Destello Nocturno

Capítulo XXXII: Voces en el viento

«Lo normal es una ilusión. Lo que es normal para la araña, es el caos para la mosca» — Charles Addams.

🥀🥀🥀

El intenso frío es suficiente para que endurezca algunos trozos de carne como piedras. Los envuelvo entre dos trozos de tela y apretando el nudo con firmeza los guardo alrededor de mi cintura. No sabemos hasta cuándo volveremos a encontrar comida, así que lo mejor será llevar un poco.

Caminamos en silencio hasta el borde del bosque. Los árboles lucen diferentes, sus troncos son más oscuros que la noche, destacando contra el blanco absoluto de la nieve. Me detengo unos segundos, observando ese increíble contraste como si fuera una separación de un mundo y otro.

—Nada como entrar a un bosque repleto de trampas mortales para cuestionar nuestras decisiones de vida. —Denrek tienen una media sonrisa torcida, su voz está cargada de un sarcasmo que flota entre el frío viento.

—No tengo nada que perder, solo espero que encontremos lo que necesitamos—respondo sin mirarlo antes de dar el primer paso al interior.

El cambio es inmediato, es como si el bosque se hubiera tragado todo con un silencio para nada natural. No hay canto de pájaros, ni crujido de pequeños animales. Solo nosotros…o eso quiero creer. Las ramas parecen retorcerse a nuestro paso, como si reaccionaran a nuestra presencia. Algunas otras se inclinan con movimientos apenas perceptibles.

Hay una niebla espesa que nos envuelve poco a poco, entorpeciendo la luz del sol hasta convertirla en una claridad difusa y enfermiza. Es imposible saber si es mediodía o si se acerca el atardecer. El tiempo parece ser innecesario en este lugar.

Percibo mis propios pasos resonar entre la maleza congelada, pero los ecos tardan demasiado en llegar, es como si alguien estuviera imitando mis movimientos con unos segundos de retraso. Me detengo y el eco también. Miro a Denrek, pero él continúa ajeno a esta inquietud. Mis sentidos están demasiado encendidos y pronto me llega un olor. Primero leve, como un susurro que pasa entre las ramas, luego más claro y denso. Es una mezcla entre sangre seca y flores podridas, no es solo desagradable; es familiar.

Algo se remueve dentro de mí, una punzada en la memoria, como si mi cuerpo estuviera recordando algo que mi mente aún no descifra. Es una sensación vieja, enterrada bajo capas de tiempo como de una infancia rota…o robada.

No digo nada, Denrek tampoco. El silencio nos envuelve como una sólida manta. Pero no es el tipo de silencio que acompaña a la calma, este duele. Nos envuelve conscientes del menor roce, del leve crujido de la nieve bajo nuestros pies, del roce de la tela contra la piel. Cada sonido es una interrupción y un aviso de amenaza.

Avanzamos con cuidado, los árboles se abren de repente, como si hubieran retrocedido ante algo que no se atreven a tocar. Y, frente a nosotros, un claro se extiende, cubierto por una nieve demasiado blanca, lejano a lo natural. En el centro, un círculo de piedras verticales, cada una tan alca como un árbol, colocadas en un patrón poco casual. Siento mi piel erizarse.

—Hay magia ahí—murmura Denrek, interponiendo su brazo entre mí y el centro—. Es mejor rodearlo.

Asiento. También puedo percibir algo extraño emanar del centro de las rocas. Es una tensión densa que parece volver el aire más espeso a su alrededor. Caminamos bordeando, sin perder de vista cada roca, como si pudiera moverse de lugar en un descuido.

Me enfoco tanto en el centro, que apenas distingo un destello más oscuro que la sombra deslizarse entre los árboles, más allá del claro. Una figura, no, no es una figura…es una ausencia. Una silueta que no refleja la luz, como si estuviera hecha de un vacío más profundo. Acechando a los alrededores.

Avanzamos, adentrándonos entre los árboles. Cuando pasamos cerca de un árbol pálido con una marca, siento una extraña sensación, como si algo estuviera tirando de mí con un hilo invisible. Como si algo me estuviera llamando hacia el centro del bosque. Continuamos avanzando entre ramas torcidas y raíces expuestas, hasta que después de un tiempo nos detenemos.

Denrek mira alrededor, el aire tiene el mismo olor rancio, el mismo frío, y ahí está el mismo árbol con aquella marca esperándonos.

No muy lejos, está el círculo de piedras. No lo hemos rodeado, hemos estado caminando en círculos por quién sabe cuánto tiempo.

Denrek vuelve a avanzar, y después de un tiempo volvemos al mismo lugar. El bosque ha dejado de cambiar, las ramas son las mismas, los árboles torcidos, el claro, el círculo de rocas y ese pálido tronco marcado. Es como una pesadilla en un círculo vicioso. Denrek se ríe.

—Maldición—murmura con la garganta seca—. Hemos entrado en un bucle al cruzar esa zona.

Me giro hacia él, está al lado del pálido tronco con la marca. Denrek extiendo una mano hacia mí.

—Tu daga. Rápido.

Se la entrego sin entender lo que hará para sacarnos de esta situación. La sostiene con cuidado, con una expresión grave que no sé darle nombre. Luego, sin vacilar, se hace un corte profundo en la palma. La sangre brota en hilos gruesos, y cuando las primeras gotas tocan la tierra helada, algo cambia.

El suelo parece inhalar, como una oleada de viento que brota desde el punto en que su sangre ha caído, como si la tierra estuviera exhalando de golpe todo el aire contenido. Las hojas muertas se alzan, girando en espira y el resto de sangre es arrancada de su mano como si tuviera voluntad propia, tragada por la hambrienta tierra.




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