Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 29

Jueves, 15 de noviembre de 2018
Tres días para la batalla

—¿Por qué? —se limitó a decir Mark. Su rostro estrujándose de dolor. Dolor emocional.

—Las cosas son como son —respondió la rubia con una sonrisa maligna en sus labios.

Nadie podía llegar a pensar que los sucesos ocurridos en la tarde del jueves podrían terminar tan mal. Realmente mal.

Luego de la divertida disputa entre Gabriel y Derek, aún no entiendo cómo, pero terminamos a las risas. Sí, risas. Me había parado a analizar la situación desde otro punto de vista y al recordar cómo el famoso arcángel Gabriel nos había querido enterrar vivos con sólo una mirada... no pude evitar partir en risas, segundos más tarde se me unió Derek a las carcajadas y así fue como pasamos gran parte de la mañana del miércoles.

Al mediodía un repentino cansancio me tomó desprevenida, mi novio... mi novio. Derek es mi novio. Él alegaba que se debía a toda la energía perdida, me sirvió un desayuno-almuerzo en la cama que fácilmente podría haber alcanzado para cinco personas y, antes de caer en un profundo sueño, me aseguré de enviarle un mensaje a Brooke para chequear que todo estuviera en orden.

«TODO BIEN» se había limitado a responder la rubia y eso fue suficiente para que yo me rindiera a los brazos de Morfeo por lo que restaba del miércoles.

Desperté sobre un frío pecho que estaba recostado sobre las sábanas, me sonrojé al pensar que había dormido un buen rato junto al vampiro y mi rostro se prendió fuego al enterarme que habían sido veintiséis horas de corrido.

—Necesitabas recuperar energías —alegó Derek cuando le pregunté porqué no me había despertado—. Mientras dormías fui a buscarte ropa, elegí la que me pareció más holgada para que no te hiciera mal en los cortes —sonreí ante el detalle del pelinegro.

Eran pasadas las una de la tarde cuando desperté, por lo que me apresuré en ducharme, evitando mirar por mucho rato las asquerosas heridas abiertas a las cuales se le pegaban los vendajes, quitarlos de mi piel había sido una completa agonía y tuve que pedirle a Derek que llamase a su hermana para que me ayudara con eso, pues no quería que él me viera nuevamente en ese estado.

Luego de varias lágrimas caídas, estuve duchada y lista, con nuevos vendajes adornando desastrosamente mi cuerpo.

Después de más de un día había salido de la habitación del vampiro, todos los Donovan se encontraban en la sala esperándome sonrientes mientras que Lena tenía una bandeja en sus manos con café y galletas.

Mientras la familia charlaba animadamente sobre distintas cosas triviales y yo engullía galletas, un molesto pitido de lo que parecía ser un celular raramente modificado, nos sacó a todos de nuestro ensimismamiento.

Jayson se había apresurado a tomarlo y cuando oyó lo que le decían a través del celular, me dio la impresión de que se había puesto mucho más pálido de lo que ya era al tiempo que sus ojos se abrían enormemente.

—Estaremos allí en menos de dos minutos —dijo antes de cortar la comunicación. Todos esperábamos expectantes a que hablara y, cuando lo hizo, quise desear que no fuera cierto—. Están atacando en una escuela primaria.

Aquellas palabras fueron suficiente para que todos se pusieran en pie, incluyéndome. Me negué a quedarme en el departamento mientras los vampiros se iban.

Derek al ver que no desistiría, aceptó de mala gana y me obligó a colgarme de su espalda, queriendo que yo hiciera el menor esfuerzo posible.

Tiempo después llegamos a la escuela primaria, por fuera no parecía que estuviera siendo afectada, se veía normal a pesar de que adentro seguramente muchos niños y maestros estarían sufriendo.

—¿Cuántas posibilidades hay de que te quedes aquí? —había preguntado Shopie mientras yo bajaba con un poco de esfuerzo de la espalda de su hermano. Una leve puntada en mi espalda hizo que me enderezara disimuladamente para que nadie se diera cuenta.

—Ninguna —mi voz casi había salido ahogada. Casi—. Ya no duele tanto, apenas lo siento —mentí, por dentro quería hacerme un bollito y llorar hasta que mis heridas sanasen.

Caminé con toda la familia Donovan detrás de mí e ingresé a la escuela, inmediatamente se escucharon llantos y gritos provenientes de mi derecha. Me dirigí hacia allí a paso apresurado y, antes de ingresar a lo que parecía ser un salón de actos, me aseguré de que la mini daga seguía colgando de mi nuca.




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