Destinado

Capitulo 5


Kyungsook ESTABA en un lugar que creía no haber visto nunca aunque la sensación de familiaridad lo contrariaba. A su alrededor, todo eran luces y sombras que se entremezclaban como pintura amarilla y gris. La luz del sol poniéndose entre las montañas, invitando a la noche a que cayera sobre la tierra. Él  dando vueltas sobre sí mismo con los brazos extendidos en un bosque misterioso, esperando a que alguien saliera entre las sombras que creaba la luna con su luminosidad. Alguien querido, alguien amado, alguien anhelado y olvidado durante mucho, mucho tiempo... Una silueta apareció entre la vegetación. Era un hombre alto y corpulento, tanto que mientras se le acercaba, tenía que echar la cabeza totalmente hacia atrás. No podía verle la cara... La imagen era muy borrosa.
—Buenas noches, mi lindo Kyungsoo —le decía mientras se agachaba y lo cogía en brazos.
El calor humano y el afecto, eran tan reconfortantes cuando se sentían tan sinceros... ¿Quién era ese hombre?
—Ha estado todo el día preguntando por ti —decía una voz melodiosa y femenina tras ella. —¿Y mi athair8 ? preguntaba. Sabe pocas palabras, pero ésa fue la primera que aprendió. Te adora.
—Y yo a él  —respondía el hombre. —¿Y tú?
—¿Y yo qué? —le preguntaba la mujer de un modo divertido y coqueto.

—¿Me adoras, mi amor? —parecía que la había tomado de la cintura y ahora las abrazaba a ambos.
—De un modo que hasta me duele.
—Dímelo. Dímelo en mi lengua —le rogó. 
La mujer soltó una dulce carcajada.
—Is caohm lium thu a, mo ghraid9.
La mujer se acercó a besarlo. ¿Por qué demonios no podía verles la cara?
Aquella imagen se convirtió en una espiral vertiginosa que no dejaba de dar vueltas a toda velocidad. La espiral se paró y apareció otra imagen.
La misma mujer estaba con él . No la veía claramente, pero la percibía, la sentía. Era un día soleado, se acercaba el crepúsculo.
La mujer lo abrazaba con fuerza y le susurraba una canción al oído. ¿De qué le sonaba aquella nana? Su voz lo relajaba e incluso podía llegar a percibir su olor. Olía a fresas y a melocotón.
—Kyungsoo —le acarició el pelo con dulzura. —Athair ya está aquí.
El hombre se acercó a él , le besó en la mejilla y los cubrió a ambos con una manta negra abrazándolos con necesidad y posesión.
—¿Cómo están mis dos soles?
—Mejor ahora que tú estás aquí. 
Hubo un silencio entre ellos.
—Hoy ha hecho mucho sol —observó él. —¿Kyungsoo ha estado bien?
—Sí —contestó la mujer sonriéndole. —Me temo que este jovencito —cogió su manita y le besó los dedos— ha decidido que todavía no quiere parecerse a su athair.
El hombre acarició su nariz con la de él .
—Me alegro —le dijo. —Sólo tienes tres añitos.No sería justo.
—Tampoco lo es para ti —replicó la mujer.
—A mí no me hace falta —dijo él encogiéndose de hombros. —Ya os tengo a vosotro para iluminar mi vida.
La imagen volvió a desaparecer y a disiparse. Se estaba desvaneciendo, se iba, cuando se encontró bruscamente en otro escenario.
Corrían a mucha velocidad. El hombre lo había agarrado a ambo y esquivaba árboles, piedras, ramas y ríos... Lo llevaba en brazos.
Huían de algo o de alguien.
El hombre cayó violentamente con ello bien amarrado a él. Puso su cuerpo para que no sufrieran el golpe.
Dirigió la mirada a la rodilla del hombre. Sangraba y estaba reventada.
—Kyungsoo... —dijo la mujer agarrándolo por los hombros. —¿Estás herido? —lo inspeccionó angustiada. —¿No? Cariño, mírame.
Toda su atención en el rostro de la mujer. Parecía hermosa, pero su voz se quebraba de miedo.
¿Era pelo negro y largo lo que veía? ¿Ojos... cafes?
—Athair está herido —continuaba la mujer.
Volvió a desviar la mirada hacia el hombre, que se hacía un torniquete en la rodilla con un trozo de tela de su propia camisa. Miró el hombro de la mujer que también sangraba. Se sentía tan asustado.
—Cariño, mírame a los ojos. Bien, cielo. Muy bien, eres muy valiente. Papá y mamá guardamos unas cosas muy importantes. Están enterradas en la piedra mágica del puente del parque del oeste ¿Te acuerdas de la piedra, cielo mío? ¿Sí? Qué orgullosa estoy de ti... Quiero que corras hasta ella, desentierres los objetos y lo lleves a los Madadh-allaidh10. ¿Te acuerdas, principe? ¿Recuerdas dónde están ellos?
—Kyungsoo —el hombre alargaba la mano hacia él  hasta que se la cogió. —Mi ál
11, Kyungsooo. Hace tiempo que no venimos por aquí, casi seis años... ¿Recuerdas Roiyariti? ¿Recuerdas el parque? No queda muy lejos de aquí, mi vida. ¿Sí, pequeño? Por los dioses... —susurró acongojándose. —Qué cosita más bonita hicimos, Taeyon —miró a la mujer con veneración. —Será tan hermoso como tú.
La mujer se sacudía mientras lloraba.
—Venid aquí —rogó él. La mujer llamada Taeyon corrió hacia él y lo abrazó sollozando. 
Él  sentía que estaba aplastado entre los dos, y que también lloraba.
