Destierro

9 - Una Vida Destruida

Era una cálida mañana de noviembre en el Domo Sideral. Después de otra sesión de exhaustivo entrenamiento, la Guardiana Ira Ragnick se dirigía a la torre de comunicaciones. Allí, en diez portales distintos, debía recibir a la gente que se tele transportaba del Domo Terrestre y luego al Planeta Delta. Ése era su patético trabajo desde que sus otros compañeros partieron a Z-13. Debía recibir a lo mejor de la humanidad.

Había algunos otros Guardianes de Primera Clase con ella, entre ellos Ryan Davis, Susana Martínez y Aroon Ohak. Tres conocidos compañeros incluso mayores que Clay o Vitali, serios e intachables. La veían como a una cría a su lado, solían excluirla mientras conversaban de temas que a ella no le interesaban. Ira se mantenía firme y no se dejaba intimidar, ella era la Mejor Guardiana Estelar y sabía que se merecía ese título más que cualquiera de ellos.

A las diez de la mañana, los civiles comenzaban a aparecer en los portales con destellos de luz blanca. Era común que al llegar, algunos de ellos sintieran molestias en el estómago, náuseas o incluso, vomitaran; pues no estaban acostumbrados a la sensación de tele transportación. Era un proceso muy desagradable, incluso Ira aún sentía resabios de esas sensaciones cuando usaba los portales.

—Atención, llegan los primeros —avisó el encargado.

A cada minuto, llegaban grupos de diez personas que eran conducidas a una sala de espera a través de un pasillo con muros de cristal; ahí eran organizados y llevados a los portales interplanetarios del Domo Sideral que los transportarían a su destino, el Planeta Delta. El Domo Terrestre era el único lugar desde donde se podía llegar al Domo Sideral y a su vez, éste era el único lugar desde el que se podía llegar al Planeta Delta.

Pasaron doce grupos de diez personas cada uno, la mayoría eran adultos demasiado importantes y adinerados como para siquiera dirigir una mirada a los Guardianes que cuidaban su llegada. Ira mantenía la vista fija en el frente, sin ánimo de verle la cara a ninguno; pero de pronto, una aguda voz femenina la distrajo. Cuando se volteó para ver de quién se trataba, se encontró con una extraña pero alegre chica de cabello castaño rizado, ojos marrón claro y piel blanca y pecosa. Era mucho más bajita que ella, usaba una camiseta escotada y pantalón de mezclilla muy pegado.

—¿Eres la Guardiana Ira Ragnick? —La chica se veía muy emocionada y su castellano tenía una graciosa entonación francesa—. ¡Mi nombre es Berenice Favré, mis amigas y yo somos fans tuyas! Soy de Estrasburgo, Francia.

—¿Fans? —La Guardiana salió de su distracción y frunció el ceño, confundida.

—¡Guau! Eres mucho más alta en la vida real —la chica sacó su cubo multifuncional—. ¿Te importaría tomarte una foto conmigo? Por favor, mis amigas se van a morir de envidia cuando nos vean.

Ira esbozó una sonrisa presumida de lado, puso ambas manos en su cintura y permitió que la muchacha se le acercara. Ésta rió emocionada y una vez tomada la foto, Berenice le pidió que colocara su firma digital acompañada de algunas palabras: “Dedicado a Berenice, Danielle y Tiana. Miren siempre adelante y encaren la vida con fuerza. Guardiana de Primera Clase, Ira Ragnick”.

—¡Gracias! ¡Se lo presumiré a mis amigas! —La chica le dirigió una sonrisa radiante y se dio la vuelta para ir detrás de los demás, pero Ira la detuvo.

—Disculpa —llamó—. ¿Por qué vas al Planeta Delta?

—A mi padre le dieron una oportunidad de trabajo —explicó antes de irse.

Ira resopló, esa chica no tenía ni idea de por qué todos se iban al Planeta Delta. Se quedó pensativa durante un momento, pero le distrajo el pitido del chip modelo Gamma que tenía bajo el dorso de la muñeca izquierda. En la pequeña pantalla curva, había escrito un mensaje de alerta que sobrecogió su corazón: Convocatoria a todos los Guardianes de Primera Clase a un consejo extraordinario. Lugar: Sala de Reuniones de la Academia Guardiana. Ya ha comenzado.

La Guardiana vio de reojo a los otros tres pasando por delante de ella, mientras otros encargados del Centro de Comunicaciones tomaban su lugar. Ira espabiló y caminó detrás de ellos.

Solo lo conocía de nombre y habían intercambiado unas dos o tres palabras, Ryan Davis era un chico enorme y fornido de cabello rubio, ojos algo pequeños y azules. Era conocido por su labor en la exploración en nuevos planetas potencialmente hostiles, sobre todo, Omega21. Susana Martínez tenía el cabello castaño oscuro y corto envuelto en un moño, los ojos color miel y era al menos diez centímetros más baja que Ira; era conocida por salir victoriosa en misiones muy peligrosas con planes poco convencionales y que rayaban en la locura. Aroon Ohak, tailandés, muy delgado pero fuerte y alto de cabello corto oscuro; era muy hábil en tareas de infiltración en misiones de alto riesgo en planetas de otros sistemas.

Ira iba detrás de ellos hacia la Academia Guardiana, pero aceleró el paso y fue por delante.

—Ira Ragnick, vas apurada —le habló Susana, con una sonrisa de complicidad—. Parece que vamos a tener una misión juntas, ¿eh? Estoy deseando ver esas habilidades tuyas de las que todos hablan.

—Yo quiero saber de qué están hechos los Guardianes veteranos —inquirió Ira, esbozando una sonrisa presumida.

—¿En serio? —Ryan soltó una risa sarcástica—. ¿Tú nos quieres juzgar? He visto los videos de lo que hiciste en París, ¿vas a volver a ocultarte hasta que tus amigos estén molidos y luego salir a hacerte la heroína?




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