«¿Y cómo pueden los muertos estar realmente muertos si siguen viviendo en el alma de aquellos que dejaron detrás» —Carson McCullers.
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Julietta.
Los destellos del ardiente fuego destruyendo los escombros de lo que fue una hermosa casa en medio del bosque. Gritos de niños, mujeres y hombres resonando a través del viento, acompañado de la primera nevada de la estación. El mismo fuego que no había dejado nada a su paso empezó a disminuir lo necesario para iluminar el lugar cambiando totalmente el entorno al de una cueva.
El grito de otra mujer cargado de dolor atravesó las rocosas paredes que apenas eran iluminadas por la inmensa luna llena. Había algo diferente, pero al abrir los ojos, el techo de madera y un dulce aroma me envolvieron.
—Credidi in aeternum—la misma cantarina voz que había escuchado antes de perder el conocimiento provino del costado izquierdo.
Unos ojos verdosos, acompañada de la apariencia madura de una mujer, fue con quién crucé la mirada. La curva inclinada de sus labios me mostraron una pequeña sonrisa antes de indicarme con un gesto a que me incorporase de lo que parecía un lecho cubierto de pieles.
Sin indicios de saber lo que pretendía esa mujer, solo pude obedecer y observar a los alrededores. Pareció entender lo que buscaba.
—Lo dejaré descansar un poco más—su manera de hablar era tan calmada, acompañada de un timbre un poco grave—. Tienes una mente en caos, Julietta Jones.
La incertidumbre que provocaron sus palabras era tan solo una parte de lo que me envolvía. Era como haber dejado al descubierto algo propio que nadie ajeno podría haber sabido. Aunque eran solo palabras, tenía la sensación de que realmente sabía del caos por el que me había despertado.
Me enfoqué en los detalles del lugar, todo generaba un ambiente antiguo con objetos irreconocibles. Había variedad de plantas en pequeños frascos sobre cajas de madera colgadas en las paredes. Un poco de fuego generaba aquella calidez y el dulce aroma que había percibido antes, inundaba todo el lugar.
—Nadie pensaría que una mente tan exuberante la llevaría alguien tan silenciosa.
Seguía sin comprender la situación, los propósitos de esa mujer. Estaba lejos de procesar lo que había ocurrido antes de cerrar los ojos. Lo intenté. Pensé en aquellas criaturas de barro que casi acabaron con nuestras vidas, las luciérnagas brindándome su poder y la voz pronunciando palabras que no comprendí.
La observé a los ojos esperando descifrar algún indicio de sus intenciones, pero solo elevó una ceja.
—Usted controlaba a esas cosas—afirmé uniendo los detalles.
—Mis hermosos golems solo cumplían su propósito—explicó sin negar mi suposición—. Nunca esperé tener unos intrusos tan recónditos. Y tener poco más de un siglo de vida da lugar a ver muchas cosas.
El silencio podría ser incómodo para la mayoría, pero solo me dio lugar a procesar cada palabra que salió de su boca. Aunque habían cosas que aún debía asegurar antes de continuar envuelta en esa potente presencia.
—Necesito verlo—insistí.
Había sido de mis primeros instintos al despertar. De nuevo curvó sus labios, se puso de pie y me indicó que la siguiera. El lugar era más amplio de lo que habría imaginado, contaba con dos largos pasillos y diversos caminos entre cada uno. Se adentró hacia la derecha y abrió una de las puertas sin hacer algún contacto.
La habitación que dio lugar me mostró otro lecho con pieles sobre el cual Denrek permanecía inconsciente. Me acerqué para comprobar su respiración y asegurarme de que no tuviera algunas otras heridas. Sus vestimentas estaban desgastadas, habían varios orificios, rastros de sangre y barro seco.
—Ha descansado lo suficiente—sugerí.
Podía entender que esa mujer le impedía despertar en esos momentos. Las plantas a su alrededor parecían retenerlo en ese estado.
—Podría decirse, querida—observó el cuerpo de Denrek, las plantas desaparecieron, pero algunas ramas comenzaron a retenerlo por las extremidades, volteé a verla inmediatamente—. Por precaución, no quiero que cambie a ese enorme rougarou cuadrúpedo.
No debatí al respecto. Aún recordaba lo alterado que había despertado la última vez. La mujer se acercó y sopló un polvo de entre sus manos. El silencio se apoderó por un tiempo y cuando dio un paso hacia atrás, Denrek abrió los ojos.
Trató de incorporarse con una respiración descontrolada, aunque las ramas le impidieron el gesto.
—Julietta—musitó con voz trémula una vez dio con mi mirada, luego la desvió hacia la mujer a mi lado—. La bruja.
La tonalidad arisca reflejó el cambio en cada palabra.
—Prefiero el término deidad mística, hada oscura o ninfa siniestra—anunció con los brazos cruzados—. O siendo más respetuosos, Corolla es mi nombre, mestizo.
El término pareció desagradar a Denrek, intentó liberarse sin poder conseguirlo.
—Corolla—la llamé atrayendo su atención—. De hecho, hemos estado buscándola.
—Lo suponía, no muchos se atreven a enfrentar a mis hermosos golems en vano.
Omití mencionarle que no había sido más que una coincidencia dar con esas criaturas.
—¿Por qué no me libera y llevamos una conversación más digna de la gran deidad Corolla? —la tonalidad hostil en que lo dijo hizo dudar a la mujer.
Sin embargo, tomó sus palabras y quitó las ramas que lo aprisionaban.
—Como gusten, acompáñenme—salió de la habitación.
Observé a Denrek incorporarse.
—Puede que le agrademos al universo, despues de todo creí que nos tomaría más tiempo llegar a este lugar—sacudió el resto de las hojas que habían quedado atrapadas entre sus prendas.
—Tal parece.
Levantó la mirada.
—Habría jurado que mostraría más entusiasmo—musitó—. ¿Se encuentra bien?
Pensé mucho en la respuesta, no sabía como sentirme al respecto. Habíamos pasado por muchas cosas, había dejado demasiado atrás.
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Editado: 07.12.2023