—Más de dos mil años en soledad han valido la pena para esto —dijo él limpiándose las lágrimas. —Pídeles a los Madadh-allaidh que te lleven ante AnDuineDoch12. Repite lo que te dice athair, Kyungsoo.
—AnDuineDoch... —repetía mientras se sorbía la nariz. —Pero... cha b 'éid mi, athair13.
—No, Kyungsoo. Aún no eres como ellos, pero lo serás —dijo él juntando su frente con la suya. —Lo serás y cambiarás las cosas.
Aquel hombre tenía el pelo largo y lacio, de color negro. Y sus ojos eran... ¿de color violeta? Violeta, claro...
—Tú encuentra los regalos, principe. Y nunca te sentirás perdido, mi dulce Kyungsoo —lo besó en la mejilla. —Y recuerda que mammaid y athair te querrán siempre, ¿sí?
—Is caomh lium Kyungsoo glé mhor a mammaid a athair14 —los abrazó con fuerza y lloró desconsolado.
—Is caomh lium thu glé mhor Kyungsoo15 —contestaron los dos a la vez, intentando llevarse el recuerdo de aquel momento con ellos.
—Ahora, corre... Corre y no mires atrás... —gritó el hombre mientras se ponía de pie en posición de defensa.
Las imágenes se volvieron confusas... Oyó gritos y cuerpos desplomarse en el suelo. Corría hacia aquel lugar, estaba a punto de llegar. Sentía la humedad del bosque, el olor de la noche y oía el agua del río. Corrió tanto como pudo... y entonces... zas... Algo le golpeó en la cabeza... y un remolino negro lo absorbió.
Jongin observaba a Kyungsook de pie y con los brazos cruzados. Él  chico fruncía el ceño y los labios como si estuviese soñando. Se había prometido que no iba a entrar en su mente hasta que no lediera permiso. Aparecer en sus sueños después de lo que le había hecho podría acarrearle una gran y dolorosa pesadilla. Y él  debía descansar.
Chanyeol y Leo estaban sentados alrededor del sofá donde yacía el cuerpo de él   joven.
Chanyeol había traído seis bolsas de sangre de litro para hacerle las transfusiones. Iban por la última y, poco a poco, aunque todavía estaba muy pálido a parte de magullado y amoratado, iba recuperando el color. Los dedos de las manos, no estaban fríos ni las uñas moradas. Los labios volvían a su tono rosado oscuro tan atrayente para Jongin y ahora ya no se le marcaban tanto las venas. Qué mal lo había hecho todo...
Cuando los dos hermanos rubios e imponentes entraron en la casa y lo vieron en el sofá, Leo frunció el ceño y Chanyeol hizo negaciones con la cabeza.
—No pudiste controlarte mucho por lo que veo —dijo Chanyeol apresurándose a sacar la sangre, los tubos intravenosos y las agujas. Traía con él el soporte de hierro para colgar las bolsas y lo colocó al lado de Kyungsook.
—No —contestó él a secas.
—¿Por alguna razón en especial? —Leo lo miró de reojo. La pregunta tenía varias intenciones.
—Me cegué.
Leo permaneció mirándolo un buen rato. Intentaba averiguar si él había sentido algo especial con Kyungsook. Jongin permaneció sereno e impertérrito.
—No sigas, Leo. No ha sido más que un desliz —le recriminó con los ojos clavados en Kyungsook.
—Lo que tú digas, amigo —alzó las manos en señal de disculpa. —Bueno... —bajó los brazos y exhaló aire bruscamente. —¿Para qué me necesitas?
—¿Y Lucas?
—Encerrado durante siete largos y relajantes días —contestó Chanyeol mientras abría la maleta al lado del sofá.
—Tiene que meditar sobre lo que ha hecho —dijo Jongin.
—Estoy de acuerdo —apoyó Leo cruzándose de brazos. —¿Y bien? ¿De qué se trata?
—Tú detectas las sustancias en la sangre, Leo —afirmó Jongin. —Así es.
—Kyungsook es diabético. Tiene diabetes mellitus del primer tipo.
—No lo creo —dijo él meneando la cabeza de un lado al otro.
—Lo es —contestó Jongin confuso.
—No, no lo es —aseguró Leo acariciando su cola de caballo. —Lo vi en su mente. Cada noche, ese tipo, Woobin...
—Woobin ¿su novio?
—No, Woobin era el doctor —contestó con un extraño resentimiento. —Lo visitaba para administrarle insulina.
—¿Era su doctor? —preguntó sorprendido Leo.
—Sí, era su doctor —admitió Jongin avergonzado. —A Kyungsook no le gustan las agujas y su padre no lo tocaba nunca, así que él no se lo iba a administrar. Woobin era el doctor familiar.
—¿Y nada más? —lo miró de arriba abajo con sorpresa.
—No —claro que no. Jongin sabía mejor que nadie que él  era virgen. —Cuéntame por qué Kyungsook no es diabético.
—Sabes que tengo el gusto y el olfato muy desarrollados. La diabetes cambia el olor corporal y hace que la piel segregue una sustancia aromática parecida a la manzana. Los humanos huelen sólo a aquellos que tienen el olor fuerte, pero yo los huelo a todos. Los huelo a metros de distancia. Es una característica que desarrollé con la medicina ayúrveda en la India —Leo había viajado mucho para aprender a controlar y para estudiar los impulsos de su cuerpo inmortal. —Los indios creen que los olores, cuando se trabajan, ayudan a diagnosticar o corroborar enfermedades. Los cuerpos mutan cuando están enfermos, segregan sudor y cambian la constitución molecular de su agua corporal. Entonces modifican su perfume personal.
