Destierro

6 - La Misión

En cuanto salieron de la reunión con el general Milan, Dan y Siny decidieron ir a bañarse y luego a tratar de almorzar, no tenían apetito por la cantidad de perturbadora información que habían recibido. Ira por su parte, se dirigía a la central de investigaciones del Domo Terrestre junto a Clay. Se miraban de reojo de rato en rato, subiendo en el ascensor hasta el piso seis en donde era la oficina de su novio.

—¿Cómo has estado? —le preguntó Ira a Clay. Él se encogió de hombros.

—Lo mismo de siempre, trabajando, yendo de aquí allá, haciendo mapas interactivos para las misiones de los Guardianes —resopló—. Preocupándome por ti y extrañándote, ya son dos semanas que no te veo —negó con la cabeza y su tono de voz se apagó—. Con todo lo que está pasando...

—Dos semanas en que estuve de descanso en el Domo Terrestre, no tenía permitido venir, pero pudiste llamar, ¿sabes? —replicó Ira, entristecida.

—He estado muy ocupado, pero te vi recibir la condecoración a Mejor Guardiana Estelar —sonrió el joven—. Te veías genial.

—Bueno, soy genial —se encogió de hombros Ira con una presumida sonrisa a un costado.

—Me preocupa todo lo que está pasando —resopló Clay, ya acostumbrado a los comentarios de su novia—. Si el general Milan está esperando una “invasión”, no sé cómo planea enfrentar a los rasos, mírate, eres la mejor Guardiana Estelar y quedaste hecha tiras.

—Solo estoy sucia y tengo algunas cortadas —se quejó la Guardiana—. No es nada grave. No me subestimes.

—Lo que trato de decir es que —él suspiró y le sonrió—. Quisiera que consideraras dejar el servicio activo y consiguieras un puesto en la rama de investigaciones, siempre quisiste dedicarte a la zoología, ¿no? Así estarás más segura.

—Sería irresponsable de mi parte el huir de la batalla justo cuando se empieza a poner peligroso —se negó Ira.

La verdad era que le llamaba la atención la idea planteada por Clay, pero en esos momentos su deber como Guardiana primaba sobre cualquier corazonada e incluso sobre las peticiones de su amado. Sintió la mirada de Clay aún sobre ella, pero trató de restarle importancia, si se volteaba a verlo a los ojos, de seguro querría abrazarlo. Sin embargo, no podían demostrarse sus sentimientos dentro de edificios militares, ya que sería considerado como una falta.

—De verdad me preocupo por ti —insistió él—. Respetaré tu decisión, pero al primer momento que necesites ayuda, créeme que dejaré mi puesto y volveré al servicio activo.

—Recuerda con quién estás hablando, soy la mejor Guardiana Estelar de los últimos tiempos —ella le sonrió y le guiñó el ojo. Él rió y negó con la cabeza.

Intercambiaron miradas embelesadas, como de dos personas que hubieran añorado la compañía del otro.

—¿Entonces irás a hablar con Vitali sobre su misión? —él rompió el hielo.

—Supongo, aunque preferiría ahorrarme el mal rato —resopló la Guardiana—. Él no me agrada, no sé cómo pudo ser amigo tuyo, tú eres perfecto y él es un idiota.

—Oye, ¿qué dices? —inquirió Clay, sorprendido pero divertido—. Sabes que somos amigos desde niños, es un poco difícil de tratar, pero una vez te ganes su confianza, se llevarán bien.

—Y si Tommy también estará ahí con su equipo, voy a tener que encontrarme con esa perra de Aileen —refunfuñó Ira, ignorando a su novio.

—Oh, vamos —rió su amado—. Lo que pasó entre ella y yo fue mucho antes de lo nuestro…

Llegaron por fin al piso seis en donde era la oficina de Clay, Ira se disponía a salir del ascensor, pero él la detuvo sosteniendo su brazo. Luego presionó el botón para cerrar las puertas y volver a la planta baja del edificio.

—¿Pero qué haces? —le reclamó Ira, desconcertada.

La única respuesta que recibió fue la calmada risa de Clay quien le dio palmadas en el hombro y le dedicó una mueca triunfal. La puerta del ascensor se abrió y el joven la jaló del brazo, juntos corrieron por el abarrotado y amplio vestíbulo de la central de investigaciones. Cruzaron las puertas automáticas bajo el amplio ventanal y después de alejarse al menos diez metros del edificio, Clay se dio la vuelta y abrazó a Ira abruptamente, pegándola a su pecho, era quince centímetros más alto que ella.

—¡P-Pero qué diablos, Clay! —Ira se sonrojó y lo empujó—. ¡Estoy horriblemente sucia!

—¡No parecía importarte hace rato! —exclamó él, riendo.

Clay la volvió a abrazar sin importar que se ensuciara la playera con el barro del uniforme de Ira.

—¡Noo! —exclamó Ira, mientras le invadía un involuntario ataque de risa.

—¡No podía resistirlo más! —añadió el joven, emocionado.

A pesar del desconcierto, Ira le correspondió con efusividad, fue en ese momento en que se dio cuenta que le temblaban los brazos debido a la pelea contra los rasos. Sin embargo, respiró tranquila por fin, después de lo que parecieron ser años, dos semanas sin ver a Clay que para ella fueron eternidades y le alegraba saber que no había sido la única en sentirse de esa manera. Estar en los brazos de su amado siempre era reconfortante.

—Gracias —le dijo. Dejando de lado su autosuficiencia y solo disfrutando el momento, poniendo al descubierto sus sentimientos.




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