Destello Nocturno

Capítulo II

«Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar a que la otra persona muera»

🥀🥀🥀

 

Julietta.

El hombre no sobrevivió, lo supimos por la mirada que dio Rafael al salir del refugio dentro de la zona siete. Escuchaba la frustración de Evans a través de sus suspiros. Solía acariciar su incipiente barba y dar un par de vueltas antes de proseguir.

Podía notarse claramente su decepción, así como en cada uno de nosotros. Nadie recordaba habernos encontrado con otra persona desde hace varios años, después de mi rescate, habían salvado a un par de hombre y mujeres más, luego todos parecían haber desaparecido. Y aquel hombre nos había encontrado en sus últimos momentos. No sabíamos cuánto tiempo estuvo corriendo con tales heridas, eso sumado a sus últimas palabras: "el demonio de ojos azules", ¿alguna criatura lo perseguía?

Evans no había tardado en poner a todos en guardia y dirigirnos lo antes posible al refugio que pretendíamos ocupar durante la siguiente temporada. Estuvimos muy alertas y nos preparamos para tener que enfrentarnos a criaturas más peligrosas que los pieles verde, pero no llevó a nada.

—¿Dijo algo más? —preguntó inmediatamente— ¿Su nombre?

El anciano negó severamente.

—No volvió a despertar, perdió demasiada sangre y seguramente no comió en días. Su cuerpo ya no pudo soportar.

—Maldición, no hemos podido hacer nada—colocó su mano sobre su propia frente, podía notarse la frustración de Evans desde lejos, era prácticamente un alma transparente—. ¿Alguna idea de que lo pudo haber atacado?

El anciano terminó de limpiar sus manos.

—La herida que lo ha desangrado ha sido provocada por garras, es posible que se trate de las bestias cuadrúpedas caninas.

Podía sentirse el temor en el aire, también los conocíamos como lobos bestiales al permanecer en manadas, ser sanguinarias y totalmente salvajes.

Nuestro dirigente se volteó hacia Darren.

—Preparen un sepulcro, ese hombre merece descansar como es debido.

Su segundo al mando no dudó en hacerlo, y solicitó la ayuda de un par de personas para empezar a cavar la tumba. Evans volteó hacia Rafael una vez más.

—¿En dónde está lo que traía consigo?, quizás nos sirva para saber algo.

—Lo he dejado todo junto al cuerpo—le señaló la entrada al refugio bajo tierra—. Debo agregar que traía algo muy peculiar entre sus manos.

—¿Peculiar? —pregunté.

Los cansados ojos de Rafael recayeron en mí.

—Nunca había visto algo así, ya lo verán.

Ambos nos adentramos al lugar. El hedor húmedo de la tierra se había mezclado con la putrefacción de algunos objetos y del mismo hombre tendido sobre la base de piedra, madera y telas. El anciano se había encargado de cubrir parte del cuerpo con algunas mantas. Aún se podía notar las heridas en sus extremidades, especialmente la infección en una de sus piernas. Al lado izquierdo, cerca del farol que otorgaba algo de luz, se encontraban las cosas de ese hombre.

Algo parecido a un arma de pólvora, aunque con materiales más finos y mejor elaborado. Tomé el encadenado metálico entre mis manos, aún había restos de sangre y barro, al girarlo visualicé una letra y un número "E4" y debajo un nombre: "Eric Done".

—Creo que Eric era su nombre—mencioné.

—Te equivocas—contradijo casi de inmediato—Se llamaba Even.

Volteé curiosa y lo vi tomando un encadenado similar del cuello del hombre. La única conclusión a la que podíamos llegar es que alguien más venía con él y tuvo que abandonarlo en algún momento, trayendo consigo este único recuerdo de su existencia.

—Mira esto—me enseño una caja con partes metálicas, y dos pequeños focos, uno verde y uno rojo—. Seguro es el extraño aparato al que Rafael se refería, ¿para qué crees que sirva?

Le pedí el objeto y empecé a curiosear las partes por las que estaba compuesto. En primer plano había una parte como de vidrio con algunos rasguños, dentro, dos destellos en forma de rectángulo. Noté también las cuatro bases resaltantes en la parte baja, seleccioné una, el sonido que salió de la nada casi me hizo soltarlo.

—¿Qué fue eso? —interrogó igual de sorprendido.

Tomó el objeto nuevamente y lo examinó una vez más.

—No tengo idea—respondí—. Se ha encendido una luz verde.

El castaño movió el objeto a su derecha.

—Ahora la luz roja.

Pero en esa ocasión, el sonido no apareció. Apuntó en diferentes direcciones, pero solo respondía cuando estaba del lado sur.

—Evans—llamé con una suposición en mente—. ¿Y si debemos seguir esa luz?

Sus verdes ojos me examinaron con sorpresa, volvió a cambiar de dirección hasta comprobar una vez más que la luz verde se encendía únicamente al apuntar al sur.

—Quizás nos dirija al lugar de donde viene—dijo, y se podía notar la ilusión ante la posibilidad—. O al refugio en donde vivía.

—Puede ser.

—Sí ese es el caso, debemos darnos prisa. Puede que aún lleguemos a salvarlos.

Tan pronto como el sol empezó a asomarse nos alejamos del sendero nómada que habíamos recorrido infinidad de veces y nadie tuvo objeción con comprobar esa posibilidad.

Nuestros pasos nunca fueron tan acelerados como en esa ocasión, después de todo podría haber vidas humanas en riesgo, y no solo respecto a los posibles sobrevivientes.

Desviarnos era demasiado arriesgado, pero la esperanza de encontrar a más personas era nuestra principal motivación.

Cuando el sol comenzó a ocultarse, encendimos las antorchas evitando quedar a oscuras completamente. Nadie sabía lo lejos que podría ser el recorrido, o lo alejados del refugio siete que estábamos. A medida que la oscuridad aumentó, nuestro ritmo disminuyó, pero no nos detuvimos.

Un frío viento hizo erizar mi piel, aunque nuestras prendas se basaban en cálidas pieles, era dificil abstenerse por completo de los efectos de las bajas temperaturas.




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