Miércoles, 14 de noviembre de 2018
Cuatro días para la batalla
Mordí mi labio inferior en un intento de disminuir el dolor, pronto la sangre invadió mi cavidad bucal y ambas manos se aferraron a las de Derek, quien se encargaba de vendar cada una de mis heridas, pues al parecer tardarían lo suyo en sanar.
El vampiro me pidió disculpas con la mirada a pesar de no tener la culpa, seguramente era el ser con más delicadeza para vendar heridas en el mundo.
Lentamente liberé sus muñecas, dejando que siguiera con su trabajo, me sentía como una momia, básicamente estaba envuelta en vendas, desde mis caderas hasta arriba de mis pechos y de mis hombros hasta las muñecas.
Respiré aliviada cuando vi al pelinegro terminar su grandioso trabajo y quise reír al ver como él lo admiraba orgulloso de sí mismo, pronto fruncí el ceño y me sonrojé al percatarme de que su grandiosa obra de vendaje estaba sobre mi cuerpo, carraspeé sacándolo de su trance y él con una media sonrisa me tendió la muda de ropa que le había quitado sin permiso.
—Gracias —dije con la voz ronca mientras intentaba sonreírle, poco a poco me fui incorporando de su cama hasta estar en pie, procurando no agravar las heridas—. ¿Qué te ocurrió? —pregunté, haciendo referencia a la sangre seca en su rostro y su desastrosa pinta.
—Nos atacaron. Con Jayson habíamos ido a tu departamento para arreglar los certificados falsos para que faltes a la universidad —con todo lo ocurrido había olvidado por completo mis estudios y al parecer Derek lo notó—. Ya enviamos los papeles, de todas formas —agregó y luego prosiguió—: Supimos de inmediato que algo te había pasado, pues el departamento estaba desolado, no había rastros de ti ni de Brooke. La llamamos a ella, nos dijo simplemente que no estaba en casa y luego colgó, por lo que comenzamos a rodear el perímetro y cuando subimos a la azotea en busca de pistas, nos encontramos con una gran emboscada. Estuvimos demasiado tiempo peleando, era más que obvio que lo hacían para quitarnos tiempo, averiguamos dónde estabas y cuando nos dirigimos allí nos encontramos con el lugar vacío.
—Ustedes son geniales —dije mientras lo tomaba de las manos.
Lo ocurrido horas antes...
Lo solté con brusquedad y lo vi fruncir su ceño, claramente confundido.
—¿Hay algo que deban contarme? ¿Algo más? —pregunté, intentando ver si sería sincero y revelaría que tengo un... hermano, un hermano que dice haber matado a otra hermana.
Derek se removió incómodo en su lugar y luego se puso en pie, haciendo que ahora yo esté más baja que él y por lo tanto, viéndose imponente.
—Todo lo que tenía permitido contarte ya lo sabes.
—¿Todo? —alcé una ceja.
—Está bien, en realidad tus tutores te mandaron a vivir a otro lugar porque estabas en peligro de que te encontraran y asesinaran, pero eso nunca te lo dije porque nunca surgió el tema —se defendió y yo lo miré atónita, aquella información ya no tenía peso en estos momentos.
—Yo hablaba del hecho de que tengo supuestamente un hermano y una hermana —dije con un poco de aturdimiento.
—Es cierto —admitió y una nueva presión amenazó con estrujar mi pecho—. Pero eso no es algo de lo que yo pueda hablarte.
Al preguntarle el porqué, Derek se limitó a responder que sólo era un empleado del Vaticano y que, aunque le encantaría contarme toda la historia, no sabía qué podían llegar a hacerle si descubrían que él me había brindado esa información. Información que, según él, el único que la tenía completa era Gabriel.
—Para tu suerte, la Palomita te está esperando afuera —añadió, refiriéndose al arcángel.
Caminé a paso lento en dirección a la puerta, pero antes de llegar una intensa punzada en una de las heridas del abdomen hizo que me doblara en dos, provocando que sintiera como se abrían las de mi espalda, grité sin pudor al tiempo que unas frías manos se posaban con cuidado en mis hombros, ayudando a enderezarme. Derek me guió hasta su cama y dijo que lo mejor sería que Gabriel hablara conmigo en la habitación.
El vampiro salió de la estancia en dos segundos para rápidamente aparecer con el arcángel, quien abrió sus ojos sorprendido al ver mi estado, traté de sonreírle a modo de saludo pero no salió más que una mueca.
Caminó hasta mí para luego sentarse en el borde de la cama del vampiro, quien miraba todo desde el umbral de la puerta, negándose a dejarme a solas con el pelirrojo.