Destinado

Capitulo 3


                                                           CAPÍTULO 03
EL VIAJE hasta Japón fue menos problemático de lo que en un principio parecía que iba a ser.
Cuando llegaron al avión privado, Kyungsook tuvo que hacer un esfuerzo para caminar hasta las escaleras de abordaje. Lo consiguió gracias a los empujones que recibía de Jongin. Miró a su alrededor. No sabía ni dónde estaba ni si todavía seguía en Corea. ¿Era aquel el primer avión que tomaban?
Ya en el confortable avión, Jongin le hizo sentar a su lado alejado de los otros tres, que le echaban miradas lascivas y furtivas. Kyungsook se cubría el torso como podía, pero el brazo lisiado le dolía tanto que apenas podía levantarlo. Se hizo un ovillo y volvió a darle la espalda a Jongin, mientras tiritaba. El aire acondicionado del avión estaba demasiado fuerte. Pero antes de cerrar los ojos, tuvo que aguantar cómo Leo le sacaba la lengua varias veces y la movía haciendo círculos. No podía dormirse. Lo intentaba, pero no podía. ¿Y si lo hacía y se encontraba con que lo habían desnudado y...?
No, eso no. Fingiría que dormía, por si acaso. Era mejor cerrar los ojos que verles las caras. 
Todavía esperaba que esos seres demostraran algo de compasión. Si luchaban por los suyos, y vengaban a los que habían matado, eso significaba que tenían corazón, ¿verdad?
Y si tenían corazón, todavía había esperanza para el. O tal vez no. Cuando llegaron a Japón, dos Cayenne como los que había visto en Busan les esperaban en el aeropuerto. 
Entraron en los coches y se dirigieron a algún lugar en particular.
Intentando averiguar dónde se encontraban, Kyungsook pudo leer un cartel que ponía oeste, luego otro que indicaba Shibuya y el último que pudo leer, Estacion 66.
Si fueron más lejos de allí ya no lo supo, porque dio una cabezada. Los ojos empezaban a cerrársele, ignorando sus esfuerzos por mantenerlos abiertos.
El coche paró en seco. Kyungsook miró hacia atrás y vio las luces del otro Cayenne que se apagaban, al igual que ambos motores.
Dios mío. Ya había llegado.
Quiso parecer sereno y digno, pero no pudo. Cuando Jongin lo sacó del coche, sus rodillas parecían gelatina y no podía andar. Tiritaba sin control y seguramente tendría muy mal aspecto.
Él lo miró de arriba abajo, despreciando cada centímetro de su cuerpo.
—Vamos.
Lo tomó del codo y empezaron a andar.
Los alrededores eran tan oscuros... Sin embargo, sabía que donde estaba había mucha vegetación. Lo sabía porque olía igual que su jardín cuando estaba húmedo después de regarlo. Se acongojó al recordar su casa. ¿Y Meokmul ? ¿Estaría bien? Alguien tenía que cuidarlo. No tenía más de tres meses, todavía era un cachorro, su cachorro.
Lo llevaron por unas escaleras que descendían a unos túneles subterráneos. Kyungsook no podía ver nada, pero ellos parecían tener visión nocturna o a lo mejor se dejaban guiar por el sonido como los murciélagos. No se imaginaba a ninguno de ellos convirtiéndose en un murciélago.
Abrieron una puerta y se hizo la luz. Ante ellos aparecieron un montón de pasadizos con las paredes de piedra y con símbolos grabados en ellas con una belleza inusual y mística. Los techos tenían cornisas de oro macizo, con cenefas e incrustaciones de piedras preciosas. El suelo era de mármol, un mármol claro y pulido, que hacía sonar los tacones de las botas militares, que sólo ellos llevaban, con gran elegancia.
Kyungsook miró hacia abajo. Sus pies seguían descalzos y con rasguños. Puede que se cortara con el asfalto o que alguna piedra se le clavara en la planta del pie.
Se adentraron por un pasillo más ancho y largo que los anteriores. Al final del pasillo había una puerta de madera de roble con las empuñaduras de oro en forma de garras.
Jongin puso la mano sobre la empuñadura, no sin antes darle una última mirada a Kyungsook. El agachó la cabeza, no quería mirarlo. Jongin abrió la puerta y apareció el lujo.
Era un salón circular tan grande que de pie podrían caber hasta dos mil personas. Algo impensable de encontrar en un subterráneo. Sin embargo, aquel lugar era bonito y fastuoso, aunque Kyungsook pensaba que lo que sobraban eran los seres góticos que había en ella. En el centro del salón, se encontraban seis butacas elegantes y grandes con motivos celtas. En ellas estaban sentados cuatro hombres y dos mujeres, vestidos con capuchas y sotanas púrpuras, y alrededor una gran multitud de gente con copas de cristal de bohemia en las manos. Kyungsook advirtió que eran copas vacías.
Los hombres que allí se encontraban eran grandes y robustos. Peligrosos y amenazadores. Fríos e... irresistiblemente hermosos, pensó Kyungsook. Y todos, sin excepción, lo miraban a el con ojos hambrientos.

Las mujeres eran elegantes y de belleza etérea. Parecían diosas. Eran tan guapas... De igual modo lo miraban a el. Con curiosidad, sí, pero con hambre y odio también.

En el salón sólo había silencio. Toda la atención recaía sobre el, y el hacía lo posible por no echarse a llorar.

Lucas lo empujó y cayó de rodillas sobre el círculo con un pentágono dentro que había dibujado en oro grabado sobre el suelo. ¿Acaso no era eso el símbolo de la brujería y de la magia? 

Delante de el las seis butacas que dibujaban un semicírculo a su alrededor. Kyungsook miró hacia atrás con el gesto furioso e irritado. Estaba harto de que aquellos cerdos lo maltrataran así.
Jongin lo miró desde lo alto con gesto impasible.

—¿Dónde está su padre? —preguntó uno de los encapuchados. A tenor de la voz varonil que había mostrado, era un hombre.

—Baja en la operación, Rix1 Gwyn —contestó Jongin.

—¿Baja?

—Lucas perdió los estribos —contestó mirándolo de reojo. Leo y Chanyeol asintieron para apoyar a Jongin.



#7026 en Fantasía
#2681 en Personajes sobrenaturales
#8517 en Otros
#1429 en Acción

En el texto hay: vampiros, hombre lobo, kaisoo chanhun

Editado: 12.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.