Destierro

17 - Enterrando Recuerdos

Los refugiados rescatados de Estrasburgo fueron enviados a uno de los galpones subterráneos en un centro de recibimiento del Domo Terrestre que había sido construido precisamente para situaciones de emergencia. El lugar tenía literas de dos pisos de gruesos soportes de metal y superficies con colchones más bien duros. Había sido muy complicado diseñarlo pues la zona geográfica sobre la que se asentaba el Domo Terrestre tenía muchos ríos conectados entre sí.

A pesar de tener al menos siete pisos de profundidad, el inmenso lugar estaba atestado de gente que poco a poco y por orden de llegada; se iba acostumbrando a la incomodidad. Muchos todavía sufrían ataques nerviosos debido a la cantidad de cosas horrorosas que habían visto en sus ciudades, a cuál relato más tétrico y perturbador. Tiana estaba ahí, junto a todos ellos, sentada en la cama que le habían dado; preparando la información con su cubo multifuncional que ya solo tenía cinco por ciento de batería. Iría a la Academia Guardiana para transferir los datos a una solicitud para convertirse en Guardiana.

La noche anterior no había podido dormir a causa de la angustia que la aquejaba, se la había pasado viendo fotos, releyendo mensajes de texto, incluso observando una y otra vez el listado de llamadas perdidas las cuales tenían los títulos en francés “Mamá :3”, “Dani :3”, “Benice xd”. Lloraba todo lo referente a su madre, a Danielle, a su vida en su amada y ya destruida ciudad de Estrasburgo. Lágrima tras lágrima lamentaba estar viva y ellas no.

Tan solo le quedaba una pizca de esperanza; pizca representada por el hecho de saber que Berenice estaba viva. En algún lugar del Planeta Delta, aún inaccesible para ella, pero al menos sabía que estaba ahí. Además de su amiga, todavía tenía a su hermano Francis, había intentado comunicarse con él en las últimas horas pero estaba fuera del alcance de la señal.

Aquella tarde, ese sentimiento luminoso había crecido después de haber visitado a Ira Ragnick. Le guardaba algo de rencor, no podía evitar ese molesto sentimiento pues una parte de su corazón le decía que ella habría podido salvar a su mejor amiga; la otra parte comprendía que aunque Guardianes, ellos todavía eran seres humanos. Además le había salvado la vida, esa vida que ella creía que ya no tenía sentido y que de repente, encontraba un nuevo horizonte en esa solicitud para ser aceptada en el Programa Intensivo de Entrenamiento para Jóvenes.

Lo haría para que las muertes de su madre y Danielle no hubieran sido en vano.

El contarle a la Mejor Guardiana Estelar que enviaría sus documentos personales para unirse a la Academia Guardiana, le dio una especie de seguridad y por un momento, quiso creer que no estaba sola en toda esa pesadilla. Incluso si no volvía a hablar con esa Guardiana ni con sus amigos Daniel y Simoné.

—Tatiana, ¿verdad?

La voz de un joven la asustó haciéndole dar un respingo. Provenía de la cama que estaba sobre la de ella.

Cuando levantó la vista, se encontró con la amable sonrisa de un chico de cabello castaño oscuro, delgados ojos cafés, tes blanca, nariz aguileña y rostro algo rellenito. Si no se equivocaba, aquél era Gary Agüero, hijo de padres sudamericanos que vivía en Estados Unidos. Tenía diecinueve años y también había logrado salvarse. Se había presentado el día anterior y casi toda la noche había hablado sobre sus experiencias con otros refugiados.

Solía vivir en una granja en las afueras de Nueva York, tenían maquinaria pesada pues eran productores de grano; grano que era reunido junto con el de todos los productores de la región y exportado a corporaciones mucho más grandes. Ese día, debía ir a la ciudad en su aerodeslizador de carga, pero en las noticias escuchó sobre los ataques a las primeras dos ciudades, y no tardó en escuchar los retumbos a lo lejos. A pesar de estar acostumbrado a vivir rodeado de naturaleza y agua extraterrestre, la presencia Teurus le causó un indecible pánico que le forzó a tomar decisiones rápidas.

Llamó a sus dos amigos que trabajaban en sus cultivos, agarró a sus padres y los obligó a todos a subir a su aerodeslizador de transporte de carga. Fueron directo a la base militar más cercana, pues a pesar de tener un Portal de tele transportación a solo dos millas, no contaban con la tecnología necesaria para usarlos. Esa sola decisión había salvado a todos sus seres queridos o al menos, a aquellos que le importaban.

Tiana habría querido tener tanta suerte, pero según lo que Gary y otros hablaban en voz baja, Estrasburgo había sido una matanza, ni siquiera una invasión. A Estrasburgo enviaron las sobras de las fuerzas armadas y a Guardianes en su mayoría de Tercera Clase.

—Entonces, ¿te digo Tatiana? —insistió el chico.

—Me dicen Tiana —respondió la chica con una sonrisa algo incómoda.

—Tiana, soy Gary, mucho gusto —él sonrió.

Ella solo asintió, pues ya sabía quién era, su forma tan extrovertida de ser no pasaba desapercibida en un lugar en donde la mayoría de la gente eran almas en pena.

—¿De dónde vienes? —le preguntó.

—Estrasburgo, Francia —musitó ella.

—¡Wow! ¿Estrasburgo?

Gary saltó de la litera y se sentó a su lado sin pedir permiso, Tiana solo sonrió asintiendo con la cabeza, sin saber bien cómo reaccionar a esa tan emocionada exclamación. En parte se sentía incómoda, pero a la vez intentaba entender que la demás gente no había experimentado los mismos horrores que ella.




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