Rubio problemático
Apenas abrí los ojos, me incorporé y corrí hacia el baño para vomitar lo que parecía ser agua. Sí, nada más, nada menos. Gruñí, ya cansada de estar con aquellos problemas o síntomas como Derek había dicho. Quería dejar de vivir en la ignorancia.
Lavé mis dientes y tomé un largo baño que no sirvió más que para llenarme de nuevas dudas y conclusiones absurdas.
Por lo que, en cuanto terminé de vestirme, tomé nerviosa mi celular y busqué su número. Pensé muy bien lo que haría, ¿en serio lo llamaría? Sí, por supuesto que sí.
Esperé paciente a oír su voz a través de la línea, más eso nunca pasó. En cambio, tuve que conformarme con dejarle un mensaje comentándole que necesitaba hablar con él... y que no malinterpretara eso. Miré la hora luego de cortar la llamada y maldecí a los cuatro vientos al percatarme de que me había perdido mis primeras dos clases.
¿Qué diablos me había inyectado?
Maquillé mis golpes y salí corriendo hacia la universidad. No me atreví a mirar el callejón por el que Tania me había sorprendido.
Luego de una extensa carrera, llegué jadeando y bastante sudorosa a mi tercer clase. Me disculpé con la profesora y apresurada me senté en el primer asiento que encontré vacío. Sabía lo mucho que le molestaba a la señora Torres la impuntualidad, por lo que comprendí que se ensañara conmigo y me hiciera mil preguntas sobre el tema que veríamos hoy. ¿Si pude contestar con éxito? Sólo ella lo sabría.
Cuando acabaron mis clases, busqué por toda la universidad a cualquier Donovan, esperando que alguno pudiera responder a mis preguntas o, al menos, que me dijeran qué me había inyectado el pelinegro.
Frustrada y cansada de no ver ni un mínimo rastro de ellos, caminé hasta mi departamento y, en cuanto llegué, hundí mi cabeza en la heladera. Estaba demasiado hambrienta. Me preparé un sándwich y, no conforme con eso, opté por calentar el almuerzo de ayer, decidida a engullirlo de un sólo bocado si era posible.
—Annabeth...
Dejé de masticar y busqué de dónde provenía esa voz tan ronca y maligna, sintiendo el miedo erizar cada centímetro de mi piel. Era la misma sensación que había sentido años atrás. La misma.
—Ven, mi niña.
No quería hacerlo. No quería dejar mi comida y abandonar mi asiento. No quería y, sin embargo, mi cuerpo reaccionó por sí solo y se trasladó hacia mi habitación. Una lágrima de miedo e impotencia se deslizó por mi mejilla conforme mis pasos me acercaban a la puerta, la abrí y más lágrimas cayeron al ver a un hombre sentado en la silla de mi escritorio.
Un sombrero tapaba gran parte de su cara y llevaba puesto un impoluto traje negro que lo hacía lucir mucho más temible que si hubiera estado vistiendo ropa casual. Pero eso no era nada. Claro que no. Lo que más había llamado mi atención (o provocado mi miedo) era aquella inhumana sonrisa que te transportaba al infierno sin previo aviso.
—Pronto nos veremos, mi niña —canturreó, mi labio tembló al ver que los suyos ni siquiera se habían movido—. Y no servirán de nada sus intentos por ocultarte.
Había una parte de mí que moría por levantar su sombrero y ver su rostro completo pero, la otra parte, se deshacía en llanto y deseaba despertar del mal sueño, intentando engañarse diciendo que sólo era una pesadilla. Mi corazón latía de prisa y era incapaz de apartar la vista de aquel ser, sabiendo que, si lo hacía, algo malo podría pasar.
Deja de mirarlo ¡y corre!
Un fuerte golpeteo me sacó de mis cavilaciones y no fui consciente cuando giré a mirar hacia la sala, olvidando mi promesa de no apartar la vista de tan espeluznante ser. Me maldije a mí misma y, al voltear en dirección a donde se suponía que debía estar, me sorprendí y alivié al no encontrar nada.
Otro fuerte golpeteo me hizo salir corriendo de mi cuarto mientras limpiaba mi rostro para luego abrir la puerta y encontrarme con cierto rubio que ya conocía.
—¿Jayson?
El nombrado sonrió y rascó su nuca, como si sopesara sus palabras. Alcé una ceja con intriga, sin saber muy bien las razones que él tendría para aparecer por mi departamento sin previo aviso. ¿Todos los vampiros eran así de confiados? Porque... Jayson era un vampiro, ¿no? Carraspeé para sacarlo de sus pensamientos y le cuestioné su presencia.