Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 33

La nada absoluta

¿Alguna vez han pensado lo que significa verdaderamente la nada absoluta? ¿Alguna vez se han imaginado lo que sería estar en ella? ¿Siquiera han pensado en cómo se vería? Porque yo, sinceramente, nunca lo pensé, nunca lo reflexioné, nunca nada. Nada de nada.

Es tan irónico.

Claro que el lugar en el que me encontraba podría ser alguna dimensión extraterrestre... o el purgatorio, aquel sitio donde las almas van cuando no son buenas ni malas, cuando, sencillamente, esperan a ser juzgadas después de morir.

Porque yo estaba muerta, ¿no?

Tengo el claro recuerdo de Matthew lanzando la daga de Admitritio en dirección a mi pecho, la sensación de ácido quemándome por dentro y el dolor de mi corazón partiéndose en dos.

Sé que la vida escapó rápidamente de mis ojos, es como si por un milisegundo me hubiese visto tirada sobre la tierra, completamente desaliñada y con un puñal en el lugar exacto en donde debería estar mi corazón.

Pero no recuerdo haber cerrado mis ojos y tampoco haberme visto con ellos abiertos.

Tal vez morí antes de que mis ojos se cerraran, lo cual convertiría la imagen de mi cuerpo sin vida en algo mucho más tétrico.

Hubiera sido genial.

Aunque si lo pienso... fue una muerte bastante patética, ni siquiera di lucha. Mi corazón pareció recibir gustoso el filo del puñal como si mi cuerpo hubiera estado esperando aquello desde hace tiempo, como si hubiera estado esperando una excusa para dejar de luchar.

Peor momento para elegir aquello, imposible.

Si esto era la nada, una dimensión extraterrestre o el purgatorio, estaba más que segura que no podría aguantar la eternidad allí. Allí. Allí donde no había nada, absolutamente nada, ni suelo, ni paredes... nada.

¿Dónde demonios estaba? ¿Cuánto tiempo más caminaría? ¿Hasta cuándo lo haría?

La idea de observar mi cuerpo asaltó mi cabeza y así lo hice, sólo para ver que el puñal seguía incrustado en mi cuerpo, más, sin embargo, no sentía nada. Absolutamente nada. Nada de dolor físico, nada de dolor sentimental, nada de nada. Mi corazón estaba muerto y, tal vez, más que eso.

Recuerdo a Matthew e incluso sé quien es él, recuerdo la pelea pero no recuerdo la causa, recuerdo que uno de los dos debía morir, pero no recuerdo el porqué.

La idea de tener una laguna mental cruzó por mi cabeza al tiempo que veía un punto dorado a lo lejos, debía de ser importante, de otro modo no estaría allí. Caminé a un paso relajado hasta aquel punto que me llamaba tanto la atención, a paso imperturbable, silencioso, relajado. De cualquier manera, tenía toda una eternidad por delante, ¿o no?

Aquel punto fue tomando forma por cada paso que daba, una forma estirada y elegante, hasta que pronto pude percatarme de que el brillante color se debía a un marco tallado en lo que parecía ser oro puro de un espejo con pinta de haber sido creado en el siglo XVIII.

Me puse frente a él, pero jamás vi mi reflejo, sólo se contemplaba el fondo blanco, nada más. Parpadeé reiteradas veces, ¿por qué no conseguía ver mi reflejo?

Alcé una mano, esta estaba llena de tierra y sangre al igual que mis uñas y el resto de mi anatomía y vestimenta. Mirando más abajo, recordé que el puñal seguía incrustado en mi pecho.

No me molesté en quitarlo.

Toqué el espejo e inmediatamente vibró, uno normal jamás haría eso, no ante un toque tan ligero.

La imagen de una persona dentro del único objeto en toda la nada se fue formando. No me asusté al ver que esa era yo, claro que más limpia, con la ropa sin ningún rasguño y bien peinada. Tal y como me veía antes de... ¿Antes de qué? ¿Antes de ir a pelear con mi hermano? ¿Por qué me vestiría bien antes de pelear? Tenía las respuestas en la punta de la lengua pero aún así no se despegaban de ella.

—Antes de ir a la Gran Batalla, idiota.

Fruncí el ceño al ver que la chica delante de mí me había contestado, la misma se recargó sobre su pierna izquierda y dio ligeros golpecitos contra la misma nada, como si estuviese esperando que yo saliera de mis pensamientos.

¿De qué batalla hablaba? ¿Y por qué estoy hablando con mi propio reflejo?

—Técnicamente no soy tu reflejo, tú estás sucia y desaliñada. Yo, en cambio, me veo espectacular —dicho esto, tomó el cabello de su coleta y lo enredó en su dedo para luego soltarlo hacia atrás—. Y respondiendo a tu otra pregunta: hablo de la batalla en donde abandonaste a todos. Bastante egoísta, debo admitir, podrías haber descansado luego de ganar pero... ¡Míranos ahora! ¡Estamos aquí! ¡Por tu culpa!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.