Capítulo 26

Lunes, 12 de noviembre de 2018
Seis días para la batalla

Desperté al sentir una ligera y fría caricia en mi mejilla, era suave como el algodón y poseía un tipo de calidez que era capaz de percibirse a través de tan fría piel.

Abrí mis ojos e inmediatamente aquella persona apartó la mano como si hubiera estado cometiendo un crimen, fue entonces que la luz que se filtraba por la gran ventana me dejó ver las definidas facciones del vampiro junto a mí.

Una ligera sonrisa se reflejó en el rostro de Derek y la vergüenza por todo lo ocurrido me cayó como a un balde de agua fría, el ojinegro ante mí rió al ver mi sonrojo para luego volver a posar su fría mano sobre mi mejilla. Adoré el contraste que hicieron nuestras distintas temperaturas en ambas pieles.

—Lo siento —dije con voz ronca, estaba tan avergonzada de mi comportamiento que me creía capaz de cavar un pozo y no quitar mi cabeza de ahí nunca más—. Yo... yo no sé qué me ocurrió.

Me levanté de la cama y caminé hasta quedar frente a la ventana al tiempo que me percataba que estaba en la habitación de Derek. Evité decir algo al respecto. Vi mis oscuros ojos reflejados en el cristal y las imágenes de lo ocurrido me asaltaron tan rápido como un disparo.

—No tienes de qué preocuparte, Annabeth. Ya todo está bien —trató de tranquilizarme.

Llevé ambas manos a mi cuero cabelludo y tiré de él—. No lo entiendes —susurré, girándome en su dirección—. ¿Cómo se supone que voy a luchar en una batalla cuándo ni siquiera puedo confiar en mí misma? —mi tono era completamente afligido. Derek no pronunció palabra y yo mordí el interior de mi mejilla—. ¡Por Dios Derek! —exclamé—. ¡Perdí el control de mí misma! Si tú supieras... —me quedé en silencio.

—Si yo supiera, ¿qué?

—Si tú supieras lo bien que me sentí al hacerles daño... —la vergüenza corría por mis venas, había perdido el completo control de mí misma y temía que pudiera volver a ocurrir. Temía que pudiera ser capaz de ocasionar más desastres.

Y sólo faltan seis días.

—Preciosa —me llamó, sacándome de mis atormentados pensamientos—. Deja de torturarte, aprenderás a controlarte.

—¿Cómo?

—Tú no eres un ángel. No eres un demonio. Tampoco eres humana —fruncí mi ceño, confundida—. Eres todo el conjunto, el mal y el bien viven dentro de ti, dentro de ese cuerpo humano lleno de asombrosas habilidades —Derek alzó mi barbilla hasta que sus ojos estuvieron bien clavados en los míos—. Cuando aceptes tu lado malvado, es cuando aprenderás a controlarte al cien por cien. No intentes ser completamente buena, no intentes siempre hacer las cosas bien porque entonces no estarías siendo tú.

—Derek...

—Si quieres meterte en la mente de alguien para conseguir información, hazlo, por más que sientas que es un impulso. Esa eres tú. Tienes la bondad de un ángel y el encanto de mil demonios. No te niegues a ti misma.

—¿Y si fracasamos por mis errores?

—Entonces fracasaremos juntos. Siempre juntos.

Sonreí y me acerqué lentamente a sus labios, quienes se unieron en un beso dulce, ligero, lleno de la paz y tranquilidad que le hacía falta a mi vida.

—Te amo —dijo el vampiro entre beso y beso, escuchar aquellas palabras salir de él era mucho más gratificante que hacerle daño. Muchísimo más gratificante.

Lo amas.

—Debería irme a la universidad —hablé, luego de un silencio infinito en el que estuvimos envueltos en un frío abrazo.

Sentí el pecho de Derek retumbar bajo mi agarre y pronto entendí que estaba riendo. Al preguntarle el porqué, el vampiro respondió que había dormido casi un día entero.

—Las clases acabaron hace más de una hora —me informó, me deshice de su agarre y lo miré con fingido enojo mientras le reprochaba el porqué no me había despertado—. ¿Crees que no lo intenté?

—Demonios... a este paso no voy a pasar ningún examen.

—Sinceramente no creo que puedas estudiar para tus finales y al mismo tiempo lidiar con la batalla... —admitió en una mueca—. Para ambas cosas necesitas dar el cien por ciento de ti... y es algo que ambos sabemos que no se puede.