiempo habíamos permanecido en silencio, esperando a que el clima se tranquilizada mientras permanecíamos sumergidos en nuestros propios pensamientos.

Pero rompió esa tranquilidad y el aura volvió a ser un poco incómoda.

Cuando dimos la conversación por muerta, esperaba que se hubiera ido primero. Pero ninguno de los dos se movió, por supuesto la tormenta a nuestro alrededor sería la principal razón. Sin embargo, había evitado verlo a toda costa, tenía suficiente con mis pensamientos hirientes que me hacían recordar el suceso donde pude haber muerto.

La única diferencia de su estancia era que había vuelto a tomar asiento en aquella esquina, la más oscura de todas. Sus ojos resaltaban todavía más, hasta un punto parecía la mirada de un depredador asechando.

Le observé esperando a que hablara, pero pronto el incómodo silencio se adueñó y era demasiado para mí. Traté de descifrar algo en su mirada, pero no creí reconocer nada.

Sus labios se entreabrieron, pero solo me observó. Acaricié mis dedos y entonces desvió la mirada a la derecha, permitiéndome observar solo su perfil.

—¿Por qué cree que lo haría? —se dio cuenta que ignoraba a qué se refería y añadió: —. Hacerse pasar por humano.

Lo relacioné con Gale, a decir verdad, desde que lo descubrimos nunca meditamos en ese hecho.

—No lo sé. Quizás solo se divertía ocultándose en el rebaño.

Parecía demasiado atento a mis palabras.

—Entiendo, eso es lo que piensa ¿no? —asentí, aunque solo había respondido sin pensarlo demasiado—. Se puede decir que es lo más razonable, pensando en los motivos que pudo haber tenido. Aunque puede que se trate de una razón completamente diferente a lo que se piensa, quizás...algo de lo que no se puede escapar con facilidad.

Nunca lo había escuchado con tanto caos en mente, quizás por eso no entendía lo que hablaba. Solo me perdía con tantas palabras.

Quizás se refería a los instintos de esos animales, aunque era perturbador pensarlo de esa manera.

—¿A qué viene eso? —quizás debí empezar por ese punto, era la primera vez que hablábamos pacíficamente y el tema no era el más idóneo en ese momento.

—No importa, olvídelo.

Y de nuevo esa extraña atmósfera abrazada por el silencio, por momentos llegaba a ser incómodo, pero también asfixiante. Usurpó la tranquilidad de mis pensamientos con algo que no osaba en concluir.

La lluvia tampoco tenía indicios de terminar, de hecho, cada vez parecía empeorar. Pero me hacía recordar cuando, siendo una infante de unos ocho años, me escabullía para divertirme bajo la lluvia. Después enfermaba y Marceline pasaba noches de desvelo a mi lado.

Ya no podía darle más preocupaciones, no después de casi haber muerto. No podía permitirme tal acción sin medir las posibles consecuencias, algo de lo que debía estar más consciente. No sabía cuánto quedaba para llegar a la torre con el resto de la civilización y conseguir la seguridad que nos habían prometido.

—Si...si hubiera una oportunidad, una oportunidad de cambiar el estado actual de la humanidad.

Y lo hizo de nuevo, usurpó el caos en mi mente. Pero tampoco entendí el tono en que lo dijo, me tomó tiempo el poder procesar y responder sin titubeos.

—No habría razón para dudar, todo es mejor a esto.

En esa ocasión no dudé en verlo a los ojos, tenía una mirada curiosa y a la vez tan seria que no entendía nada de la situación.

—¿Aún con los riesgos que conlleve?

Asentí, no tenía idea del propósito de la conversación, quizás es lo que se conocía como algo normal y lo estaba sobrevalorando demasiado. A decir verdad, puede que se debiera a ser la conversación más larga, sin insultos, desafíos u otras cuestiones.

Pensé en aprovechar la oportunidad para lanzarle algunas preguntas, después de todo, no sabía cuándo volvería a surgir ese espacio. También intenté que se aliviara el ambiente como si me estuviese interrogando.

—¿Alguna vez ha sentido temor al enfrentar a esas bestias?

Pude haber hecho cualquier otra pregunta, pero era algo que irrazonablemente quería saber de él. Observé sus expresiones tratando de intuir si le molestó o sorprendió mi interrogante. Se tomó su tiempo antes de abrir los labios.

—Mucho más jóven, siendo un crío—respondió y pareció estar pensativo—. Pero, es algo normal siendo niños, ¿no lo cree?

—Probablemente.

Volteó a verme, hasta el momento había estado esquivando mi mirada.

—No suena muy acuerdo—y no se equivocaba.

No me agradó el que diera la vuelta al asunto, pues era mi turno de preguntar.

—No recuerdo muchas cosas desde pequeña, pero de alguna manera el temor nunca ha formado parte de mis reacciones cuando he visto a las bestias—mordí mi lengua, quizás estaba hablando demasiado, algo a lo que no estaba acostumbrada.

Nunca había hablado tanto de mí a alguien más, y eso dejaba una extraña sensación.




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