Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 4

Una pesadilla y dos hermanos extraños

El viento azota mis mejillas y despeina mis cabellos, haciendo que quiera correr a refugiarme bajo mis sábanas. Me detengo sin haber sido consciente de que caminaba y agudizo mi oído, tratando de encontrar lo que provocó un escalofrío en mi espina dorsal.

Es mi nombre. Alguien grita mi nombre.

Corro asustada, aquel grito no es de ayuda ni mucho menos. Tiene la tonada justa que usan los cazadores cuando están a punto de cantar victoria por la increíble presa que llevarán a casa. Tengo mucho miedo. Golpeo mis brazos contra las ramas para evitar que éstas me piquen los ojos y puedo sentir el dolor de mis pies desnudos por cada paso que dan contra las ramas secas del bosque. Tropiezo en el vano intento de saltar un tronco caído y mi corazón sube por mi garganta en cuanto siento sus pasos cada vez más cerca.

Estoy atrapada.

A lo lejos vislumbro la desolada carretera y tomo carrera hacia ella con la esperanza de que alguien me ayude.

¿De quién escapo?

Llego a lo que tiene pinta de ser una ruta abandonada. Luce como si pasaron años desde que alguien puso sus ruedas sobre ella.

¿Dónde estoy?

Llevo mis manos a mi rostro y gimo frustrada y asustada, sin saber lo que está pasando. Entonces soy consciente del líquido espeso que se embarduna en mis mejillas.

¿Por qué hay sangre en mis manos?

Bajo la vista para contemplar el resto de mi cuerpo, entonces soy consciente de que llevo puesto el mismo camisón que usaba cuando era pequeña, específicamente: cuando tenía once años.

Cuando mis padres murieron.

Pero este está lleno de sangre.

Giro mi vista para asegurarme que el cazador ya no está pero no veo nada, la carretera está cubierta por una enorme capa de neblina que limita mi visión y provoca que mis sentidos se pongan alerta. Me volteo y mi boca se seca.

¡Es él! ¡Está vivo! ¡Mi padre está vivo!

Corro a abrazarlo pero sus manos en alto me detienen antes que pueda seguir avanzando. Luce desesperado e impaciente. ¿Qué le ocurre?

Ann, mi amor, debes ocultarte, no dejes que nadie sepa que sigues viva y procura protegerte. Confía en ellos y nunca olvides que te amo.

¿Qué? ¿Papá? ¿De qué hablas?

—Escucha, hermosa: ellos necesitan más pruebas. Necesitan más pruebas para contarte la verdad —su rostro es puro desespero—. No te cierres con ellos, son de fiar. Gabriel me lo aseguró.

No entiendo de qué habla y tampoco hago esfuerzo en entender sus palabras. Sólo quiero llegar hasta él y llorar fundida entre sus brazos.

Nos veremos pronto, cariño.

Quiero correr para impedir que escape pero no consigo moverme, parece como si estuviera pegada al suelo. De repente, mi padre comienza a cambiar de forma. Su pelo se achicharra poco a poco mientras que su piel se oscurece y ampolla. Lo veo caer al suelo mientras lanza gritos agonizantes y lágrimas rojas rondan por sus mejillas carbonizadas. No puedo moverme. No puedo gritar. No puedo salvarlo.

Su cuerpo sin vida se levanta en medio del pavimento, carbonizado y sin ropa me señala con su dedo índice quemado.

Fue todo tu culpa —dice con una voz ronca que no pertenece a él. Cierro los ojos tratando de poder evitar lo que sucede.

¡No! —grito con una voz que sale de lo más profundo de mi ser. Mi garganta se raspa y no me sorprende sentir la sangre subir hasta rebalsar mis labios.

El miedo y la desesperación estaban allí mucho antes de que abriera mis ojos, estaban presentes en mi cuerpo y arraigándose a mi pecho como si dependieran de ello. Aquel sueño había sido realmente perturbador y, a pesar de tener varias razones para abrir mis ojos, mi cuerpo se negaba a hacerlo. Susurrándome que en verdad yo no quería despertar a pesar de ya estarlo.

Pero cuando sentí a alguien suspirar sobre mi rostro, en mi cuerpo se instaló una alarma que desde el accidente no había sido capaz de volver a sentir. Aquello provocó que mis párpados se despegaran como si quemaran al estar juntos y, de un movimiento torpe, me incorporé sobre el borde de mi cama, el cual al parecer se achicó ya que pronto estuve besando el suelo.

Sin dudas sería un gran día.

Daba asco, estaba cubierta por una capa de sudor frío y aquello sólo era un factor más que se sumaba a una mala mañana, el factor principal era la maldita pesadilla, aquel sueño encabezaba todas las listas negativas posibles.




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