«Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar a que la otra persona muera»
🥀🥀🥀
Aún puedo recordar cuando me adentré sola en los pastos secos hace un par de otoños, avancé sin más compañía que el rugido de mi propio corazón. Era parte de nuestra iniciación, una prueba que debía superar si quería formar parte de los cazadores: cazar por mi propia cuenta.
Los cazadores que debían observarme, habían desaparecido de mi vista. Siempre me sentí un tanto fuera de lugar, como si aún no hubiera demostrado que pertenecía a este mundo de pieles y agallas. Así me decidí a enfrentar el peor temor de un humano: las bestias.
Sabía que todo podía salir mal, pero nunca imaginé que mi valentía me llevaría a enfrentarme con algo mucho más peligroso de lo que había pensado; una manada de hambrientas hienas. Por supuesto que Malani no estaba enterada de mi osadía, mucho menos Even. Era algo que debía enfrentar por mi cuenta y a sus espaldas, o nunca me hubiesen dejado hacerlo.
Al principio, era solo un par de esas bestias manchadas, pero rápidamente se convirtieron en más, rodeándome con sus hambrientos ojos. Intenté luchar, usar mis habilidades naturales, pero la situación se volvía más desesperante, más oscura. Apareció una de ellas, mucho más grande que las otras. Era la matriarca, la que los demás respetaban. Su mirada se clavó en la mía, y por un instante, pude ver algo más en esos oscuros ojos.
No vi un animal salvaje. Fue como si me viera a través de sus ojos, como si todo lo que alguna vez temí sobre mí misma estuviera reflejado. Aquello que sentía que me faltaba.
Era un pequeño destello que empezaba a absorberme. Un estremecimiento que empezó a apoderarse de cada partícula de mi cuerpo. Fue la primera vez que sentí como algo dentro de mí me obligaba a mantenerme erguida, algo bloqueó el temor que solía tener a cada momento.
La bestia avanzó lentamente, sin prisa, sabiendo que tenía el control. Y no me moví, no retrocedí. Un rugido salvaje y chillantes risas a sus espaldas se aproximaron. Deducí su intención, su siguiente movimiento y me adelanté. Lo último que recuerdo de ese momento fue terminar cubierta de sangre, tierra y diversas heridas.
Aquella impotente bestia ahora me acompaña como abrigo.
Aparto la áspera piel de mi brazo izquierdo mientras Even observa como nuestra madre me venda el brazo. No puedo evitar pensar en lo que ha ocurrido recientemente. Una vez más, me enfrenté a la muerte. La única diferencia es que, quien me salvó es un hombre misterioso acompañado de medio centenar de personas vestidas de negro.
Los mismos que llegaron a nuestro rescate, son un completo misterio. Ese cuero tan negro que cubre sus tonificadas figuras son acompañadas por carmas a los costados de sus caderas, algunos llevan armas más grandes en la espalda. Las mismas armas que fueron capaces de acabar con los colosales como si fueran simples insectos.
—¿Crees que podemos confiar en ellos? —le pregunto a Even, mientras Malani se aleja para limpiar la sangre de sus manos.
Los ojos de Even continúan viajando entre los extraños que han armado un improvisado refugio y fuego para sobrepasar la fría noche.
—No lo sé. Todo es...extraño —su voz es suave, pero cargada de dolor y cansancio—. No se parecen a nada que hayamos visto. Aunque han llegado en el mejor momento.
—No nos han dicho nada más.
El vendaje de Malani demasiado ajustado manda pulsadas por todo mi brazo, pero eso evita que continúe el sangrado.
—Eso también me inquieta. Quizás no saben si podemos entenderlos —aclara el tono seco de su voz antes de voltear a verme—. En verdad agradezco a los dioses que no hayas muerto, has sido la mejor cazadora y hermana que nunca podremos reemplazar.
Siento una calidez en el pecho. Aunque no he completado el ritual para convertirme en una cazadora, las palabras de Even aumentan mi confianza. Y, cuando pienso que la conversación con Even continuará, dos muchachos vestidos de negro se acercan. Uno de apariencia reservada, cabello oscuro más recortado y con el rostro cubierto de vellos como de algunos días. El otro tiene un cabello castaño demasiado claro, acompañado de una mirada peculiar: un ojo azul y otro más oscuro.
Sus rostros muestran una expresión pacífica, acompañados con un toque de curiosidad. Mi primer impulso es prepararme, acaricio levemente la daga a mi costado en caso de que quieran atacarnos, pero me contengo cuando Even coloca su mano sobre la mía para que me tranquilice.
Uno de ellos, el castaño, da un paso al frente. En sus ojos brilla la curiosidad.
—¿Están bien? — Su voz es baja, algo grave, y con sus ojos observa nuestras heridas, principalmente el vendaje manchado de mi brazo izquierdo y el torso herido de Even.
Podemos entenderles perfectamente, como si las palabras salieran de nuestras propias bocas. La incógnita es si ellos creen que no es así, que no los entendemos.
Observo a Even, también parece debatir al respecto. Y, una vez más, me adelanto a su reacción.
—Sí...estamos bien —respondo con cautela. Even me lanza una incrédula mirada.
El muchacho alto hace un gesto con la cabeza, algo indeciso al principio.
—¿En verdad entienden lo que decimos?
Es justo lo que creí. Los extraños no se habían comunicado con nosotros pensando que no les entenderíamos. Insinúo una sonrisa. Volteo hacia Even.
—Creo que no saben que están tratando con usted, querido líder. Tal ofensa solo puede ser compensada con la muerte.
El muchacho con diferentes colores de ojos palidece. Even niega.
—Solo intenta hacerlos creer que somos incivilizados —aclara para tranquilizarlos —. Como líder, honro a los vientos que los han traído hasta nosotros.
La impotente voz de Even vuelve, demostrando los dotes de liderazgo.
—Vaya...esto es...inesperado —el muchacho empieza a recobrar el color de su rostro, observo al que permanece en silencio a su derecha—. Lamento si los he ofendido con mis preguntas, no estábamos seguros de que pudiéramos entendernos perfectamente. Pueden llamarme Marco, y él es Dave.
#746 en Fantasía
#481 en Personajes sobrenaturales
vampiros bruja y licantropos, misterio y suspenso, dolor y amor
Editado: 20.08.2025