«Es posible salir adelante, no importa qué tan difícil parezca» — Nicholas Spark.
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Me levanto un momento hasta acercarme al fuego, el calor no llega a tocarme, todavía siento los dedos entumecidos, y no por el frío, sino por lo que empieza a abrumarme desde adentro.
—Ayúdame—le pido a Corolla, con mi voz apenas un susurro. Ella no responde de inmediato, solo me observa, como si pudiera ver más allá de mi piel, más allá del caos que se revuelve entre mis pensamientos.
—Esa criatura está cada vez más cerca. La siento...en mis sueños, en los bordes de mi conciencia cuando intento cerrar los ojos—mi corazón palpita a gran velocidad—. Y Adelaide...ella late dentro de mí como un corazón que no es mío, yo...no quiero quedar atrapada en mi propia mente.
Corolla se inclina hacia adelante. Sus verdes ojos brillan con una luz turbia, como si en ellos se estuviera agitando una tormenta que puede detener.
—Si quieres evitar que el Suus cumpla su cometido—agrega—, que Adelaide tome el control y despierte por completo, lo primero que debemos hacer es fortalecer tu mente. —Su voz es grave, firme, transmitiendo con cada palabra sabiduría—. Tendrás que recorrer cada rincón de ella, cada detalle y cerrar las fisuras por donde puede escapar esa oscuridad.
Me muerdo el labio, aprieto las manos contra las rodillas.
—Ese es el problema—admito—. Mi mente...creo que ya está rota. No tengo recuerdos claros, solo fragmentos sueltos, imágenes borrosas de una niñez lejana. Es como si mi mente se hubiera destrozado en varios fragmentos y solo me ha dejado los trozos más pequeños.
Ella asiente lentamente, como si comprendiera con exactitud lo que le estoy diciendo.
—Entonces, empezaremos con los trozos—empieza a buscar algo entre los frascos—. Porque, incluso en lo roto, hay verdad. Y es ahí donde Adelaide no debe esconderse, donde el Suus intentará adentrarse.
Asiento, mientras ella comienza a preparar algo sin más palabras, sus movimientos son meticulosos. Luego, nos indica que la sigamos hasta otra habitación, una donde hay una tina de piedra en el centro del círculo rodeada de símbolos trazados con cenizas y sal negra. El agua que vierte dentro no es común, viene de una vasija cerrada con sellos viejos, y cuando la cubre por completo, el vapor que se alza no es cálido, sino frío como el aliento de los muertos. Ahí vierte algunos otros líquidos de los frascos que ha traído consigo.
Apenas termina, sé que tendré que entrar.
Corolla echa dentro un puñado de raíces secas y pétalos de un tono azul oscuro que se disuelven como tinta. Luego, otro polvo plateado que chispea al contacto.
—Este hechizo—su voz es profunda, no nos voltea a ver—, apagará tu cuerpo. Tu mente será más ligera, como niebla...así podremos entrar en ella. Yo iré en tus ojos, veré lo que tú veas.
Voltea a verme, su rostro es más serio de lo habitual.
—Pero hay algo que debes entender; no sabemos qué encontraremos. Si la oscuridad dentro de ti es más fuerte que tu voluntad, no resistiremos mucho tiempo ahí.
La oscuridad dentro de mí, siento un extraño estremecimiento al escuchar esas palabras.
—Entonces, no perdamos tiempo—digo, aún con el temblor en mi estómago.
—Entonces quítate lo que tengas encima, las prendas solo serán obstáculos que te impidan regresar.
Asiento mientras siento mi corazón latir con fuerza. El viento pronto parece volverse más helado, más tenso. Comienzo a quitarme la piel moteada que cubre gran parte de mí, luego las demás. Cada prenda parece pesar más que la anterior, como si al arrancarlas estuviera desprendiendo algo de mí misma. Y sentir el peso de sus ojos no ayuda. Levanto la mirada para comprobar si es así.
Denrek está cerca, con la mandíbula tensa y la vista clavada en mis ojos como si aferrarse a ellos fuera su única forma de mantener la compostura del incómodo momento. Su esfuerzo es evidente, es como si apartar la mirada fuera romper algo más que el silencio. Puedo sentir su tensión, es como un hilo invisible que se atraviesa entre ambos y cada segundo se estira más.
El silencio se vuelve tan denso como el vapor helado que flota sobre el agua.
Corolla carraspea y me obligo a apartar la mirada de esos ojos mientras él parpadea y da un paso al frente. Extiende su mano hacia mí, sin decir nada. La sostengo, es un tacto cálido...estremecedor. Hay algo en su toque que me calma de maneras inexplicables, incluso cuando la helada agua toca mis pies como cuchillas. El agua me envuelve con la ferocidad de un recuerdo que no quiere ser recordado. Jadeo, pero apresando el sonido entre mis dientes apretados. Casi se me escapa el aliento mientras me empiezo a sumergir, hasta dejar afuera solo la cabeza y la mano que aún sostiene la suya.
—Debes saber qué, es la primera vez en mucho tiempo que hago esto—añade—. Concentraré toda mi energía en mantenernos dentro, pero tus fuerzas serán las que lo permitan.
—Usen de mi lo que necesiten—el tono de Denrek es casi casual, como si estuviera hablando de algo mucho más simple que entrar a mi mente quebrada por una entidad oscura—. Puedo servir como ancla.
Corolla lo mira por un momento, antes de asentir.
—Necesitaremos algo más que palabras, sangre.
Me tiende un pequeño cuchillo curvo. Lo tomo sin dudar, aun cuando mis manos tiemblan levemente. Rasgo la palma de mi mano, y un par de gotas profanan las cristalinas aguas. Luego, le paso el cuchillo a Denrek, quien hace lo mismo sin titubeos. Cuando nuestras manos se encuentran, la sangre mezclada arde entre nuestros dedos.
—Esto creará el lazo—añade ella—. Si Julietta queda atrapada, o sin energías, tomará de tus fuerzas para regresar. Pero si te hundes con ella, los dos se perderán.
—Una romántica muerte compartida—Denrek me mira con una ceja alzada, su labio se tuerce en una sonrisa sin que aparte sus ojos de los míos—. Lo que todos sueñan; congelarse lentamente en la mente rota de una señorita poseída.
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Editado: 20.08.2025