Destello Nocturno

Capítulo XXIX: El precio del retorno

«Quizás primero debes conocer la oscuridad para poder apreciar la luz» — Madeline L'Engle.

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Nunca creí que irnos sin decir adiós dolería tanto. Todos continúan dormidos, atrapados en un profundo sueño. Apenas se escucha el murmullo de los insectos nocturnos, clavados como espinas haciendo eco entre la cueva y sus alrededores. Mientras caminamos entre las sombras, entre las personas, siento que cada paso es como una traición. Nos han salvado, nos han dedicado tiempo para que nos recuperemos y nos iremos sin darles alguna explicación.

Veo a Harley, su rizado cabello dorado que brilla como el trigo al sol se encuentra extendido bajo sus brazos. La forma en que nos cuidó, compartió comida y algunas historias para aliviar el ambiente…me regaló algo que nunca podré olvidar, su genuina y desinteresada compañía. Quizás la encuentre si decido regresar a la Torre Blanca cuando todo esto termine.

—¿Estás segura? —la voz de Denrek es baja, se ha detenido cerca del cuerpo de aquel lupino. Un lupino que quizás conocía, pero prefiero no saber quién era. Ya que, le he quitado la vida.

Denrek me observa, sus ojos son serios y pacientes. Trago saliva y por un segundo dudo en si estoy tomando la mejor decisión. Sé que cree que lo mejor para mí es quedarme con estas personas para ir a una vida más segura en la Torre Blanca, pero, no lo haré. Al menos no ahora.

—Sí—susurro tomando algunas armas y recuperando solo dos de las dagas de plata que él me regaló hace tiempo.

Y así, sin mirar atrás, nos alejamos de aquellas personas. El aire frío se mezcla con el olor a tierra y el rocío que anuncia el pronto amanecer. Puedo ver a lo lejos como el cielo empieza a teñirse de rosa y dorado.

Nos dedicamos a caminar en silencio durante un buen rato, hasta que el sol se empieza a asomar tímidamente por el horizonte.

—¿Por qué no te reconocieron? —no puedo evitar hacer la pregunta que me ha dado vueltas desde la noche en que desperté. La mujer Bethany dijo que le resultaba familiar, pero nadie más dijo algo respecto a Denrek.

Volteo para ver el perfil de su rostro iluminado por la primera luz del día. Él me voltea a ver, sin que detengamos nuestros pasos. Frunce los labios.

—Aunque todos servimos a la Torre Blanca, las divisiones no se mezclan mucho. Cada quien entrena, vive y muere en su propio mundo—la luz es cada vez más notoria, lo que me permite visualizar mejor cada detalle de su rostro—. Es más fácil controlar el conocimiento cuando está fragmentado.

—¿A qué te refieres con eso?

—Tener a más de un millón doscientas mil personas resguardadas entre las murallas da lugar a muchos conflictos, y la mejor forma de mantener el orden es haciéndoles creer que cada uno aporta en algo significativo para la supervivencia—añade—. Entonces, al pertenecer a una división es como aislarse del resto de la población, y solo están enfocados en contribuir. Además, los exploradores pasamos poco tiempo dentro de la torre.

Asiento, aún sin creer la cantidad de personas que permanecen resguardadas dentro de la famosa Torre Blanca. Debe ser un enorme lugar.

—¿Y cómo encontraremos a las brujas? —le pregunto, apretando el paso para no quedarme atrás.

Denrek vuelve a girar el rostro hacia mí, sus ojos brillan bajo los rayos de sol que atraviesan las copas de los árboles.

—Debemos encontrar el bosque de la desolación. Es el centro del mundo, o al menos lo fue alguna vez. Allí viven las criaturas más peligrosas de esta tierra—hace una pausa—. Y no hablo de los rougarous o los strigoi.

—¿Strigoi? —repito sintiendo un escalofrío.

—Son los principales enemigos de los rougarou—su mirada está fija en el horizonte, pero voltea a verme de vez en cuando—. Se cree que ambas especies fueron creadas al mismo tiempo, hace miles de años, como almas opuestas. Mientras los rougarous evolucionaron hacia una conexión más salvaje con la tierra y la luna, los strigoi siempre han preferido mantenerse cerca de los humanos. Les gusta disfrazarse, seducirlos. Aunque claro, su principal propósito es alimentarse ya que su energía proviene de la sangre humana. De ahí el apodo de “chupasangre”, pero la verdad es que son mucho peores que cualquier cuento de terror—hace una pausa, como si recordara algo desagradable—. Aunque la mayoría son consumidos por el hambre y la oscuridad, como los licántropos. No todos son tan fuertes.

Me quedo en silencio, trago saliva. Es mucho más sencillo temer a un monstruo cuando se ve como un monstruo. Pero los strigoi, pueden tener la forma de un humano, como Denrek. Quizás estamos tan acostumbrados a verlos como realmente son que nunca nos pusimos a analizar si alguna vez eran capaz de mezclarse entre nosotros.

—No tenemos que preocuparnos por ellos, las brujas los detestan—menciona con voz tranquila como si hablara del clima—. Por eso siempre están en extremos opuestos. No solo físicamente…también en todo lo demás.

Lo miro de reojo, apreciando su perfil que se recorta con la suavidad de los rayos del sol. Siempre parece haber algo críptico en sus palabras, como si nunca dijera todo de una vez.

—¿Todo ese desprecio tiene una historia?

La curva en la comisura de sus labios aparece.

—Dicen que el primero de todos, el original strigoi, traicionó a su amada bruja. Se fue con otra criatura, no se sabe bien cuál. Pero desde aquel momento, las brujas los sentenciaron si se aparecía cerca de sus territorios.

Guardo silencio. Aún me resulta difícil imaginar que todo tiene tanta historia, y por algo tan complejo como el amor profundamente traicionado.

—¿Son más peligrosas que los strigoi?

Se toma un tiempo antes de responder, como si intentara poner en palabras algo que ni él termina de entender.

—Poderosas—corrige—. Son raras y escasas. Cuando el caos cayó sobre el mundo, eligieron desaparecer. Ocultarse en el Bosque de la Desolación, lejos de todo y de todos. Y quizás hay una buena razón por la que no todos se atreven a buscarlas en su propio exilio—el sol ya ha salido por completo y con ello, las aves del bosque que cantan sobre la copa de los árboles—.Así que no debemos preocuparnos por que un chupasangre se aparezca en ese bosque, al menos será un peligro menos que enfrentar.




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