Destierro

15 - El Impulso de Proteger

—Tú sabes por qué fuiste escogido para dirigir el Domo Terrestre, general Scott —le dijo la fuerte y grave voz del hombre cuyas huesudas manos entrelazadas se veían a través de la pantalla holográfica. Su rostro estaba oculto a la vista, pero se lograba vislumbrar las delgadas facciones de su quijada.

El sol brillaba en lo alto, eran las tres de la tarde y Paul terminaba de hablar con uno de sus jefes de más alto orden. Él inclinó la cabeza en señal de aceptación y respeto, entonces la pantalla se apagó. Vio su rostro en el reflejo del vidrio y como siempre, acomodó su corbata exactamente al medio de los pliegues del cuello de su camisa y  aplastó su cabello. Caminó a su escritorio que solo tenía su solitario pad de datos; parecía pequeño y sin importancia, pero llevaba innumerables informes sobre la situación en el resto de la Tierra.

Los Teurus ya habían lanzado su ataque en grande, el Primer Impacto había sido en Estrasburgo, Francia. Les había tomado por sorpresa y no pudieron reaccionar de forma óptima, las fuerzas francesas no habían enviado a todos sus efectivos por temor a dejar la capital desprotegida. Por su parte, el Domo Terrestre contribuyó con varios pelotones y tecnología del Ejército de Tierra, además de Guardianes, pero en su mayoría eran de Tercera Clase. Los de Segunda y la mayoría de los de Primera, habían sido enviados a Alemania, Estados Unidos y China.

La Central Nuclear Qishi de China había explotado de una sola vez por causa de esa temible nave que fue llamada Escarabajo, por los soldados que la habían visto y sobrevivido. La nube de radiación ya había llegado hasta el Domo Terrestre, el firmamento se notaba oscurecido, se aclaraba poco a poco gracias a los purificadores de aire con los que contaba el Domo Terrestre. En otras partes del mundo, la gente de los países más desafortunados ya comenzaban a abandonar sus hogares para huir de la contaminación. Mientras tanto, México y Colombia eran duramente azotados por las fuerzas Teurus. El Domo Sideral había comenzado a movilizar sus tropas y ya se preparaba para enviar más al Domo Terrestre.

Paul se sentó en la silla detrás de su escritorio y sacó una nueva pastilla de su saco militar, la tragó sin agua y sostuvo su tableta digital, respirando hondo y con la espalda muy recta. Sacó del bolsillo un pequeño control remoto color blanco y al presionar uno de los botones, una cámara bajó del techo hasta posicionarse delante de él. Una pequeña luz roja se encendió y el monótono temporizador sonó cinco veces. El rostro de Paul Scott se proyectó en todas las pantallas holográficas disponibles en la Tierra: edificios comerciales, aeropuertos, negocios y redes sociales.

“...Hace dos días, como es de su conocimiento; la humanidad fue víctima de un ataque masivo en cinco ciudades: Beijing, Nueva York, Estrasburgo, Ciudad de México y Bogotá. Haciendo honor de la confianza depositada en nuestro Ejército, voy a dar los informes oficiales de la situación actual en estas ciudades...”

En Sudáfrica, los grupos de manifestantes se habían reunido alrededor del edificio de la sede de gobierno, vociferaban y lanzaban piedra tras piedra a la proyección del general Scott, negándose a escuchar. En varias capitales ocurrían fenómenos parecidos, la gente se revelaba contra el orden público, controlados a duras penas por la policía local que se veía obligada a emplear la violencia: disparaban gases lacrimógenos y mojaban a la gente con potentes mangueras en camiones Neptuno. Las muchedumbres se alteraban todavía más. Se desencadenaron guerras civiles y fuertes disturbios en los que cientos murieron.

“...En Beijing, las pérdidas han ascendido al cincuenta por ciento de la población total, el cincuenta por ciento que logró escapar antes de la explosión de Qishi; en Estrasburgo, perdimos a más del ochenta y cinco por ciento. La batalla continúa en Nueva York, hasta ahora hemos perdido al cuarenta por ciento. En Bogotá… perdimos la comunicación hace unas horas. Ciudad de México, solo se ha salvado el treinta por ciento...”

En la capital de Canadá, grupos y más grupos de gente, se rebelaban en contra de sus gobiernos y en contra de sus militares. Ya no era un secreto que la “gente más valiosa” se había ido a otro planeta a estar a salvo, mientras los demás habían sido abandonados a morir en la Tierra. El día anterior, videos de aficionados que mostraban los ataques Teurus se habían vuelto virales en las redes sociales.

“...La humanidad ha sido atacada por seres que no pertenecen a nuestro planeta, seres a los que llamamos Teurus. Seres superiores en muchos sentidos: inteligencia, tecnología, capacidades físicas”, tomó aire, “las autoridades de las Fuerzas Armadas, hemos decidido declarar estado de alerta roja. Quiere decir que todos y cada uno de los ciudadanos deben dirigirse a sus centros de evacuación locales y quienes viven en el interior; serán transportados a sus capitales respectivas. En cada capital se desplegarán militares que colaborarán con las fuerzas locales. Se aguantará lo suficiente para que todos puedan abandonar sus países de acuerdo a los planes de evacuación masiva...”

En algún lugar del Planeta Delta, en las nuevas colonias que se estaban fundando; los que se habían salvado, lloraban angustiados al ver lo que estaba ocurriendo en la Tierra. Otros solo encogían los hombros, indiferentes. Otros solo se persignaban rezándole a su antiguo Dios, agradeciéndole porque los hubieran sacado de allí a tiempo. En algún lugar, después de haber visto los videos, Berenice sollozaba desconsolada por sus amigas Tiana y Danielle.




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