—¿Y Kyungsook no huele así?
—Ay, amigo —le dio una palmada en la espalda. —Tú sabes tan bien como yo a qué huele este muñequito. Es un adorable pastelito de frambuesa. Eso es innegable, su perfume... mmm... embriaga.
—Ya lo creo —Chanyeol observando el trayecto de la sangre de la primera bolsa a la vena del brazo de Kyungsook. —Jongin, casi lo matas —le recriminó. —¿No notaste que era especial mientras bebías de él  ? —gruñó. —¿No pudiste parar?
—¿Crees que es fácil? —contestó Jongin con el mismo tono— Tú deberías saber mejor que nadie lo que se siente al beber de...
—Espera... —les interrumpió Leo. —Lamento interrumpir, pero no empieces la transfusión, Chanyeol.
—O la empiezo o se muere —contestó Chanyeol encogiéndose de hombros.
—Déjame probarlo —sugirió Leo. —Y así veré de qué tratan a este chico.
—Ni hablar —Jongin apretó los puños y se puso tenso.
—No quiero morderlo. Joder, Jongin. ¿Acaso es tuyo? —preguntó esperando que su amigo admitiera lo que él había notado. No hubo respuesta. —Me bastará con una gota.
—Le pincharé en un dedo —Chanyeol cogió una aguja y se la clavó. Casi tuvo que aplastarle la almohadilla de las huellas dactilares para que saliera una gota de sangre. Jongin, lo había chupado como si se tratara de una esponja. —Puede que no sea diabético, pero tiene algunos de los dedos de las manos pinchados. Lo han tratado como si lo fuera.
—Déjame ver —dijo Jongin. Se arrodilló a su lado y tomó la mano muerta de las manos de Chanyeol. Inspeccionó los dedos y asintió con la cabeza. Luego dirigió la mirada al dedo corazón y quedó cegado por la perla de sangre de él chico. —Hay que ser un titán para ignorar tan suculento manjar. ¿No crees, Jongin?
Jongin frunció el ceño y Leo vio cómo un músculo de la barbilla le empezaba a palpitar. El rubio, con toda su hermosura, inclinó los labios hacia el dedo de Kyungsook, sacó la lengua, introdujo el dedo en su boca y lo chupó como si fuera un caramelo.
Jongin gruñó, caminó hacia él, y tomó la muñeca de Kyungsook para apartársela de la boca con brusquedad. Faltó decirle: es mío... Leo cayó al suelo de culo con los ojos cerrados concentrándose en el sabor de Kyungsook.
El vanirio estuvo a punto de cogerlo por las solapas de la camiseta roja ajustada que llevaba, pero Chanyeol lo detuvo con la mano.
—Déjalo. Está haciendo su trabajo, Jongin.
Leo permanecía sentado, todavía no abría los ojos. Al poco tiempo se levantó y quedó de pie frente a Jongin.
—No es diabética, Jongin —le dijo sonriéndole. —Y por cierto, creo que tampoco es tuyo a no ser que digas lo contrario.
El aludido entrecerró los ojos. Conocía a Leo y sabía que su amigo rubio lo estaba provocando, incitándolo a que reclamara a Kyungsook. Su amigo Leo lo haría a ciegas sólo para proteger a los vanirios, no porque lo quisiera o lo deseara. Leo temía a las represalias de Kyungsook. 
Él seguía siendo él hijo de Seo Joon. Después de cómo lo habían tratado los vanirios, nada hacía pensar que Kyungsook no sucediera a su padre en la persecución de los de su clan. Si él era vengativo, lo haría.
Sin embargo, Kyungsook había demostrado a Jongin, gracias a su intromisión mental, que él no era así. Jongin estaba convencido de que querría olvidarse de todo lo vivido, alejarse de allí, de ellos y de él y empezar una nueva vida en cualquier otro sitio con sus proyectos y sus sueños... Intentaría ser feliz y no quedar traumatizado. Intentaría ser feliz... ¿con otro hombre? Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jongin. Aquella idea empezaba a resultarle irritante y le escocía más de lo necesario.
Si casi había golpeado a Leo por chuparle un dedo...
—Kyungsook sigue estando a mi cargo, Leo. Confía en mí. No haré nada que perjudique a los nuestros —aseguró Jongin.
—Si le devuelves la humanidad, lo harás —replicó él relajándose y bajando los hombros. —Transfórmalo. Asegúrate de que se una a nosotros, de que no esté en nuestra contra. Es humano y tal y como lo hemos tratado puede vengarse soltándolo todo. Ése es mi consejo. Tú eres su amo, tú decides.
—No, no lo soy —negó él rotundamente. ¿Con qué derecho iba a serlo ahora? No lo había sido antes tampoco. —Pero él  está a mi cargo, sólo por el momento.
—Como quieras, Jongin. Confiamos en ti —afirmó Chanyeol con una mirada conciliadora.
—Bien —asintió más tranquilo. —Cuéntame —lo animó con la mano.
—La insulina de su sangre es natural, no química. Su páncreas segrega bien. Hidratos de carbono, grasas y proteínas... perfecto. No hay ningún trastorno metabólico que lo altere. Y no hay hiperglucemia. Los niveles de glucosa en su sangre son estables. Está perfecto. Pero eso tú ya lo sabes... —dijo como quien no quiere la cosa. —Sin embargo, hay una sustancia adherida en la sangre.
Jongin frunció el ceño con atención.
—Se trata de... —Leo paladeó una vez más. —Una solución controlada de propranocol y placebo.
—¿Drogas? —preguntó Chanyeol. —¿Es una yonqui?
