"El hilo rojo del destino, pude estirarse, o enredarse, pero jamás romperse".
Una leyenda japonesa habla sobre un emperador y una bruja que según se decía sabía ver el hilo rojo del destino, el emperador quería saber a quien estaba unido su hilo rojo, así que mandó a llamar a la bruja, ella lo condujo hasta un puesto de mercado en el que se encontraba una pobre campesina con su hija recién nacida en brazos.
- "Este es el otro extremo, su majestad" Dijo la bruja apuntando a la señora y su pequeña hija.
-"¿Es ella?" Preguntó el emperador molesto por tal ofensa, pues cómo un emperador podría casarse con una campesina.
El emperador empujó a la campesina haciendo que la niña cayera provocando que se hiciera una marca en la frente.
Tiempo después llegó la hora de que el emperador contraiga matrimonio, la corte le recomendó que se casara con la hija de un guerrero muy poderoso, el día de su matrimonio la novia traía un vestido muy bonito y un velo que le cubría toda la cara, al alzar el velo de la novia el emperador se dio cuenta de que su esposa tenía la misma marca que él mismo le había provocado hace algunos años a la pequeña niña. Su hilo rojo del destino se había enredado, pero no se había roto, es así como la leyenda japonesa ha ido rotando por todos los lugares del mundo.
Estaban de regreso a Ovidia, el vuelo 703, viajaban en la noche, eran exactamente las 8, Clara recordaba lo que había sucedido hace apenas unas horas.
-¿Por qué no me dijiste que eras la persona con la que estoy destinado a casarme? Pregunta Alex sorprendido y atónito.
-Al igual que ti, tenia que guardar el secreto... debes comprenderme, así como yo te comprendo que no me hayas dicho que eres el príncipe de Órcega y que te casarás con la reina heredera de Ovidia... o sea yo. Responde Clara.
-Lo siento mucho, su majestad. Dice Fernando desesperado. -Yo no sabía...
-Usted no sabía que yo era la reina heredera de Ovida, lo comprendo... pero eso no le da derecho a hacer de menos a las personas, ahora estoy considerando que usted no se merece tener la corona de Órcega.
-¿Eso quiere decir que no seguirá con la boda? Pregunta Fernando nervioso y asustado.
-Seguiré con la boda, no por su deuda, si no porque amo a Alex y quiero casarme con él. Responde Clara tomando de la mano a Alex.
-¿Y tú Alex? ¿Aún quieres casarte con ella? Pregunta Fernando.
-Ahora más que nunca quiero casarme con ella... quiero escapar de este remedo de vida que tengo, me acabo de enterar que soy adoptado y que la persona con la que estaba obligado a casarme ahora es la persona a la que más quiero. Responde Alex.
-¿Adoptado? Pregunta Clara confundida.
-Es una larga historia. Responde Alex evitando contarle todo a Clara.
Clara sale de su recuerdo, observa por la ventana, el cielo estaba completamente oscuro, se alcanzaba a ver solo las nubes y unas pocas estrellas.
-¿En qué piensas? Pregunta Alex un poco somnoliento.
-El destino nos jugó una mala jugada, durante todo este tiempo estuvimos destinados a estar juntos, pero no nos habíamos dado cuenta. Responde Clara.
-¿Haz escuchado sobre el hilo rojo del destino? Pregunta Alex sobándose los ojos.
-Lo he escuchado, pero no creo en esa historia, más bien dicho no creo en el destino, solo en las casualidades. Responde Clara.
-¿Aún después de todo lo que nos ha sucedido, no crees en el destino? Pregunta Alex
-Fue a causa de las casualidades. Responde Clara con seguridad.
-Está bien, tú crees en las casualidades y yo en el destino... pero no olvides lo que voy a decirte... "El hilo rojo del destino puede estirarse o enredarse, pero jamás romperse".
Clara permanece pensativa, había escuchado muchas veces esa frase por su madre, pero ella jamás había creído en eso. De pronto hay turbulencia en el avión, las azafatas ordenan abrocharse el cinturón de seguridad, aparte de la turbulencia, hay una falla en el avión y hay un aterrizaje accidental, desafortunadamente se estrella dejando muchos heridos, inclusive muertos. Días después encuentran a todos los pasajeros del avión, muchos tienen fracturas, quemaduras y desafortunadamente muchos otros murieron.
-¿Dónde estoy? Pregunta Clara que contenía múltiples fracturas en todo su cuerpo y no recordaba nada de lo que había sucedido.
-En un hospital de Ovidia. Responde su madre que había llegado por una llamada del hospital, ya que Clara tenía agregado el número de su madre en su celular como número de emergencia.
-¿Quién soy? ¿Y quién es usted? Pregunta Clara.
-Tu nombre es Clara, y yo soy tu madre, no me recuerdas porque sufriste un accidente y según el doctor tienes amnesia temporal, es por eso que no me reconoces.