Destello Nocturno

Capítulo XXXVI: El brillo en la oscuridad

«Hay cosas conocidas y hay cosas desconocidas, y en el medio están las puertas de la percepción»
— Aldous Huxley.

🥀🥀🥀

Todo aparece como una tormenta sin aviso, sin susurros previos, sin huellas. Solo una sombra al borde del sueño mientras se escucha el crujido seco de huesos rompiéndose. Escucho a Even, a mi hermano gritando desde algún lugar lejano rodeado de oscuridad. Luego escucho a Malani, esa dulce voz cargada de sorpresa. Incluso escucho a Marco, a Dave, a Ander...a todos los que alguna vez conocí, sin poder verlos, solo escuchando sus gritos de dolor.

Una tenue luz aparece y al único que veo es a Denrek. No se defiende, no grita. Solo me mira mientras sostengo la daga contra su garganta.

Hazlo—musita, y caigo en cuenta que quién ha causado todos esos gritos he sido yo.

He dejado salir esa oscuridad, y la sonrisa que se forma en mis labios no es mía. Ella se ha apropiado de todo.

Me despierto jadeando, con los ojos húmedos y la garganta más seca que nunca. Me hace falta más de un par de minutos para regular mi respiración y recordar algo importante. Todos ya están muertos, o al menos la mayoría. Desde hace meses que no los he vuelto a ver, ya no hay nadie que pueda herir, a nadie a quien pueda proteger.

Aun así...ese temblor se ha adherido a mi pecho. No es un miedo al sueño, sino a esa parte que podría convertirse en realidad.

Me levanto sin hacer demasiado ruido, la habitación en la que he dormido es pequeña, de madera y sin ventanas. Hay una vela apagada y el lugar en donde he estado descansando realmente es cómodo. Pero lo más peculiar es ese muro cubierto de plantas, todas están marchitas. Puedo asegurar que no estaban así cuando me fui a dormir.

Salgo al pasillo, las incontables e infinitas puertas están ahí. Algunas parecen latir con una luz interna, otras tiemblan como si algo dentro quisiera salir. Llego frente a la primera puerta que Corolla nos mostró ayer, pero me detengo justo antes de tocarla. Escucho voces, la voz de Corolla, firme y cortante como una hoja bien afilada. Y la voz de Denrek, baja y más tensa de lo habitual. Me quedo en silencio, apenas respirando.

—Te ayudaré con el hechizo—le dice ella—, pero solo porque no quiero a esa manada merodeando en este bosque—hace una pausa—. Especialmente si hay rougarous dirigidos por Karim.

—Y estoy seguro que podrás hacerlo lo antes posible—responde Denrek—. Solo asegúrate de ayudarla, cuando ya no este.

Corolla suelta un suave bufido.

—Es poco usual en una bestia meterse en asuntos de brujas—un silencio, luego añade con una voz más suave—. Pero ambos sabemos de la sangre que corre por tus venas, híbrido. Así que tómalo como una cortesía dedicado a tu difunta madre. Me encargaré de todo lo demás.

Me aparto de la puerta antes de que noten mi presencia. No quiero interrumpir esa cruda verdad, así que camino dejando que mis pasos me lleven hacia el sendero conocido hasta que reconozco la puerta redondeada con runas talladas. La misma por donde he salido la noche anterior y salgo por ella. Al atravesar la puerta me encuentro de nuevo con el bosque nocturno, las ramas quietas bajo la luz pálida de la luna. Todo sigue exactamente igual, menos yo.

Me llevo una mano al pecho, justo donde puedo imaginar la sombra de la sonrisa de Adelaide. Su rastro me hace vulnerable, haciéndome desear desaparecer, pero si lo hago...si me dejo llevar, ¿qué más perderé en el proceso?

Me alejo un poco más. El bosque está cubierto de una neblina fina, casi imperceptible, pero suficiente para envolver todo en un silencio engañoso. Necesito moverme, hacer algo y dejar de pensar...dejar de recordar.

Me enfoco en los rastros, las ligeras marcas de huellas entre el lodo, sigo el rastro hasta que los veo. Me oculto entre los arbustos y espero. Dejo que mi respiración se aligere, que mis latidos bajen poco a poco. Puedo sentir la vibración en la tierra, el roce del pasto y la frescura del aire. Espero el momento justo hasta que salto. Un movimiento limpio e instintivo, la sangre caliente mancha mis dedos y por un momento, me siento en control. Viva...humana.

Luego, todo cambia. Primero un crujido de ramas. Luego un aleteo. Después el chillido de una ardilla, el zumbido de insectos, el roce de las hojas, el jadeo lejano de una criatura hambrienta. Y todo, puedo sentir como todo empieza a convertirse en un estruendo. Como si cada insignificante sonido del bosque se estuviera intensificando. Es como una avalancha de sentidos, un tambor dentro de mi cráneo.

Caigo de rodillas, tapándome los oídos, pero nada parece servir. Las voces de la tierra me atraviesan, las ramas crujen dentro de mí. El aire me rasga los pulmones. Siento la sangre empezar deslizarse por mis orejas, hasta perderse en los costados de mi cuello.

Todo me está sofocando, mi corazón palpita a una velocidad indescriptible, siento que saldrá de mi pecho en cualquier momento. Incluso noto la intensificación de tenerlo cerca, ese calor, esa cercanía.

—Julietta—la voz firme de Denrek suena lejana y al mismo tiempo tan clara como si estuviera dentro de mi pecho, como si fuera un constante eco—. Mírame, enfócate solo en mi voz.

Lo intento, su voz es un destello, pero la oscuridad es tan profunda.

—Concéntrate, estoy aquí.

Algo se empieza a romper en mi interior. No en el mal sentido, sino como si una barrera se estuviera haciendo añicos. Y debajo, un poder dormido empieza a estirarse, a tomar lugar. No es oscuro ni maligno, solo inmenso...vivo. Es una corriente que me conecta con cada hoja, con cada raíz, con cada criatura oculta en las sombras.

Siento la savia en los árboles, la ansiedad de los murciélagos, el temor de Denrek. Todo, puedo sentirlo todo.

—Escúchame, concéntrate en una sola cosa —Denrek me levanta con facilidad, como si fuera una niña.




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