—No puede ser —cortó secamente Jongin. —Sea lo que sea lo que le inyectaban, Kyungsook estaba convencido de que era insulina para su enfermedad. Él nunca ha tomado drogas. Lo habría visto en sus recuerdos...
—Pero se las han suministrado. A lo mejor esas inyecciones no contenían insulina —dedujo Chanyeol. —¿Y si fingían tratarlo de diabetes?
—¿Cuál es la función de esas sustancias, Leo? —preguntó Jongin acercándose a Kyungsook inconscientemente y sentándose en el brazo del sofá, al lado de la cabeza palida de el joven. No dejaba de mirarlo.
—Son betabloqueantes. Bloquean los recuerdos y hacen desaparecer los sueños y las pesadillas.
—Creo que estas sustancias —Chanyeol cambiaba otra bolsa de sangre— son las que los médicos del gobierno facilitan a los militares que han participado en guerras, como la del Golfo o la de Iraq. Anulan los recuerdos y les permiten soñar plácidamente. Caen casi en coma.
—¿Estáis diciendo que drogaban a este chico cada noche desde los siete años?
—¿Desde los siete? —Chanyeol silbó. —Caramba...
—Eso creo, Jongin —afirmó Leo. —¿No encontraste ningún recuerdo traumático por ahí? Algo que les incitara a darle propranocol...
—No —Jongin sacudió la cabeza y acarició un mechón azabache de Kyungsook. Los dos rubios lo miraron perplejos. Él nunca hacía esas cosas. —Sus recuerdos empiezan a partir de esa edad... pero... no sé... es todo tan confuso.
—A partir de esa edad, tú lo has dicho. ¿Qué pasó antes?
—Las personas empezamos a almacenar recuerdos conscientes a partir del primer año —susurró Jongin sin dejar de acariciarle el pelo. Cuando se dio cuenta de lo que hacía, apartó la mano rápidamente. Leo sonrió maliciosamente. —¿Dónde estuvo? ¿Qué ha pasado con su memoria?
—Sea lo que sea, no querían que lo recordara —comentó Chanyeol. —Tiene una fractura en la muñeca. Voy a vendársela.
Jongin dirigió la mirada a los brazos de Kyungsook. No sólo tenía una fractura en una muñeca, sino que el cinturón le había dejado marcas en ambas. Sintió que el estómago se le giraba al recordar lo que había hecho.
—Ese cabrón de Seo Joon... Él era su padre —dijo Jongin asqueado. —¿Cómo pudo drogar a su hijo a tan temprana edad?
—¿Y su madre? —preguntó Chanyeol. —Alguien tuvo que parirlo, ¿no?
—No hay recuerdos de su madre. Ella murió en el parto o al menos eso es lo que hay en la mente de Kyungsoo.
—Se lo diría Seo Joon, supongo.
—Entre otras cosas, sí. Culpaba a Kyungsook de la muerte de su mujer.
—Vaya desgraciado —dijo Leo. —¿Sabes? Creo que ésa era la razón por la que no podíamos  entrar en su mente cuando lo vimos. La droga estaba en pleno efecto. Sacudía su cerebro y su sistema neuronal.
Jongin no podía creer nada de lo que estaba pasando.
—Hay que desenterrar el cuerpo de Seo Joon—Chanyeol quitó la bolsa de sangre vacía y la sustituyó por otra llena. —O eso, o hablar con Lucas para que revele lo que vio en los recuerdos de Seo Joon.
—No podemos hablar con Lucas. Está apartado en la habitación del hambre —contestó Jongin.
—Y de nada nos sirve la sangre de Seo Joon una vez muerto. No podemos leer en sangre muerta, sin energía vital.
—Entonces sólo nos queda esperar a recuperar al chicao —señaló Chanyeol con un gesto de su cabeza. —Puede que lo podamos inducir para que nos deje entrar en su subconsciente. Sus recuerdos están ahí, sólo hay que abrirles la puerta.
—¿Qué has averiguado sobre su trabajo?—preguntó Leo.
—No sabía nada de lo que hacían en SM. Él  contactaba con cinco personas que eran los vínculos de los centros de investigación de la organización en el exterior. Nueva Orleans, Rumania, Escocia, Canadá e Inglaterra.
—Aparte de Corea, claro —dijo una voz detrás de ellos.
—Sehun... —Jongin se sorprendió al verlo.
Su hermano caminó hacia el sofá con gesto decisivo. Se reclinó sobre Kyungsoo y miró a Jongin furioso.
—Casi lo matas —dijo apretando los dientes. Sí, eso ya se lo habían dicho.
—Sehun... ¿qué haces aquí? —preguntó él. —¿Cuánto tiempo llevas escuchando?
—Lo suficiente para saber que es un chico inocente. Traje ropa para él  —señaló una maleta de carcasa dura y de color negra que había dejado en la puerta. Arrugó la frente y las cejas. —No iba a permitir que lo llevaras desnudo de un lado al otro. No soy tan indiferente.
—Vaya, Sehun... Todo eso sin saber que no tenía nada que ver con los asesinos —susurró Chanyeol con una sonrisa encantadoramente falsa. —Si hasta tienes corazón...
Sehun lo miró fríamente y luego lo ignoró.
—No matamos a los humanos por placer. Ni deberíamos sentir placer cuando lo hacemos —susurró irritado. —Sólo en defensa propia y si estamos en condiciones desfavorables, y siempre ycuando, sean humanos contaminados.
—Y... ¿éste no era el caso? —preguntó Chanyeol con sorna.
