Destello Nocturno

Capítulo XXVII

«Cuando se llega al límite de las cosas que nos hemos fijado, o incluso antes de llegar a ellas, podemos mirar hacia el infinito »  — Georg Chistoph Lichtenberg .
 


 

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Julietta.

Hay cosas de las cuales llegaré a arrepentirme de continuar con todo eso. Una especie de presentimiento inconstante, pero tampoco podría permitirme divagar entre la ignorancia durante más tiempo. Demasiadas cosas sin respuestas, nunca será una buena manera de vivir. En algunas ocasiones podría ser lo más sensato, pero nunca lo ideal. Mucho menos mí.

Pasaron algunos días desde que nos alejamos de aquellas buenas personas, el tiempo solía transcurrir dependiendo de la conversación y ni hablar del eterno cansancio. Por momentos el silencio pretendía apoderarse por completo durante varios días, tampoco era como si pudiéramos simplemente olvidar las cosas y empezar a empatizar entre nosotros.

Aunque suele ser quien hace el mayor intento para romper la silenciosa atmósfera.

—Por un momento, pareció como si intentara retar.

Parecía tener el don de escoger las palabras más complejas sin dar mayores explicaciones. No me molesté en responder, solo esperé a que continuase, como solía hacerlo.

Hizo un gesto con su cabeza y señaló hacia la derecha.

—Su amigo de sombras es todo un acosador—explicó.

Inconscientemente volteé hacia el lugar, aunque claramente no pude divisar nada.

—Debe estar irritado—imité sus incompletas frases, no tardó en elevar una ceja—. No se ha metido en mi cabeza en un buen tiempo.

—Suena algo aliviador—agregó—. Pronto, conseguirá lo que busca, señorita Jones.

Permanecí en silencio después de eso.

Para el atardecer, después de varios días en marcha, los indicios de la montaña parecían estar en mayor cercanía. Sin embargo, el sonido de un gruñido nos hizo detenernos. No tenía mayores armas que la daga que tomé en aquel momento. Me preparé para prevenir el posible ataque, sin embargo, la mano de Denrek se acercó hasta el arma haciéndola bajar mientras me indicaba de guardar silencio.

Entre algunos árboles, mientras el sol comenzaba a ocultarse, la silueta de una criatura de piel verde me hizo ignorar su petición y elevé el arma con firmeza. Denrek me intentó quitar la única defensa y solo consiguió una cortada en la palma.

—Maldición—musitó tratando de no elevar de más la voz.

La volcada de aire nos hizo voltear en aquella dirección. La criatura se acercó en dirección a la nuestra. Antes de prepararme para atacar, Denrek me sujeto y nos elevó hasta una de las ramas más altas del árbol más cercano.

Me sujeté al tronco intentando mantener el equilibrio en una superficie un tanto inestable.

Otro gruñido proveniente de lo más bajo, no solté el arma. Esperé algún movimiento para lanzarlo a esa enorme cabeza que parecía estar buscándonos.

—Mantenga la calma—me pidió en voz baja, sujetando mi mano con el arma—. Solo observe.

Señaló con un gesto hacia abajo, aunque la vista era usurpada por algunas ramas, pude apreciar el momento en que una criatura mucho más pequeña se acercó a la enorme bestia. La mayor lo tomó entre sus brazos y lo colocó sobre su espalda antes de proceder a alejarse sin más gruñidos.

—No es un peligro—musitó una vez la distancia entre aquellas criaturas y nosotros fue evidente—. Solo buscaba a su cría.

El líquido rojizo de su palma se deslizó por mi muñeca, manchando gran parte del brazo. Relajé la mano tensa con la que sostenía el arma, y él me soltó.

Entre la oscuridad, el fuego llegaba a aliviar un poco el clima que ofrecía la naturaleza. Continuaba pensando en aquella bestia, tan intimidante de apariencia y de agresión que en muchas ocasiones había enfrentado. Y al tomar a esa pequeña criatura, sus enormes manos cubiertas de suciedad no le hicieron ningún daño.

—Parece pensativa.

Lo observé a través del fuego.

—¿Cómo supo que no nos atacaría?

—Es el llamado que hacen cuando buscan alguno de los suyos—le escuché con atención—. Además, no suelen atacar al menos que se sientan amenazados.

—¿Una mitad Rougarou y una humana no son una amenaza?

—Solo si no nos percibía—respondió—. Suelen tener mala vista a distancia.

El ser criada por los nómadas me había impedido ver esa parte, que las criaturas también podrían sentirse amenazadas. Si era el caso de los pieles verdes, quizás lo era también en otras especies.

Había pensado muchas veces en aquel suceso que enlazo nuestros caminos, la mirada del moribundo que nos hizo encontrarnos con el escuadrón seis.

—¿Qué sucedió con aquel hombre? —indagué después de un largo silencio—. Even, y el escuadrón que fue devastado.

Su mirada parecía la de un depredador en medio de la noche, la misma mirada que aquel hombre había descrito cuando nos encontró.

—Se acercaron peligrosamente en donde yacían las crías de la manada —comentó—. No espero que entienda la vulnerabilidad expuesta en aquel momento.

Aunque no debería compadecerme, lo hice. Solo pensé en lo que nosotros hubiéramos hecho si otras criaturas se acercaban a los infantes, el daño que también hubiésemos causado.

Lo vi limpiar con su pulgar la sangre de la palma de su propia mano. Por primera vez me acerqué a él una vez el sol había caído. No le mencioné ninguna palabra, solo le pedí su mano.

No tardó demasiado en hacer caso a mi silenciosa petición. Hubo una mezcla en las temperaturas, era muy cálida a pesar de ser una helada noche. La herida continuaba sangrando, aún teniendo dudas al respecto, acaricié la piel herida con mis propios dedos.

Lo percibí tragar e intuí que no dejaba de ser un gesto doloroso. Solo basto un parpadeo para que la cortada desapareciera.

Pensé en la bruja, cuya apariencia y detalles seguía desconociendo. Solo esperaba que otorgara respuestas a las diversas inquietudes. Después de todo, nunca había tenido una capacidad sanadora como esa. Hacer desaparecer las heridas, mucho menos las de un ser de linaje inhumano como Denrek.




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