Destierro

2 - Arritmia

Un hedor rancio a comida pasada combinado con el fuerte olor oxidado de deshechos metálicos, llegó hasta su nariz, mientras el dolor aquejaba su cuerpo desde la punta de los dedos de los pies hasta las puntas de los cabellos; sintió una punzada en la espalda, habría caído sobre un montón de latas de conserva y alguno que otro vidrio roto. Bolsas negras de basura le aplastaban las extremidades.

A duras penas abrió sus vacíos ojos azules, la luz del sol le llegaba directo a la cara. Vestigios de recuerdos se asomaban en su mente, esperando que todo aquello hubiera sido solo una pesadilla; pero ahí estaba, oculta dentro de un carro lleno de basura. No sabía cómo había llegado hasta ese lugar, tenía el cuerpo muy lastimado, sangre seca en el costado del rostro, las extremidades tembleques y el cabello rubio desaliñado.

Cualquier vestigio de lo ocurrido el día anterior se borró de su cerebro, dejándola sola en esa nueva realidad que debía enfrentar. Su corazón hecho un nudo, oscureciendo su raciocinio, obligándola a reflexionar si en verdad valía la pena seguir viviendo en un mundo invadido por ellos

 

Unos días antes…

—No, no es eso, es solo que… —Tiana alzó una mano y se frotó la nuca, incómoda.

—Pero ya hemos salido varias veces y nos llevamos bien, creo que es momento de llevar esta relación a algo más —el joven de ojos color miel y cabello castaño insistió—. Ya sabías que me gustabas mucho.

—Te dije que serían salidas solo como amigos… —replicó la muchacha encogiéndose de hombros, tratando de suavizar el rechazo—. Desde un inicio sabías que no estaba interesada.

—Pensé que ya te había convencido…

Él la miraba con notorio nerviosismo y decepción. Ella se cruzó de brazos y se apoyó en la pared. Ambos se encontraban en el pasillo de la universidad por donde había varios estudiantes caminando a sus diferentes salones de clases, uno que otro posaba una desinteresada mirada de reojo sobre ellos. Tiana tenía una expresión suave con un arco de condescendencia como sonrisa. Quizás había sido mala idea aceptar las invitaciones de ese chico, ¿pero cómo sentirse culpable? En un inicio le había dejado claro que no podrían tener algo más que solo amistad y a pesar de todo, él no aceptaría un no como respuesta.

—Nolan —ella finalmente se decidió a hablar—. Te dije desde un inicio que no podíamos tener nada, no te veo como más que a un amigo.

—Podemos salir de nuevo si no estás segura —él alzó la mano para detenerla y frunció el ceño, como si hubiera caído en cuenta de algo—. Entonces realmente no estás interesada en los chicos, ¿eh?

Ella negó con la cabeza, dejando ir una risa nerviosa.

—Creo que nunca estaré interesada en uno…

—Está bien, no necesito saber más —resopló Nolan—. Que tengas una buena vida.

El muchacho alzó una mano para despedirse y dejó a Tiana sin oportunidad de decir nada. La muchacha suspiró y se encogió de hombros, sin dejar su posición delante de la pared, respirando hondo para calmarse; por alguna razón, le costaba hablar de sus propios sentimientos.

Pronto, tuvo que volver a la realidad al sentir dos violentas punzadas en la cintura. Dio un gracioso respingo y soltó un grito de susto, al darse la vuelta, se encontró con sus mejores amigas Berenice y Danielle.

—¡Tianus! —la amigable voz de Danielle, era una muchacha de piel oscura, su peinado afro la hacía ver más alta y su forma física atlética le daba ese aire imponente—. ¿Cómo te fue?

—¿Qué te dijo Nolan? —Preguntó Berenice, chismosa. Era la clase de chica que siempre cuidaba su apariencia a veces de manera exagerada. Le gustaban mucho los escotes siempre decorados por su risada melena castaña—. Los vi muy cariñosos.

—Lo estaba rechazando —rió Tiana dibujando una sonrisa en su expresión y riendo de forma burlona. Era solo un poco más alta que Berenice y su ropa era la más común de entre las tres.

—Otro más a la lista —comentó Berenice, con orgullo—. Y eso que salieron varias veces…

—Él quería gastar dinero en mí a pesar de que le decía que no —dijo Tiana, restándole importancia—. Todo sea por la comida.

—¿Cuántos corazones vas a romper? —preguntó Danielle, con una sonrisa algo preocupada—. Solo les estás dando alas, ¡cuidado con el karma!

—Ay, en pleno siglo XXII, ¿sigues creyendo en el Karma? —dudó Berenice, con sorna.

—¡Obvio! —la muchacha le dio un golpe en el hombro. Luego se dirigió a Tiana—. Ten cuidado, cuando te enamores de verdad, puede que esa persona no quiera estar contigo.

Tiana la miró con cierto reproche, si ése era un karma, entonces ya estaba pagando por todos los corazones que había roto. Quiso decir algo, pero Berenice resopló y tomó a sus dos amigas de las manos, las encaminó por el pasillo entre grupos de amigos y de estudios; exclamó entusiastas palabras para terminar de animar la tarde.

—Ya no tenemos ninguna clase, vamos al centro comercial, ¡quiero comprar unos zapatos que adoré! —sacó un diminuto cubo del bolsillo que presionó para que proyectara una pantalla holográfica que mostró un ícono de “grabando”—. Actualiza estado. De camino al centro comercial para comprar la última moda en zapatos. Etiqueta, Tatiana Russell y Danielle Anderson. Lugar, Estrasburgo, Francia.”




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