CAPÍTULO 06
Kyungsook no sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero lo hacía sin rumbo, alejándose de esa casa, de esos monstruos, de esa extraña realidad en la que se había vuelto inmiscuido. Arrastraba los pies porque ni fuerzas tenía para levantar las rodillas. La gravedad tiraba de él. En unas horas, el sol se pondría y ellos vendrían a buscarlo, estaba seguro. Eran vampiros. Los vampiros tenían colmillos y chupaban sangre. Ellos hacían eso.
No quería pensar mucho, le dolía la cabeza y se sentía débil. Sólo deseaba que todo aquello pasara.
Estaba en Japón, en un lugar llamado Dadorī, dentro de Roiyariti. Eso sí que lo sabía.
Había leído los carteles de las autopistas cuando lo trajeron en los coches. Semidesnudo. Malditos bastardos.
Bajó la vista a sus pies. Llevaba zapatos, téjanos y una camiseta. ¿No pensarían que por pedirle perdón y darle ropa él iba a olvidarlo todo, ¿no?
Resbaló y a punto estuvo de caer. La zona en la que se hallaba era un prado verde bastante extenso. Al horizonte, se erguía una zona industrial. Las chimeneas de las fábricas sacaban humo espeso y negro.
Kyungsook pensó que había demasiada polución allí. Por suerte, hacía sol, pero era consciente que Japón tenía fama de ser la tierra de las nubes y las lluvias.
Si las fábricas soltaban esos humos tan espesos, seguramente, ayudarían a formar una capa oscura sobre toda la zona, al menos, en Dadorī.
No conocía nada de aquella tierra. Sólo Tokyo, por un viaje de siete días que hizo con el instituto. Pero no visitaron ningún pueblo de los alrededores. Al menos, su Japonés era perfecto y no tendría ningún problema para comunicarse. Menudo consuelo... Después de todo lo que le había pasado... Le entraron ganas de reír.
Miró al cielo. Bueno, no era un lugar feo. Sólo hacía falta conocer sus puntos fuertes, pensó.
Tarareaba canciones para ignorar el estado de nervios en el que se encontraba desde ayer. Lo habían secuestrado, habían matado a su padre delante de sus narices. Le habían arrancado la ropa, le habían pegado y tocado sin ningún respeto, insultado y, además, atado a una cama con un cinturón como si fuera un actor porno al que le gustara el sadomasoquismo. Dejó de cantar.
Jongin le había robado la virginidad como una hiena carroñera.
Porque él no había consentido. Había sido rudo y un auténtico animal al principio, pero luego... Luego algo había cambiado, en el mismo momento en el que se había dado cuenta de que él era virgen todavía.
Entonces lo había tocado para excitarlo, para que Kyungsook encontrara el placer y, además, empezó a moverse de un modo más suave. Profundo, pero suave. Y él había encontrado placer, sin duda.
Dos veces (sin contar la del coche) hasta que sintió la boca de Jongin en el cuello. Sabía que tenía que sentirse ofendido y humillado. Y una gran parte de él se sentía así. Sin embargo, la intimidad con el vanirio le había dejado huella.
Se paró en seco y abrió los ojos. Puso su mano izquierda sobre la zona de su garganta que él había chupado. Lo había mordido. El muy canalla... Le había clavado los colmillos, lamido y bebido como si él fuera la solución a su sed.
Al recordarlo, el cuello y una zona que estaba mucho más abajo le empezó a palpitar y a él se le erizó el bello de los brazos.
¿Acaso le había gustado? No, Kyungsook... ¿Cómo puedes siquiera pensarlo? Se enfado consigo mismo.
Cuando él lo mordió, empezó a ver estrellitas blancas que le nublaban la vista. Sentía que flotaba, que volaba sobre la cama, con los brazos de Jongin como fortalezas de hierros candentes, alrededor de su cintura, y con sus manos, apretadas y tensas sobre sus nalgas.
Sin rumbo de nuevo, fue consciente de que cada paso le resultaba doloroso. Había partes del cuerpo que le escocían. Zonas íntimas. Su parte trasera, por ejemplo.
No tenía mucha noción del tiempo que llevaba corriendo, pero estaba convencido de que eran más de tres horas.
¿Con quién podría hablar de lo que le estaba pasando? No tenía dinero ni siquiera una yen para llamar a cobro revertido a Corea. Si hablaba con los policías, se reirían de él. ¿Quién iba a creerle? ¿Quién creía en vampiros, por el amor de Dios?
Lo que estaba claro era que habían matado a su padre. Su padre estaba muerto. ¿Por qué no podía soltar una mísera lágrima por él?
No hay nada por lo que llorar, se respondió a sí mismo. Ni un recuerdo ni un gesto cariñoso ni una palabra afectuosa. Nada. Era tan extraño haber visto morir a tu padre y quedarte tan vacío.
Vacío de recuerdos amables o de palabras cariñosas. Vacío de gestos cómplices o de abrazos llenos de calor. Le dolía más ese vacío emocional que el hecho de que él hubiera fallecido.
¿Sería verdad? ¿Sería verdad que SM estaba involucrada en la caza de los vanirios?
Pero eso era algo sobrenatural. No podía ser. ¿O sí?
Se estaba volviendo loco. ¿Si hablaba con Minho y Minseok, ellos le creerían?
Tenía que encontrar el modo de volver a Busan. Los necesitaba. Necesitaba a la gente que lo quería, que le daba calor. Ellos estarían preguntándose dónde estaba. Se llamaban cada día por la mañana. Debería extrañarles no saber nada de él.
¿Y lo de su diabetes, qué? Woobin iría hoy por la noche a su casa y le administraría la insulina. ¿Y si no era insulina como había dicho Jongin? De todos modos,Kyungsook no iba a estar allí cuando él fuese a verlo. Ni tampoco su padre.
Seo Joon estaba muerto. Madre del amor hermoso... ¿qué iba a hacer?
Una cabina. Una cabina y una buena persona que le prestara dinero para llamar a cualquiera de los tres, eso era lo que necesitaba.
Tendrían que viajar hasta Japón para ir a buscarlo, pero él encontraría el modo de llegar a la capital.
#7026 en Fantasía
#2681 en Personajes sobrenaturales
#8517 en Otros
#1429 en Acción
Editado: 12.05.2023