—Puede que sí. Pero seguía siendo un humano indefenso y no tenía por qué acostarse con él  y convertirlo. Se convierte a los auténticas cáraids, no a los que no lo son —esto último lo remarcó muy bien mirando a Chanyeol. —Si había un castigo, era el sacrificio y no el regodearnos en su dolor.¿Y vuestros códigos morales? ¿Dónde está la lealtad a vuestro juramento?
Chanyeol resopló con sorna.
—¿Algo que decir, Chanyeol? —le preguntó alzando la ceja de un modo suficiente.
—¿Yo? —se señaló a sí mismo con gesto provocador. —Nada, sólo me sorprende oír las palabras lealtad y moralidad en tu boca, princesipe.
—No me llames así —tenía las manos echas puños a cada lado de su cuerpo.
—Vosotros dos... ¿Para cuándo el polvo de la reconciliación? —preguntó Leo disfrutando del espectáculo.
—Cállate, Leo... —gritaron los dos a la vez.
Jongin miró a Leo y tuvo que controlar sus ganas de echarse a reír.
Sehun miró fijamente a Chanyeol y él le fue recíproco. Luego apartaron la cara a la vez, como dos niños pequeños.
—¿Cómo está? —preguntó finalmente desviando su atención del rubio del pelo recogido en una diadema.
—Chanyeol le está haciendo transfusiones —le explicó Jongin. —Se recuperará.
—¿Ya lo has convertí...? —dijo alarmado.
—No —contestó Jongin sonrojándose.
—Así que mi bráthair16 se arrepintió —le dijo orgulloso de él.
—No te confíes, hermanito —dijo él irguiéndose. —No lo hice porque descubrí que él no tenía nada que ver.
—Bueno —se encogió de hombros. —Supongo que cuando viste que no tenía nada que ver, como tú dices, se te cayó el mundo encima por lo que habías hecho y decidiste no robarle su vida, su humanidad. Te habrías equivocado si lo hubieses hecho, Jongin. Lo hubieras matado igualmente cuando encontraras a tu verdadera pareja. Habría muerto de necesidad por ti. Me alegro de que no haya sido así —se aclaró la garganta y miró de reojo a Chanyeol. —Un hombre tiene que saber cuándo parar. No como otros que en cuanto se les presentó la oportunidad de tirarse a todo lo que se meneaba, no dudaron en convertir a lo primera que lo empalmó.
—Eso fue un error —dijo Chanyeol entre dientes seriamente afligido por la acusación.
—¿Ah, sí? ¿Y cuándo fue un error,Chanyeol? ¿Mientras te lo tirabas o cuando le clavaste los colmillos? No, a lo mejor... —estaba tan tenso que podía romperse en cualquier momento. Lo miraba de reojo, rojo de la rabia —fue cuando le diste de tu cuello para que te probara.
—¿Cuándo lo vas a superar, Sehun? —Chanyeol se había puesto una máscara de frialdad e indiferencia, pero el dolor seguía latente en las profundidades de sus oscuros ojos azules.
—Te sobrevaloras, Chanyeol. No hay nada que superar —sonrió él intentando mantener la compostura.
—Mada-ruadh17 —dijo él cerrando la conversación.
—Chayeol, no vuelvas a insultarlo —Jongin decidió formar parte de la discusión— o tendré que darte una paliza...
—Cianoil choin18—replicó Sehun recogiendo la maleta airadamente.
—Sehun, cariño... —le dijo Leo suavemente. —Esa lengua...
—Salid de aquí —les ordenó  a todos. Estaba irritado con Chanyeol y con su hermano, pero sobre todo con él mismo. Podían pasar años, siglos y milenios. Todavía no había aprendido a ser indiferente a las palabras de algunas personas. —Lo voy a cambiar.
Jongin lo miró impertérrito.
—¿Tiene que seguir desnudo cuando se despierte? —le preguntó Sehun arqueando las cejas. —No, hermanito. Ya se ha abusado suficientemente de él .
—Sí, será mejor que lo tapes —sugirió Leo. —Él  chico está demasiado bueno para treshombres sexualmente activos como nosotros.
Jongin intentó hacer oídos sordos al comentario de Leo. No quería salir, no quería alejarse de Kyungsoo. Pero ¿por qué, joder?
Haciendo acopio de fuerzas y voluntad salió de allí casi arrastrando los pies. Tuvo que coger a Leo del cuello para que se viniera con él y con Chanyeol. Este último seguía mirando de un modo desafiante a Sehun.
Sehun procedió con gran eficacia y mimo a la hora de vestir a Kyungsoo.
—Qué animales... —susurró repasando con sus dedos las heridas del cuerpo de el chico. —Con un poco de suerte, lo superarás. Pareces fuerte. Mi hermano es muy rudo cuando quiere —le decía mientras le ponía el pantalón, —pero sólo está esperando que alguien entre en esa cámara acorazada dónde tiene el corazón. ¿Sabes?
Cuando lo acabó de vestir. Le cepillo y le desenredó el pelo. Sehun creyó que era precioso. 
Se levantó y avisó a los demás de que ya podían entrar.
Los tres se sentaron alrededor de Kyungsook. Lo había vestido con unos tejanos azules algo gastados y una camiseta amarilla de que se ceñía a su espléndido cuerpo.
—Le dejo aquí los zapatos —eran unos zapatos Tommy Hilfilger playeras, doradas y con la suela negra. Los dejó a los pies del sofá. —Tenemos las mismas tallas, casi —sonrió.
Chanyeol lo miró de reojo dando fe de ello. Pero, sin embargo, Sehun era algo más alto.
—¿Qué día hace hoy? —preguntó Jongin mirando en dirección a la ventana negra del salón.
—No es recomendable salir. Extrañamente hoy hace un sol de justicia. Yo he venido por los túneles —contestó Leo.
