Destinada [entre Impulsos y Lágrimas]

Capítulo 34 - FINAL

Destinados

La campana resonó por toda la institución, indicando el comienzo de las vacaciones de verano y mi próxima tortura a los exámenes finales a los cuales estaba considerando no presentarme. Me tomé mi tiempo en recoger mis cosas, después de todo, ya no había nada para mí allí fuera.

—Señorita Johnson —llamó el profesor, acomodándose las gafas que estaban a punto de resbalarse por el puente de su nariz.

Terminé de guardar mis cosas y caminé hasta él, quien se encontraba apoyado sobre su escritorio con unos papeles en mano.

—¿Qué ocurre?

—Creo que no he tenido la oportunidad de darle mi más sentido pésame por la muerte de su amiga y decirle que le deseo la mejor de las suertes a sus tutores con... bueno, ya sabe a qué me refiero.

Me removí en mi lugar sin dejar de mirar al hombre frente a mí, traté de sonreír pero no me salió más que un gesto forzado y asqueroso. Asentí en su dirección mirando por un segundo mis pies y decidí que ya había estado mucho tiempo allí por lo que me giré en dirección a la puerta.

—Ah y... ¿Annabeth? —volvió a llamarme, intenté detener mi suspiro de fastidio mientras lo miraba sobre mi hombro—. Agradecería que le dieras mi pésame a los hermanos Donovan, ellos...

—Lo haré —dije, interrumpiéndolo y saliendo a paso apresurado de allí.

Después de todo, Azazel había acertado en la mayoría de sus premoniciones, pero era algo que me merecía, nadie vuelve de la muerte gratis y ayuda a salvar la Tierra sin nada a cambio.

Yo no era poderosa ni estaba bendecida con un gran poder, yo estaba maldita y eso podía demostrarse. Tenía pruebas, claro que tenía pruebas.

La mitad de nuestros guerreros habían muertos, entre ellos Sarah Douglas y gran parte de los líderes de cada especie. Ni siquiera hablemos de Jayson Donovan, cuya muerte amargó más de un corazón. ¿Humanos? Sólo sobrevivieron diez, entre ellos mis tutores gracias a que Derek los estuvo cuidando en todo momento.

¿Esas no eran pruebas para demostrar que estaba maldita y que toda persona a mi alrededor terminaba muerta, tal y como había pasado con mis padres adoptivos?

Entonces les contaré lo que pasó con Kate y su familia, exceptuando Thomas que (para su suerte) ese día decidió no moverse de su cama y, claro, también contemos a los integrantes de la pastoral: les arrancaron el corazón y los colocaron sobre el altar de la iglesia. Y, para rematar, Brooke fue la autora de aquello, bueno, en realidad mi padre dentro de su cuerpo. Lo más probable es que mi morena amiga muriera momentos antes de que Azazel apareciera en el Círculo. El gobierno, tal vez conmovido, se encargó de los gastos y preparativos para todos los fallecidos, lo que llevó a que aquello se convirtiera en un espectáculo lleno de periodistas a los cuales no les importaba en lo más mínimo bombardear a los destrozados asistentes con preguntas.

Disfruté mucho explotar sus furgonetas.

Azazel había acertado con demasiada exactitud en el destino de Mark, pues al día siguiente de la batalla se encontró una nota de suicidio en su habitación junto a una estaca y, al lado de ellas, una montaña de cenizas que demostraban en qué se había convertido su cuerpo.

Me sentía como un insecto al saber que yo era la causa de la muerte de mi amiga y de Mark, un buen vampiro de corazón más puro que muchos humanos. Yo sólo era una maldición para quien me conocía y eso me había llevado a alejarme de quienes me rodeaban, no queriendo tener contacto con ellos al saber la desgracia con la que cargaba.

A muchas personas les cuesta ver cuando son tóxicas para alguien, siempre buscan evasivas y respuestas incoherentes que las hagan convencerse de que pueden seguir ahí, sin hacer daño a los demás. Ese no era mi caso. Yo era caos, destrucción y la desgracia más tóxica con la que alguien podría haberse cruzado y, siendo sabedora de ello, no dudé al alejarme de quienes buscaba hacerse adictos de mi presencia.

Me negaba a convertirme en la droga que destruyera a mis seres queridos.

En caso de que se preguntaran qué era lo que más asco me hacía sentir de mí misma, sinceramente podría nombrarles el hecho de que (por mi culpa) mis tutores podrían perder a una hija en cualquier momento.

—Brooke Williams —dije en recepción, esperando que la secretaria me diera el visto bueno para pasar a verla. Sus dedos se movieron rápidos por las teclas y pronto me dio el número de su habitación, algo inútil puesto que ya lo sabía.




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