Destierro

18 - La Protegida

Al salir del hospital, Ira llamó a su novio para verse al menos un instante antes de volver al servicio activo. Usaba su uniforme plomo para días comunes, todavía tenía la pelotita de goma en la mano derecha, la apretaba cada vez con más velocidad y confianza. Las dos últimas cirugías al brazo fueron suficientes para terminar de conectar sus nervios, además, sentía menos dolor en la división entre extremidad orgánica y artificial. Algo que disminuiría poco a poco en el lapso de dos semanas.

—¡Clay! Me alegro de que pudieras venir —lo recibió sonriente dándole un fuerte abrazo.

—¡Hola, Ira! —por primera vez, su novio la abrazó casi con la misma efusividad. Cuando se separaron, la contempló con una amplia sonrisa—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien —rió ella—. ¿Qué te pasó? ¿Cómo es que sonríes tanto? Eso no es normal en ti —comentó burlona, entrecerrando los ojos.

—Solo estoy feliz de que estés bien, además —el joven se puso una mano al pecho. Su expresión aún era algo seria, pero se notaba feliz—. Aprobaron mi solicitud en el Concejo Guardián.

—¿Cuál solicitud? —"¿Algún ascenso antes de tiempo?", pensó Ira para sí misma.

—Una solicitud que hice para ir al campo de batalla... Contigo —la sonrisa de Ira fue desvaneciéndose a medida que su novio hablaba—. Me tomaron como caso especial, alegué que te hice a ti el Juramento Guardián y después de tu última misión, decidí que debo estar a tu lado para protegerte.

—Wow, eso es... —la verdad era que Ira no se alegraba por eso, el que Clay arriesgara su vida por ella no era una buena noticia.

—¿No te alegra? —Clay arrugó las cejas, comenzando a desilusionarse—. Pasaremos más tiempo juntos, como siempre quisiste.

—No me convence la idea de que tengas que arriesgar el trasero para que "pasemos más tiempo juntos" —lo miró a los ojos fijamente y pudo notar una sombra de angustia en sus facciones—. Espera... ¿qué es lo que ocurre?

—¿Eh?

—No es por pasar más tiempo conmigo, estás ocultándome algo...

—Pues solo que tendré que esperar —tomó su mano derecha y le quitó la pelotita que ella apretaba con tanto ahínco. Observó el objeto con atención—. Mi equipo está de misión en el Planeta Z-13, ¿recuerdas? ¿Vitali y Stacy?

Ante la evasiva de Clay, Ira decidió no insistir más con el tema, pero en el fondo estaba aturdida por la repentina noticia. Él nunca había mostrado interés en acompañarla a sus misiones, ¿por qué ese cambio de actitud? ¿Tendría algo que ver con el sueño que tuvo? Quería decirle que no fuera con ella, pero también sabía que él era terco y de igual forma se saldría con la suya.

***

Las pruebas fueron extrañas para Tiana: primero le pusieron ventosas en la frente conectadas a un ordenador que le mostraba distintos tipos de imágenes abstractas. Las ventosas transmitían lecturas de sus impulsos neuronales. Los exámenes de lógica y abstracción fueron lo más sencillo de todo. Todo se complicó en la prueba física en un circuito que no pudo completar, sus brazos cedieron dos veces en el primer pasamanos y tuvo que repetir el siguiente salto largo pues no llegó al punto indicado, pasó por debajo de un alambrado de púas, un angosto túnel resbaladizo y gracias a un milagro dio un salto tan alto que logró subir a una plataforma elevadiza. Al llegar a la mitad se quedó a medio camino de una larga cuerda de muro. Para ese punto, había alcanzado el límite de tiempo.

Lo único que le dijo una desconocida voz a través de los parlantes al terminar su examen, fue que esperara afuera hasta que sus resultados estuvieran listos. En la sala de espera se encontraban otros chicos aguardando el llamado. Algunos tardaban más de diez minutos, otros salían con pálidas expresiones pero satisfechas sonrisas por haber sido aceptados.

—¿Cómo te fue? —de un momento a otro, sintió la presencia de alguien más que se sentaba a su lado. Se trataba de Joel, el chico del refugio.

—Pensé que ya te habías ido —sonrió Tiana, fingiendo su nerviosismo por los resultados.

—Tenía sed —él devolvió el gesto alzando triunfal, una lata de gaseosa—. ¿Cómo te fue? —insistió abriendo el envase.

—No sé, no pude terminar el circuito final y en la prueba de inteligencia emocional me dieron náuseas —Tiana se llevó una mano al estómago haciendo una mueca de desagrado.

Algo le decía que no la aceptarían, ¿cómo podía habérsele ocurrido a Danielle el dejarle con una responsabilidad como esa? Ella no era deportista y aunque en el pasado era una chica despreocupada y feliz, después de la invasión de los Teurus a Estrasburgo, aunque se había puesto a sí misma la determinación de seguir adelante honrando a sus personas más amadas; en el fondo se cernía la angustia que había mellado su resistencia psicológica, algunas noches dormía poco por las pesadillas que la despertaban a las cuatro de la mañana. Lo único que no había resultado afectado, era su gran coeficiente intelectual, acompañado de su facilidad con la tecnología, números y demás materias exactas.

—No creo que te acepten, no con Sigrid Poella al mando —Joel se encogió de hombros, pero le puso una mano en el hombro.

—¿A ti como te fue? —suspiró la otra, incómoda.

—Me fue muy bien —asintió con la cabeza el muchacho, satisfecho—. Espero aprobar.

Pasó un momento en silencio y por fin escuchó su nombre por el micrófono. A pesar del incisivo temblor de piernas, se levantó y entró a la sala de pruebas una vez más. Se encontró con los rostros de Sigrid y Poella y Kevin Richards. Sin embargo, a un lado, en el largo escritorio donde estaban esas autoridades militares, les acompañaba un hombre desconocido con un curioso peinado de hace más de un siglo, gafas y mandil blanco. A diferencia de los otros dos, tenía expresión amigable.

—¿Tatiana Gaelle Russell? —increpó Sigrid con ceremoniosa voz.

—Sí, soy yo.

Kevin Richards escribió sobre un teclado holográfico y a continuación, se proyectó una pantalla grande entre ellos y la postulante. En ella, se mostraban los puntajes que Tiana había obtenido en las pruebas.




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