—Yo también —dijo Sehun.
—Y yo —añadió Chanyeol.
—Entonces, no podemos salir hasta el atardecer—convino Jongin. —Si se despierta antes, querrá irse, pero no podrá. No hasta el anochecer —y eso si él lo dejaba irse.
—Estará cansado seguramente —dijo Chanyeol.
—Esperaremos.
Intentó abrir los ojos. Todavía tenía las imágenes de ese sueño grabadas a fuego en la mente.
¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué él se sentía como aquel niño? Lo habían llamado Kyungsoo. Era casi igual que su verdadero nombre.
Dios, si pudiese recordar quiénes eran...
Le dolía todo el cuerpo y ya se estaba despertando. Hacía tanto, tanto tiempo que no soñaba. 
Abrió los párpados, no sin dificultad.
Intentó acomodarse a la luz de aquel lugar. Era una luz no muy potente.
—Se está despertando —oyó que una voz de hombre decía.
Una cara se posó enfrente de él . Focalizó. Un chico de pelo largo moreno, un ángel caído la miraba con gesto sereno. No... Era el demonio en persona. El mismo que le había atado a la cama.
Se levantó sobresaltado y quedó sentado en el sofá. ¿Lo que había en el suelo era una bandeja de comida? ¿Comida para él ? Envenenada, seguro.
—Espera, espera —decía Jongin con las manos en alto. —Ya no te vamos a hacer nada. 
Sí claro, y qué más...
Kyungsook se echó a temblar, se cogió las rodillas y empezó a balancearse de delante hacia atrás.
¿Cuándo acabaría toda esa tortura?
Confundido, observó que alguien le había vendado la muñeca. ¿Por qué? Un dolor súbito en la parte trasera de su cuerpo, lo detuvo y lo hizo gemir. Lo recordó todo y miró fijamente a Jongin. Tras él, Chanyeol, Leo y Sehun lo observaban con expectación.
—¿No me vas a hacer nada? —le preguntó Kyungsook con un gruñido sosteniendo la rabia como podía.
Jongin lo miró consternado.
—No, Kyungsook. Todo ha sido un error.
—Por supuesto que ha sido un error... Ya te lo dije, gilipollas... Hijo de la gran... —saltó del sofá y caminó hacia Jongin arrastrando con él, el soporte metálico. Estuvo a punto de levantarle la mano, pero el hierro se lo impidió. —Claro... No me vas a hacer nada, ¿verdad? ¿No crees que ya has hecho bastante? Devuélveme lo que es mío... —estaba rojo de la ira y ligeramente mareado. Había perdido mucha sangre. —¿Por qué no estoy muerto? Preferiría estarlo a tener que verte otra vez.
Jongin se tensó y sintió un sabor amargo en la boca. Que le devolviera lo que era suyo, había dicho. ¿Cómo iba a devolverle la virginidad? ¿Y a su padre? Jongin estaba más conmocionado por lo primero que por lo segundo.
—¿Qué le has quitado? —preguntó su hermano intrigado. Al ver el ligero tinte de culpabilidad en el rostro de su hermano lo comprendió. —No me digas que era... —la palabra virgen se le quedó atragantada por el asombro.
—Es un violador. Abusador. Maltratador. Todo lo malo y demencial que puede haber en el mundo... Eso eres tú y tu prole —las palabras le escocían en la boca y tenía que escupirlas. —Devuélvemelo... —Kyungsook sentía que se atragantaba con las lágrimas. —Cerdo, te mataré...
—Kyungsook, déjame explicarte por qué no pude descubrirlo antes.
—No quiero oírte... No quiero oíros a ninguno de vosotros... Dejadme salir de aquí... —apretó los puños hasta casi clavarse las uñas.
Jongin lo observó. Su flequillo era tan largo que le tapaba un pco mas de la frente. Los ojos cafes obscuros y rasgados, rojos de dolor y de impotencia. Pero... qué bonito que era de todos modos. 
La ira le sonrojaba las mejillas y estaba tan arrebatador.
—No te ofendas, pero... No puedes, chico—dijo Leo poniendo sus manos en los bolsillos del pantalón militar negro que llevaba.
—¿No puedo? Qué no puedo... —gritó frenético.
Kyungsook agarró la jeringuilla que todavía tenía clavada en el brazo y la desenganchó con fuerza.
—No hagas eso —dijo Chanyeol. —Todavía estás muy débil. La sangre...
—La sangre... —ensombreció la mirada lleno de asco. —Me mordiste, maldito cabrón —dijo él frunciendo el cejo y recordando a Jongin absorbiendo su cuello. Cogió la jeringuilla y empezó a agujerear la bolsa de plasma roja que colgaba del soporte. La arrancó. Chorreaba en sus manos. La lanzó con fuerza sobre el pecho de Jongin salpicándole la camiseta y la cara. Él la cogió sorprendido. —Toma tu comida, animal... A vosotros os hace más falta que a mí, sanguijuelas... Quiero salir de aquí...
Jongin arrugó el ceño. No podía culparlo por actuar así. Estaba histérico y no les tenía ningún miedo.
—¿No bebes, monstruo? —le preguntó  con la voz afilada y falsamente moderada.
Leo y Chanyeol se echaron a reír. Sehun agachó la cabeza, avergonzado. Jongin cogió con su dedo una de las gotas que le habían salpicado en la cara y se la llevó a los labios.
—Mmm... no está nada mal —sonrió burlándose de él.
Kyungsook todavía miraba a su monstruo particular, al demonio de los infiernos, a su ángel de la muerte.
—Prefiero la tuya —contestó Jongin finalmente dando un paso hacia él . —Ven aquí. 
