Destierro

14 - Esperanza

La Guardiana Ira Ragnick espabiló y se incorporó con rapidez. A pesar del horror que acontecía frente a sus ojos, consecuencia directa de sus malas decisiones, no podía dejarse llevar por las emociones; no cuando al menos veinte soldados rasos se aproximaban por la retaguardia a la mayor velocidad que sus erráticos pasos les permitían. La joven desplegó su lanza de combate y alzó el brazo, girando la mano indicando que todos se reunieron a su alrededor. Los soldados de tierra se posicionaron siete a cada lado de ella. Dan, Siny, Susan y Aroon se unieron a ellos. Los humanos alzaron las armas y esperaron el fatal choque contra sus enemigos.

De pronto, llegó a sus oídos el grave retumbar de decenas de explosiones en cadena, el suelo tembló bajo sus pies y a continuación, se suscitó el fantasmal murmullo de las paredes de concreto de un edificio de diez pisos desbaratándose casi a la misma altura que los rasos que corrían hacia ellos, ignorantes del peligro. La construcción se inclinó hacia la calle y cayó irremediablemente sobre los monstruos, aplastándolos con un estruendo ensordecedor, salpicando su sangre y vísceras sobre el cemento, provocando un nauseabundo golpe de aire apestoso a amoniaco. Se levantó una cortina de polvo que dificultó la visión.

Los demás Guardianes soltaron el aire contenido, pero Ira no bajó la guardia tan pronto. Entonces, entre el polvo, logró vislumbrar siluetas humanas que se acercaron con rapidez. Emergieron Mike, Leandro y Lizbeth; con dificultad se notaba el color azul de sus uniformes, cubiertos de blanco estuco y lodo marrón, su piel lucía varias heridas y manchas negruzcas de fuego, además, sus armas descansaban rotas sobre sus espaldas. A pesar de la lamentable traza que lucían, sus expresiones faciales decían todo lo contrario: triunfales y victoriosos, acababan de cumplir su misión de proteger a los refugiados.

Ira alzó las cejas y resopló al fin, sinceramente sorprendida.

—¡Wow!

Exclamó Susan, siendo la primera en reaccionar, corrió entusiasmada al encuentro de sus subordinados.

—¿Ustedes hicieron esto? ¡Son unos pinches locos!

—No nos quedaba otra opción —negó Mike.

—Está bien, acepto que te luciste —la voz fuerte de Ryan los interrumpió, cogeaba detrás de ellos, con la mano sobre el estómago, cubriendo su herida—. Pero te falta mucho para ganarte mi respeto.

—Déjalo, solo está celoso porque no fue el héroe, está ahí de inútil —replicó Susan con una risa malévola, se volteó a Ira—. Deberías escribir esto en el informe, estos chicos se merecen un ascenso a Primera Clase.

Señaló a Mike y Lizbeth. Ira solo asintió, incapaz de alegrarse. Detrás de ella aún yacían los cadáveres de los refugiados que no había podido salvar, martillaba su mente el recuerdo del aerodeslizador lleno de niños y heridos que habían perdido. Negó con la cabeza, cerró los ojos, guardó su lanza de combate y se apartó del resto, frustrada.

—Ira…

Susan se acercó a ella y puso su mano sobre su hombro, la miró con fijeza, con sus muy abiertos ojos cafés.

—Fue una muy mala idea sacar a los refugiados de aquí sin haber limpiado el perímetro, pero entiendo que querías evitar que alguien atacara por la retaguardia —dijo, comprensiva—. No puedes culparte por ello, ninguno de nosotros está verdaderamente preparado para un evento del tamaño de lo que está pasando en nuestro planeta.

—Se supone que… se supone que soy la Mejor Guardiana Estelar, yo… debía protegerlos —resopló Ira, frustada—. Yo… no puedo fallar.

***

Los civiles sobrevivientes tenían rostros pálidos, muchos de ellos sollozaban por todo lo que acababa de ocurrir, intentando apartar sus curiosas miradas de los más recientes cadáveres. Varios mirones, aletargados por las fuertes impresiones del día, se encontraban reunidos alrededor de una agonizante Danielle; Tiana estaba de rodillas a su lado conteniendo el llanto, pero sus lágrimas bajaban por sus mejillas, incontrolables. Dan y Siny no tardaron en llegar al lugar para ayudarlas.

Danielle movió su mano con lentitud hasta Tiana, ella la sostuvo con fuerza con ambas manos.

—No debiste hacer eso —reclamó, desconsolada—. Tú aún podías encontrar a tu familia.

—Tú lo harás —dijo, de manera casi inaudible—. Por favor... diles que los amo…

—No, no...

Apurado, Dan se agachó al lado de la moribunda chica, sacando su aparato de regeneración de tejidos, pero al revisar su abdomen con las costillas completamente destrozadas, se dibujó una desesperanzadora expresión en el rostro. Frunció el ceño y miró hacia Tiana, quien no podía desviar la mirada de su mejor amiga.

—Eres la mejor amiga que tuve —le sonrió Danielle, con sus últimas fuerzas—. Prométeme que no... No te desanimarás...

—No me dejes…

—Prométe…lo —insistió.

Solo alguien como Danielle, incluso en su lecho de muerte podía seguir siendo optimista. Tiana apoyó la frente sobre la mano de su amiga, la grieta en su corazón se abrió aún más, pero reunió sus últimas fuerzas para pronunciar dos palabras que determinarían su destino y la carga emocional que debía llevar sobre su espalda a partir de ese momento. Sin embargo, sería esa misma carga que, aunque muerta en vida, le ayudaría a sobrevivir.




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