Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 31

Sábado, 17 de noviembre de 2018
Un día para la batalla

Mis nervios estaban a flor de piel, algo lógico supongo, después de todo, al día siguiente estaría envuelta en una gran batalla de la que temía no salir viva.

—Todo saldrá bien, ¿no? —preguntó Brooke, quien miraba la televisión con un tazón de cereales. La miré atónita, no podía creer que me estuviese dirigiendo la palabra—. ¿Piensas contestarme o qué?

Carraspeé y una sonrisa de alegría se extendió por mi rostro.

—Todo saldrá bien. Te lo prometo.

—¿No deberías estar entrenando o algo? —debía de estar alucinando, después de tanto tiempo ella volvía a hablarme como Brooke, la Brooke normal—. ¿Tienes algún arma especial? Ya sabes... como esas que usan en las películas.

La sonrisa que se pintaba en mi rostro era inconfundible, era alegría pura, estaba demasiado feliz como para percatarme de que debía irme a entrenar junto a Derek pero, en ese momento, sólo quería quedarme con ella y mirar esas estúpidas películas que tanto le gustaban.

—Una pared me da más conversación que tú.

Pensé en si sería correcto hablarle de la daga... seguramente no lo sería pero en aquellos instantes, mi lengua fue incapaz de controlarse y terminó por desembuchar toda la información acerca de la especial arma que se me había sido otorgada. En esos momentos sería imposible que me sintiera arrepentida de narrarle aquello a Brooke, era mi mejor amiga, mi hermana y, a pesar de su cambio en las últimas semanas... seguía siendo imposible que hiciera algo para dañarme.

Brooke me miró extrañada a través de esos ojos delineados en negro, miró mis brazos, donde estaban las cicatrices del látigo.

Sí, cicatrices. Ellas eran el único recuerdo que quedaron del desastre que el látigo había hecho en mí. No me gustaban, estaban en casi todo mi cuerpo pero... de alguna manera, tampoco me disgustaban, ellas estaban allí, recordándome que no era invencible, que un metal podía ser mi perdición aunque... si servía para destruirme, entonces servía para destruir a Matthew, ¿no?

Estaba agradecida con Amelia, había logrado quitarme todo el dolor de las heridas y disminuirlas a tan sólo finas marcas más oscuras que mi tono de piel.

La noche anterior, mientras Derek me traía de vuelta a mi departamento, no pude frenar mi lengua y cuestionarle el hecho de que Amelia había sido capaz de sanar mis heridas y yo no.

—¿Cómo es eso posible? Ni siquiera hizo esfuerzo para curarme.

Derek había permanecido en silencio por un buen rato, tal vez luchando con sus pensamientos o pensando qué palabras serían las correctas o... tal vez y sólo tal vez, ni siquiera me había escuchado.

Es un vampiro, idiota. Obviamente te escuchó.

—En realidad... —había comenzado—. Primero que nada: tú no pudiste curarte sola porque estabas demasiado débil, esta noche procura dormir bien, y... —Derek suspiró—. Todos en esa habitación colaboraron a que te cures. Amelia es la sanadora, pero los demás le dieron un poco de energía para que estuviera a la altura de la gravedad de tus heridas.

Había quedado sorprendida, todos en aquella sala me habían ayudado y de repente no pude evitar sentirme mal conmigo misma, pues sólo le había agradecido a Amelia, siendo que todos allí habían aportado un poco de ellos. Debería darles las gracias cuando los viera.

—Entonces... ¿Me vas a explicar qué son esas marcas? —preguntó Brooke, sacándome de mis pensamientos.

Pestañé varias veces antes de volver a mirarla, su cara era de completo fastidio y, al notar que le prestaba atención nuevamente, me sonrió y yo pasé a explicarle brevemente lo que había pasado y en cómo me habían curado.

No pasé desapercibida la mueca que hizo cuando le conté como todos los representantes de los grupos me habían ayudado a que me curara, pero supuse que era su mal genio, después de todo, nadie cambia sus ánimos góticos de un día para el otro.

Me despedí de mi amiga, quien no respondió a mi saludo pero eso ni siquiera fue suficiente para desanimarme. Ella me había dirigido la palabra, era lo único que importaba. Tal vez las cosas comenzarían a mejorar y eso... eso daba esperanzas para lo que ocurriría mañana.

—¡Shopie! —exclamé cuando la ojiazul me abrió la puerta e inmediatamente la abracé, ella correspondió a mi gesto con tanta fuerza que de haber sido humana ya estaría con los huesos rotos—. Lo siento tanto —dije a la vez que me deshacía de su agarre.




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