«La cara es el espejo de la mente, y los ojos sin hablar, confiesan los secretos del corazón »
— San Jerónimo.
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Cuando el sol se asoma más, detrás de la copa de los árboles, ya no me quedan más lágrimas. Solo el peso del cansancio, pegajoso en la piel, y una incomodidad que se siente más profunda que cualquier herida. Aquello no fue un llanto silencioso ni digno, fue desbordado, caótico, como resultado de haber guardado durante demasiado tiempo ese dolor por miedo a romperme. Pero, al final he llegado a lo mismo. Me rompí.
Ha salido a la superficie como una marea imparable, y lo peor es que me he derrumbado frente a Denrek.
Él no ha dicho nada, no desde que mi llanto empezó a calmarse mientras me rodeaba con sus brazos. No tuve las fuerzas para apartarme, y tampoco ahora. No mientras observo el cielo aclararse poco a poco, y la tierra aún conserva el frío de la noche. Su silencio se estira entre ambos, como una cuerda tensa, y no sé si cortarla o simplemente fingir que no está allí.
Siento el rocío húmedo de la hierba en donde estamos recostados, mientras aún siento el peso leve del dolor adherido a mi pecho. Mi cabeza descansa levemente sobre su hombro, y eso me permite sentir su tranquila respiración apenas rozando mi frente, porque la cabeza de hiena no cubre la mía.
Doy un respiro profundo. El aire huele a humedad, a rocío y a plantas. Alzo la mirada una vez más, y aunque el cielo está bien iluminado, lo veo. La luna llena cuelga sobre nosotros, como un ojo antiguo que todo lo ve. Puedo recordar los cuentos que escuchaba de los ancianos...sobre los lupinos. Esas criaturas que se transforman con la luna, siempre me dieron curiosidad.
Siento el calor de su respiración más firme, más consciente. Es una respiración sutil, pero lo bastante distinta como para saber que está despierto. Quizás lleva un rato así, quizás no se ha querido mover para no despertarme, no lo sé. Pienso en apartarme. Ya estoy más tranquila, ya no hay lágrimas ni excusas para no apartarlo. Y, sin embargo, no me muevo.
Puedo incorporarme, disculparme nuevamente y agradecerle por no haber soltado algún comentario sarcástico. Pero, no puedo moverme, las palabras no llegan, y su hombro...es tan reconfortante. Es demasiado diferente a otras veces que me he derrumbado. Even solía abrazarme demasiado, repitiendo una y otra vez que las cosas estarían mejor. Malani me acariciaba el cabello, cantando canciones para tranquilizarme. Pero él, hay algo demasiado agradable en su silencio que no me obliga a nada, no exige explicaciones y tampoco otorga vanas promesas.
En este momento no soy más la versión rota de anoche, pero, me permito quedarme un poco más. Solo un poco, dejando que esa cercanía me envuelva, aunque sea solo por ahora.
La luna sigue allí, redonda y callada.
—Hay luna llena—murmuro sintiendo cierto ardor en la garganta, necesito beber algo—. ¿Eso te obliga a transformarte?
Puedo ver de reojo como niega con la cabeza, despacio.
—Puedo mantenerme así—su voz es ronca, baja—. Es algo doloroso, pero he aprendido a manejarlo.
De alguna manera, el significado de sus palabras es abrumante. Por supuesto que no se transformaría estando frente a todo el escuadrón, pero, ¿en verdad es doloroso?
No sé cuánto tiempo pasa, pero el cielo empieza a encenderse con tonos suaves de ámbar, y la luna, que antes reinaba solitaria, se va desvaneciendo poco a poco, como un secreto que se guarda durante el mediodía. Mi cuerpo empieza a recordarme que he dormido mal. Hay un leve temblor que recorre mis músculos, se sienten entumecidos, como si hubiera envejecido una década durante la noche. Me muevo apenas y una punzada me recorre la espalda. Denrek también se ajusta ligeramente, como si la incomodidad lo hubiese alcanzado al mismo tiempo.
Supongo que ya no podemos quedarnos así.
Él se endereza con lentitud, estirando los brazos hacia el cielo como si desperezarse pudiera disipar el peso de lo que sucedió. Me incorporo levemente hasta quedar sentada mientras lo observo acomodarse el pedazo de tela que ha usado para cubrir la herida de su mano que sigue fresca. Está manchada de rojo oscuro y una punzada cruza mi pecho.
—Lo siento—repito, como lo he hecho desde anoche.
Él alza la mirada, sus labios se curvaban apenas, mientras su expresión parece suavizarse.
—Al menos he podido comprobar una vez más lo letal que puede ser con las dagas—su tono es ligero, como si quisiera espantar la culpa que siento con una broma—. Si le sirve de consuelo...aún tengo todas mis extremidades.
No puedo evitar sonreír, aunque es una sensación amarga y extraña, mis labios actúan por su cuenta.
Me incorporo por completo, sintiendo algunas hojas y ramas enredadas en mi cabello, pero no le doy importancia.
—A veces...todavía creo que todo esto es una pesadilla—pienso en voz alta.
Pero, es la verdad. Cada día sigo despertando esperando que nada de esto sea real, que al abrir los ojos pueda ver de nuevo los de Malani, los de Even. Pero no, cada vez que respiro, el frío de este nuevo mundo me llena los pulmones, y el peso del vacío se hace paso entre mi pecho.
Ya no tengo a nadie, solo sus recuerdos. Fragmentos de una vida que me fue arrancada sin aviso, y que ahora solo flotan en mi mente. Me he tratado de convencer de que, si descubro la verdad sobre mi pasado, si entiendo por qué sucedió todo...podré seguir adelante. Pero, en el fondo sé que este dolor no se irá jamás. Solo aprenderé a esconderlo mejor.
Siento la mirada de Denrek sobre mí, intensa, inconfundible. Esa forma en la que me observa y que me desconcierta, me revuelve. Ese toque salvaje en sus ojos, como algo que se enreda con lo que queda de mi cordura mientras me arrastra hacia un abismo extraño. Solo esa mirada crea un caos tan satisfactoriamente peligroso.
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Editado: 20.08.2025