Kyungsook sacudió su cabeza y lo miró horrorizado.
—No te atrevas —dijo con un hilo de voz dando un paso atrás.
—No me temas. Ya no. Ahora sé que eres inocente, no te haré daño.
Kyungsook empezó a relajarse, pero reaccionó rápidamente.
—¿No te parece que el daño ya está hecho? No te acerques a mí... Sal de mi cabeza... —se llevó las manos a las sienes.
Miró nervioso a todos lados y encontró el soporte de hierro del plasma como posible arma agresiva. Lo agarró con las manos y lo interpuso en posición de defensa entre Jongin y él , como si fuera una lanza.
—¿Voy a convertirme en una de vosotros? —los miró con odio. —Me mordiste... Sois vampiros.
—No te convertirás, Kyungsook —le aclaró Jongin levantando la mano para apaciguarlo.
—Fíjate, qué guerrero... —exclamó Leo.
—Cállate —le dijo Jongin muy seco sin apartar la mirada de Kyungsook. 
—¿Cuánto tiempo he dormido desde...? —a Kyingsook le era difícil hablar de lo que había pasado.
—Unas seis horas —contestó Jongin.
Kyungsook curvó un lado de su labio hacia arriba como si tramara algo. Sentía un volcán lleno de rabia e ira en su interior.
—¿De qué te ríes, Kyungsook?
—Que no te metas en mi cabeza te he dicho... —le gritó. Los ojos enrojecidos abiertos como platos.
—Jongin... —dijo Sehun,él veía que Kyungsook necesitaba tranquilizarse. A lo mejor si Jongin le daba permiso para hablar con él telepáticamente...
—No —le dijo él a su hermano.
Jongin frunció el ceño. ¿Qué no se metiera en su cabeza, le había dicho? ¿Con quién se creía que estaba hablando? Él podía hacer lo que quisiera con Kyungsook. Kyungsook había pasado a ser de su propiedad desde el momento en que lo vio por la ventana de su casa. En otra situación, ya le hubiese demostrado quien mandaba. Bueno, ya se lo había demostrado recordó con pesar. Pero no podía volver a actuar así con él. No después de lo que había pasado y de lo que había descubierto. Simplemente, no le salía.
—¿Qué vas a hacer con eso? ¿No creerás que queremos luchar contigo? —preguntó Leo divertido.
—¿Luchar? —repitió Kyungsook agarrando con más fuerza la estructura metálica. —No, playboy en paro. No voy a luchar.
Leo se puso tieso de golpe, y Chanyeol y Sehun echaron la cabeza hacia atrás para arrancar a reír en sonoras carcajadas.
—Me gustarás —dijo Sehun asintiendo con la cabeza.
Kyungsook lo despreció con la mirada, pero Sehun lo ignoró. Seguía sonriendo.
¿Por qué actuaban todos como si no hubiese sido horrible todo lo que le habían hecho? ¿Por qué estaban tan tranquilos? Porque ellos tenían el poder, pero él contaba con el factor sorpresa.
Jongin tardó unos segundos en volver a entrar en su mente (aunque él le había dicho que no lo hiciera) y en adivinar qué era lo que iba a hacer. Unos eternos segundos que no le bastaron para detener a Kyungsook mientras saltaba por el sofá, corría hacia la ventana negra y lanzaba el soporte de metal contra el cristal. La ventana cayó hecha añicos dejando entrar en la casa toda la luz del sol. 
Los cuatro vanirios, sorprendidos por la audacia de él joven, corrieron a esconderse tras los muebles de la cocina americana. Los rayos del sol no llegaban hasta allí aunque sí que iluminaban el amplio salón.
Él chico debió darle con mucha fuerza para que esos cristales cedieran de ese modo y había sido muy listo al hacer un cálculo mental de las horas que llevaba allí. Seis horas le comentó Jongin.
Cuando llegaron, todavía no eran las cuatro de la noche. Supuso que debían de ser las once del mediodía, más o menos.
Kyungsook se tapó los ojos con el dorso de la mano e intentó entreabrirlos para ver dónde se encontraba. Cuando sus grandes ojos gatunos, se acostumbraron a la luz del día, apoyó las manos en la estructura de la ventana, con cuidado de no cortarse y saltó al otro lado. Estaba en un amplio jardín, podado y cuidado como pocos había visto. No había más casas alrededor.
Giró sobre su eje para ver la casa en la que se encontraba. Era una casa de estructuras cubitales, de diseño. Sin embargo, los salones del interior, eran circulares. ¿Pero por qué? No pudo negar que los vanirios eran muy modernos y también unos esnobs.
Miró hacia el interior del salón, en dirección a la cocina. Esperó a que alguien se levantara. Allí no llegaban los rayos del sol, porque estaban muy alejados de la ventana.
Respiraba agitadamente y las manos todavía le temblaban.
—Joder, mierda. ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Chanyeol cubriendo con su cuerpo a Sehun.
—Apártate de encima... —le pidió empujándole el pecho.
Chanyeol reaccionó asombrado de lo que estaba haciendo. Se levantó al roce de sus manos.
—De nada —dijo él malhumorado.
Jongin se incorporó poco a poco y puso una mano sobre sus ojos, a modo de visera.
Kyungsook esperaba que de los cuatro fuera él quien se levantara. Quería que viera con sus propios ojos cómo escapaba de él.
—Te dije que te aseguraras de dejarme bien desvalido, monstruo —advirtió Kyungsook con voz profunda y segura. —Y que si no lo hacías, y tenía la oportunidad, haría lo posible por ir a por ti y acabar contigo. No olvidaré lo que me has hecho.
