Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 21

Hielo y fuego

Superar casi ocho años de culpa, ¿qué tan difícil podía ser? Pues al parecer bastante si no has estado sintiéndote bien contigo misma en los últimos malditos noventa y cuatro meses.

Volví a mirar al nuevo profesor y asentí sin saber qué puntos debía corregir de mis proyectos. Diablos... esa lucha estaba consumiendo mi vida. Me retiré del salón sin sentirme cómoda con el entorno y caminé hasta la banca más cercana mientras sacaba una hoja desgastada en la que había anotado (en el transcurso de la mañana) las diez mejores formas de conseguir que Brooke me hablara.

Seguía sin tener una respuesta convincente.

Comencé a impacientarme en cuanto el aroma de cierto vampiro inundó mis sentidos y no pude evitar cerrar mis ojos para deleitarme con tan hermosa fragancia. Era fresca, sumamente fresca... y aún así no podía descifrar a qué demonios se parecía, resultándome frustrante. No podía ser que hasta su aroma fuese tan misterioso, me negaba a aceptarlo.

La estruendosa campana me sacó de mis pensamientos y abrí mis ojos alarmada mientras miraba la hoja frente a mí, apenas había escrito ideas erróneas y garabateado unos cuantos dibujos en el margen. Era mediodía y seguía sin tener respuestas con respecto a Brooke. Mierda, maldito Derek.

—Deberías darle su espacio —opinó el vampiro mientras se sentaba junto a mí.

—A Brooke no le gusta que le den su espacio —dije con la vista clavada en el arrugado papel. A pesar de que poco a poco comprendía que no era mi culpa sino de Zack, me rehusaba a dejar de buscar algún tipo de ayuda para mi amiga—. Pero ahora ni siquiera parece la misma persona...

Derek acomodó un mechón de cabello detrás de mi oreja y me brindó una sonrisa comprensiva, algo que, de alguna forma, me indicaba que él entendía cómo me sentía.

¿Cuánto había sufrido con la pérdida de su mellizo y, seguidamente, con sus descendientes?

—No des las cosas como perdidas, preciosa —murmuró con sus reconfortantes ojos oscuros calando en lo profundo de mi corazón—. Generalmente todos quedamos un poco traumados ante el primer ataque de un demonio, sólo dale su tiempo y las cosas volverán (con calma) a su lugar.

—¿Todos? ¿A ti también te atacó un demonio?

—Algo así —rió Derek—. Fue cuando apenas comenzaba a trabajar para el Vaticano. Imagínate que, a los de allá abajo —señaló el césped bajo nuestros pies y volvió a mirarme—, no les agrada saber que pierden a una de sus criaturas nocturnas.

—¿Eso quiere decir que quedaste traumado o algo por el estilo?

Derek acomodó su cabello y rascó su nuca, como si rememorar aquellos días aún le costara.

—Definitivamente necesité mi tiempo, es difícil procesar las cosas que te muestran los demonios —asentí y comprendí que no le gustaba mucho hablar del tema, por lo que busqué la manera de alivianar el ambiente o, al menos, darle a entender que tenía mi apoyo.

—Zack me hizo creer que mi familia estaba en el Infierno por mi culpa —murmuré sin mirarlo y estremeciéndome al recordar sus gritos y llantos agonizantes—. Lamento si en algún momento te presioné a hablar de algo que no querías, Derek. Supongo que fui muy inconsciente y... creo que no debería presionar a Brooke para hablar.

Sus brazos me rodearon por los hombros, instándome a recostar mi cabeza sobre su pecho y, por cuenta propia, decidí trazar círculos imaginarios en su muslo mientras permanecíamos en el más cómodo y cálido silencio.

Jamás había estado así con un chico.

Había tenido sexo, sí. Me habían besado y acariciado luego del acto, sí. Incluso soy capaz de admitir que salí un par de veces mientras ocultaba la ilusión que me hacía el tener a alguien que me quisiera, sí.

Pero jamás me habían regalado flores, jamás me habían dicho que era hermosa sin hacerme sentir un objeto, jamás me habían brindado un silencio cómodo e inocente que tenía el reconfortarme como único objetivo.

Supongo que... Jamás me había sentido querida.

—Gracias —le susurré al tiempo que me alejaba de él y entrelazaba nuestras manos—. Gracias por todo, en serio.

—Gracias a ti por aparecer en mi vida, preciosa.

¿Y se suponía que este muchacho era una criatura de la noche?




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