Como en cada teletransportación, las piernas de Ira flaquearon y cayó de rodillas sobre el cemento. Se levantó al instante para que sus amigos no vieran su debilidad. Espabiló y se irguió antes de dirigir su mirada café claro al horizonte que se levantaba frente a ella: la ya destruida ciudad de Estrasburgo, donde se encontraban los fantasmas de las personas que habían muerto bajo sus órdenes. Sacudió la cabeza al escuchar a sus compañeros.
Al igual que ella, llevaban sus uniformes de Guardianes, sus armas a un costado y espalda. Pasaron unos segundos y Tiana llegó detrás de Dan y Siny; a diferencia de ellos, le habían dado una indumentaria lisa, con solo la protección necesaria. Usaba una muñequera temporal que hacía funcionar un dispositivo Gamma mucho más simple que el de uso militar.
—Todo estará bien —suspiró Ira, caminando hacia las rampas que la llevarían afuera de la alcaldía.
—Esto es de locos. —A pesar de todo, Dan parecía emocionado—. Debimos esperar…
—Al menos hasta que tu brazo se hubiera curado por completo. —Siny bufó y se hizo a un lado para darle paso a la protegida de Ira.
—Lo lamento, no quise causar problemas. —La susodicha se frotaba las manos sudadas.
—No te preocupes. Yo me metí en esto, es parte del Juramento. —Ira trataba de ignorar la incomodidad de su casi inmóvil brazo derecho, vendado desde el codo hasta la muñeca.
—Vamos, pues —propuso Dan mientras programaba el escaneo global de hostiles en su Modelo Gamma. Aparecerían como puntos rojos en la pantalla, tardaría un rato en actualizarse.
Los cuatro se internaron en la ciudad trotando a buen ritmo. A momentos, se detenían para dejar descansar a Tiana quien no tenía mucha resistencia aún; Ira insistía en que no se preocupara. Eran las dos de la tarde y media, los rayos del sol a duras penas se deslizaban entre las nubes de contaminación ambiental, con la destrucción de sus purificadores de aire; la polución no tardó en regresar a su lugar habitual. Eso, sumado a la penumbra que ocasionaba la nube de radiación.
Fueron enviados a los Portales en el complejo de refugiados, debajo de la municipalidad de Estrasburgo. El plan era simple: infiltrarse en la ciudad, llegar a la casa de Tiana y volver. Su mayor preocupación eran los rasos que hubieran quedado atrás.
Se encontraban a una hora del objetivo. La peor parte de la misión era caminar entre tantos cuerpos humanos que iniciaban un estado de putrefacción; hinchados y verduzcos, soltaban un hedor nauseabundo que perforaba sus fosas nasales. Tiana daba arcadas, aguantando el vómito. Siny trataba de calmarla.
—Tranquila, Tiana —le decía—. Mantén la vista en mí, o en Dan —señaló al joven, quien se dio vuelta y le guiñó el ojo—. O incluso en Ira. —Ella solo levantó la mano izquierda sin mirarla.
—E-Está bien. —Tiana se limpió el sudor frío de la frente.
Se escabulleron a través de un edificio, tratando de hacer el menor ruido posible. De rato en rato, Ira les daba indicaciones por el intercomunicador. Pasaron entre chamuscados sillones y pantallas comerciales rotas. Había pedazos de vidrio repartidos en el vestíbulo de una antes gloriosa empresa empacadora de alimentos.
—¿Alguien quiere descansar? —Ira lideraba el paso mientras cruzaban una calle a toda velocidad. Su respiración se oía entre cortada, trataba de no oler ese apestoso aroma a muerto.
—Yo estoy bien. —Dan le seguía el paso con tranquilidad.
—Yo también —complementó Siny—. ¿Tiana?
—Todavía puedo avanzar.
—Así se habla —aprobó Ira, orgullosa.
Aún recordaba la forma en que Clay se había despedido de ella, a diferencia de todas las demás veces, él no se mostró enojado, ni frío, ni siquiera le reclamó. Solo esa triste expresión en su rostro, pidiéndole que se cuidara.
Scott ya tenía el informe de la evacuación que Ira había dirigido. De no ser por la invasión, habría sido confinada al menos a tres meses de arresto y acondicionamiento mental. Por suerte para ella, la humanidad no podía darse el lujo de encerrar a sus mejores Guardianes, por lo que la pena fue de una semana. Al menos serviría para acostumbrarse a su nuevo brazo. Lo malo de esos arrestos, era que los mantenían encerrados sin derecho a visitas y bajo los efectos de pastillas para la claustrofobia.
Pasaron cuarenta y cinco minutos, gracias al cuidado que procuró el grupo al momento de avanzar, no llamaron la atención de bestias o entes. Para esa hora, el escaneo de patrones genéticos de Dan ya había terminado. Los rasos estaban lejos; sin embargo, aún debían cuidarse de los Oficiales Teurus, no se contaba con suficiente información genética sobre ellos y no aparecían en el mapa.
De pronto, mientras se escabullían por la ventana rota de un edificio de oficinas, escucharon un grito agudo y monstruoso, nunca lo había oído antes. La líder del equipo alzó la vista y vio una especie de murciélago revoloteando de aquí allá, cual polilla; a unos veinte metros de altura, justo debajo del tragaluz de la construcción. Tenía la piel llena de asquerosas costras y en vez de rostro, en la punta ostentaba unas pequeñas fauces con cuatro afilados colmillos que, al abrirlos, mostraban su viscoso interior.
—Ocúltense.
Ira y Dan se cubrieron detrás de un escritorio de recepción, mientras que Siny y Tiana se apegaron a una pared amarilla con manchas negras y salpicaduras de sangre; la civil tenía todo el cuerpo temblando de susto.
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Editado: 12.12.2024