Paraíso
Antes, en aquella época en la que ignoraba mi procedencia, las únicas cosas que solían causarme estrés eran las materias en la que los profesores te exigían en sobremanera, pero ahora, mirando el pasado, desearía volver a enfocar mi preocupación en pasar los exámenes en vez de estresarme al no saber qué pasará en los próximos cinco minutos y mucho menos en los próximos cinco días.
Y es que podría decir que los siguientes días a mi visita en aquel asilo habían pasado "normalmente" pero entonces estaría mintiendo, puesto que una hora después de mi llegada y tres horas antes de que (supuestamente) tuviera que despertar para ir a la universidad, alguien había tocado descaradamente a mi puerta alegando que debía de enseñarme algo.
Claro que cuando Mike dijo "debo enseñarte algo", creí que se refería a mostrarme algún acontecimiento inútil que sólo a él podría parecerle importante y no que, literalmente, me enseñaría a profundizar mis habilidades mentales.
—Ese es trabajo de Lena —le había dicho y él se limitó a soltar una carcajada lo suficientemente tosca como para hacerme saber que aquella respuesta no le causaba ni la más mínima gracia.
—Puedo asegurarte que lo que yo te enseñaré, ella ni siquiera ha comenzado.
Y luego de grandes insistencias por su parte y negativas por la mía, Mike había logrado sacarme de mi departamento y llevarme hasta la descuidada terraza del edificio (puesto que no le había concedido el permiso para ingresar). Allí me sorprendí cuando me arrojó una pequeña libreta que, al abrirla, noté que tenía gran variedad de armas dibujadas a mano y otros tantos pares de criaturas, todo con sus respectivos nombres.
—¿Lo hiciste tú? —pregunté asombrada ante los perfectos y delicados trazos que allí se guardaban.
—¡Que va! Soy un asco dibujando, lo mío es la música. Eso se lo robé a una de mis tantas amantes —aclaró, restándole importancia y marcando con su índice las palabras que yacían debajo de cada boceto—. Agradece que justo esta hablara español.
—Está bien, ¿y entonces qué se supone que haré con esto?
—Estudiarlo, tonta —respondió con obviedad—. Gran parte de esas criaturas y armamentos estarán en La Batalla, no querrás llevarte una sorpresa ¿o sí?
Lo miré escéptica y asentí, sin entender qué ganaba con ayudar a alguien de su bando contrario. ¿Por qué lo hacía? Ante mi análisis, él sonrió y desapareció ds la terraza, volviendo al cabo de dos minutos con un bolso que arrojó a sus pies y un hombre a cuestas al que no había dudado en dejar caer sin ningún cuidado para luego decirme que practicaría con él. Al principio me había horrorizado y negado rotundamente a tener que implantar imágenes en una persona inofensiva hasta que, claro, él me hizo ver las cosas desde otra perspectiva.
—Annabeth, piensa que este tipo mañana con suerte no recordará nada, está tan ebrio que ni siquiera recuerda su propio nombre y, si vamos al caso, apuesto a que este maldito ha estado engañando a su mujer con la zorra de su secretaria, puedo sentir dos distintos perfumes en su piel, y ninguno es de hombre —Mike de alguna manera sabía cómo convencerme y, sabiendo que no dejaría de insistir, acepté usar a esa persona como un conejillo de India.
Debía admitir que me había costado lo mío meterme en la cabeza del barrigón y manipularla a mi antojo, Mike me había indicado que para introducir imágenes y hacerle creer al manipulado que de verdad estaban ocurriendo, yo tenía que proyectarlas primero en mi cabeza y una vez estuvieran bien formadas pasarían a, según él, "mi víctima".
Cuando creí que aquel entrenamiento había sido suficiente y estaba dispuesta a dejarme caer al suelo, Mike pateó mis piernas para luego arrojarme una gran espada que seguramente medía más de medio metro y que había sacado de aquel misterioso bolso con más artefactos dentro.
Habíamos pasado la siguiente hora peleando exhaustivamente con distintas armas y, al momento en el que estuve dispuesta a bajar de la azotea, Mike se había girado a verme con una gran sonrisa en su rostro al tiempo que mencionaba lo terrible de mi aspecto, asegurando que era un asco manejando armas de combate y que, por lo tanto, estaría todas las madrugadas esperándome a la misma hora para entrenarme.
Pero por otra parte, los entrenamientos con Lena no habían sido más de lo mismo: entrar en las mentes, destruir muros, crear los míos propios al tiempo que hacía dos o tres cosas a la vez e intentar hablar por telepatía, cosa en la que había estado mejorando. Tal vez nunca lo admitiría pero agradecía que Mike se hubiera involucrado en mi entrenamiento puesto que la vampiresa aseguraba que era mejor perfeccionar las cosas básicas para luego comenzar con lo más complejo, y, en tiempos como estos, no estaba del todo segura que fuera bueno ir tan lento.