—Ven a por mí, entonces —sugirió él indicándole con la mano que se acercara. —Ven y acaba conmigo. Pero acaba conmigo... en la cama —le dijo mentalmente con una mirada seductora.
Kyungsook apretó los labios con fuerza y sintió cómo los pezones se le endurecían 
involuntariamente. ¿Lo había acariciado desde allí? No podía ser.
—Ven tú —contestó él levantando la barbilla. —Vaya, lo olvidaba, los vampiros no salen bajo la luz del sol.
—No somos vampiros, Kyungsook —replicó él ofendido.
—Y copito de nieve, a pesar de ser blanco, no dejó de ser un gorila —replicó él.
Kyungsook dio media vuelta y se dispuso a andar sin prestarle atención. Tenía que huir de ahí.
—Espera... —gritó Jongin. —Me equivoqué contigo, pero no con tu padre Seo Joon. 
No podía dejarlo ir. Él debía volver...
Kyungsoo se detuvo. ¿Su padre? No había pensado en él desde que lo vio morir en manos de Lucas. ¿Debería sentirse culpable?
—Los vanirios teníamos razones para ir a por él —explicó Jongin con paciencia. —Recuerda las palabras de Beatha, lo que pasó con JaeWook y con todos los demás que han ido desapareciendo. Vuestra empresa está detrás, aunque tú no lo creas. Son cazadores. Nos cazan porque creen que somos vampiros, pero no lo somos. Están equivocados.
—Eso no es cierto. SM no procede ni investiga contra criaturas que no deberían 
existir, como tú —le espetó con rencor. —La empresa crea material quirúrgico, máquinas de última generación, vacunas y sustancias para un mayor éxito en las operaciones de riesgo. No saben nada de enfermos psicóticos como vosotros ni de vampiros ni de Drácula ni de la novia de Frankenstein...
—¿Ah, sí? —gritó Chanyeol desde la barra americana sin levantarse. —También crearon una vacuna para ti, ¿sabes? Una especial para niños que necesitaban olvidar. No eres diabético,Kyungsook . Te han estado engañando, dragándote por las noches para hacerte olvidar algo que debiste vivir cuando eras pequeño... Algo que no querían que recordases.
Kyungsook palideció y tragó saliva. —Estás mintiendo... —gritó él.
—No miente —Jongin caminó hacia él y se detuvo justo entre el límite de las sombras y la luz.
—¿Cuánto hace que no sueñas?
Kyungsook lo observó. Allí parado entre las sombras parecía una aparición.
—¿Qué? —se había quedado algo ensimismado.
—¿Cuánto hace que no sueñas? —le repitió esta vez más lento. 
Kyungsook empezaba a marearse. No contestó.
—Cuando venía Woobin, tu doctor... —prosiguió Jongin.
—¿Ahora es mi doctor? —preguntó él saliendo del trance de su persuasiva voz. Según Jongin, Woobin era su amante. Sintió cómo se le hizo un nudo en la garganta y le escocían los ojos. Se había sentido tan impotente cuando estaba en sus manos.
Jongin quiso correr hacia él y consolarlo. Abrazarlo y mecerlo hasta que no volviera a verlo llorar en la vida.
—Cuando él venía y te pinchaba, te entraba sueño enseguida. 
—Él me controlaba la diabetes...
—No, Kyungsook. Te han estado engañando.
—¿Por qué harían algo así? —la voz le temblaba por la congoja.
Le faltaba el aire, tenía que salir de ahí como fuese. Correr, olvidar, entender. No podía creer nada de lo que le estaban diciendo. Era demasiado fuerte.
—Todavía no lo sé. Si te quedas, Kyungsook, haré todo lo posible para que entiendas lo que nos han hecho a nosotros y para que averigües, por qué te han hecho esto a ti. Por favor, no te vayas.
¿Le estaba rogando? No podía creerlo. ¿Dónde estaba el animal abusivo de hacía unas horas? 
No lo entendía. Él podía doblegarlo como le diera la gana. ¿Por qué aquel repentino respeto?
—No me importa lo que os hayan hecho. No me importa lo que tú quieras de mí. Sólo quiero irme y olvidar lo todo. Hacer como si nunca hubieras entrado en mi habitación, como si nunca hubierais matado a mi padre, como si nunca... me hubieras atado a tu cama y... —apretó los ojos para no recordar y se frotó las muñecas. —No quiero volver a verte. A ninguno de vosotros. Dejadme tranquilo y yo no diré nada... —eso ni de coña. Se vengaría. Se vengaría de todos ellos.
—No puedes irte solo —musitó.
—Mírame —le desafió con la mirada.
Empezó a caminar hasta que Jongin lo perdió de vista. No podían salir sin morir achicharrados por el sol. Un único rayo tocando su piel y serían pasto de las llamas.
—Llamad a todos los vanirios de Burakku kantorī. Que salgan a la calle al atardecer y busquen a  Kyungsook  —ordenó Jongin. —No podemos dejarlo solo.
—¿Ah, no? —preguntó Leo sin entender. —Estabo muy dispuesto a olvidarlo todo...
—No lo va a olvidar —dijo Sehun. —Yo no lo haría, os lo aseguro. Y haría lo posible por vengarme. Nos delatará.
—Hay que encontrarlo —Jongin se cobijó en la barra americana hasta que el sol dejó de alumbrar por la ventana.
No podía dejarla solo. Aquel hombre estaba malherido y no podía mantenerse por sí solo. 
No, no se iba a apartar de él.
.



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En el texto hay: vampiros, hombre lobo, kaisoo chanhun

Editado: 12.05.2023

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