Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 5

Una noche distinta a las demás

—¿Qué crees que quiso decir con eso? —le pregunté a Brooke al cabo de un buen rato esperando una respuesta que le costaba formular.

Luego de las extrañas palabras de Shopie y su "debo protegerte" que me habían dejado la curiosidad picando en mis venas, cuestioné a la pelinegra de tal forma que su boca sólo emitió insignificantes balbuceos que no hicieron más que confirmarme que había tirado de su lengua mucho más de la cuenta.

Eso y que tanto ella como su hermano estaban locos.

Sin embargo, se negó a revelarme el significado de sus palabras. Ante su desconcierto por haber hablado de más y la búsqueda de algo que decir, opté por dejarla sola y seguir en mi encuentro de un taxi, tal y como tenía planeado. Ambas nos beneficiamos de mi decisión.

—Tal vez quiere hacerse tu amiga pero no sabe cómo —dudaba de aquello. Shopie era una chica extrovertida, ella sabía muy bien como hacer amigos.

Yo no era ninguna asocial. Estaba segura de que una regla principal para entablar relación con una persona era no cohibirla o decir cosas como "debo protegerte" teniendo días de conocerla.

—No lo creo... ¿Y cómo explicas la actitud de Derek?

Brooke era mi mejor amiga. Si ocurría algo relevante en nuestras vidas, era un deber contárnoslo la una a la otra. Por lo tanto, no le oculté nada del extraño día de ayer.

Brooke bebió de su jugo y sus verdes ojos revolotearon por toda la estancia, deteniéndose sobre la mosca que descansaba cerca de nosotras. Volvió a mirarme mientras se encogía de hombros y, acto seguido, tomó el veneno para insectos y se lo roció a nuestra invitada.

Debía recordar nunca hacerla enfadar.

—Yo creo que le interesas, sino no te daría explicaciones —tomó una servilleta y limpió los restos de la mosca—. Deberías aceptar su propuesta de salir.

—No lo haré. Tiene novia. La ame o no —lavé mi plato y me volví hacia la rubia—. Y no te hablaba de eso —la regañé, cruzándome de brazos—. Me refería a lo que pasó entre Kate y él.

—Pues... para eso sí que no tengo explicación. Pero tampoco es como si pudiera haberla hipnotizado, esas cosas no pasan en la vida real... lamentablemente —murmuró sus últimas palabras y sonreí, sabiendo qué haría—. ¡No me cuentes! —advirtió—. No quiero ser partícipe de tus retorcidas ideas. Mejor me avisas cuando todo suceda.

Le sonreí y me puse en pie, decidida a dar comienzo a mi tarde. Amaba los viernes, Brooke y yo salíamos temprano de clases y nos quedaba todo el día libre. Por lo general, ella salía con Tyler y yo me dedicaba a hacer las compras de la casa. Compras necesarias. Amaba ese tipo de compras ya que no me hacían sentir como si estuviese desperdiciando la herencia de mis padres. Luego, solía dar un paseo de meditación para acabar bajo la copa de un frondoso árbol de la plaza central.

Sencillos placeres de la vida.

Pero hoy tenía ganas de otra cosa.

Caminé en dirección al baño y tuve que detenerme en cuanto sentí una opresión en mi pecho tan intensa que nubló mi vista, generándome náuseas.

—¿Annie? —me llamó Brooke por mi sobrenombre exclusivo de ella. Notaba la alarma en su voz mientras dejaba caer mi peso sobre la pared—. Annabeth, ¿qué te ocurre?

—No lo sé... —el simple movimiento de mis labios provocó que el vómito subiera por mi garganta. Incapaz de detenerlo y correr hacia el baño, no tuve más remedio que doblarme y expulsarlo en el piso.

—¡Annie! —gritó mi amiga mientras yo jadeaba y varias lágrimas caían por el miedo.

Sentí a Brooke tomarme de los brazos para ponerme en pie y dirigirme al baño, donde le indiqué con débiles movimientos que quería hincarme sobre el retrete. Obedeció y no tardé mucho en meterme los dedos para expulsar lo que quedaba de mi almuerzo.

Lloré agarrada por Brooke y, al mirarla, ésta se deshizo de mi agarre y se puso en pie de un salto. Estaba asustada, el terror bailaba por su mirada. Pronto sacudió su cabeza y volvió a agazaparse a mi lado, acariciando mi cabello.

—¿Qué ocurrió? —le pregunté, refiriéndome a su reacción.

—No es nada —rió incrédula mientras yo tiraba la cadena—. Sólo creí ver tus ojos rojos, ya sabes que debo usar gafas desde hace mucho.




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