Destinados a Encontrarnos.

2


(2017)

 

Noah.

 

Me encontraba lo suficientemente cansado como para charlar siquiera. Era joven, si, pero si a esta edad ya estaba con dolor de columna y de cintura no me imaginaba a los cincuenta. De seguro estaría en una cama, sin duda. Pero aún así estaba conforme y agradecido con mi trabajo.

La nueva casa estaba de maravilla, pero específicamente no estaba seguro de si podía tener semejante propiedad. Era lo mío, pero el momento era lo que me hacía dudar. La cuenta de la renta era una cantidad razonable, desde el punto de vista de los lujos que ésta poseía, sin embargo, aún no pensaba en mudarme completamente a Seattle, cosa que me daba por facilidad rentar algo amueblado y cómodo para dos. 

Estaba terminando mi último bocado de la cena para luego pensar en pasar unos minutos con mi prometida, si, estaba comprometido y estaba de lo más satisfecho, realmente agradecido con mi vida, el trabajo y mi futura esposa, quizás era una locura estar comprometido a los veintitrés pero ¿qué más podía esperar? Teniendo en cuenta que tenia a mi chica, trabajo y dinero para pagar las cuentas. Sin embargo, añoraba la hora de dormir más que otros días, estaba totalmente cansado y echo nada. 
Me estaba dando por enterado que abrir un nuevo concesionario en otra ciudad no era trabajo fácil, tampoco lo esperaba, pero Seattle no me lo ponía como debería. 

Tomé aire un par de veces cuando terminé mi cena. Sentí unos brazos deslizarse por mi espalda hasta rodearme en un abrazo. Lo necesitaba realmente. Una sonrisa de felicidad se dibujó en mi rostro y estaba claro que no podía contenerla.

—¿Cansado? —susurró Sarah en mi oído.

Sentía tantas cosas por esta chica que ¡Dios!

—Ni te imaginas. —le respondí. Giré mi rostro hasta quedar cara a cara con mi futura esposa, no dude un segundo para robarle un beso.

Su sonrisa fue espontánea y expresiva. Estaba claro que no lo esperaba.

—¡Vaya! —farfulló.

Me levanté de la mesa ignorando el dolor punzante que atacaba mi columna. Necesitaba analgésicos como mínimo. Rodee a mi chica con los brazos, estaba realmente cansado como para hacer cualquier cosa pero observarla no me agotaba más de lo que ya estaba. 

No estaba equivocado con ella. 

La quería.

—¿Cuantas horas estuviste sentado? —«las suficientes» pensé—. ¿Quieres un analgésico? 

Me conocía, mejor que a otras cosas en este mundo. 

—Por favor.

Sus manos pasaron de mis hombros a mi corbata, no me gustaban lo suficiente, realmente las detestaba, pero formaban parte de mi imagen y era claro que necesitaba o mejor dicho, estaba obligado a usarlas. Aflojó el nudo que ella misma había hecho esta mañana y luego me la paso por encima de la cabeza. 

—Ve a darte una ducha. —dijo en tono suave—. Yo te los llevo.

La empuje más hacia mí y le robé otro beso ¿quién más haría esto por mí? 

—Gracias. —agregué.

Se alejó un poco y luego agregó al salir de la cocina.

—Te quiero. 

—Tambien yo.

—¡No puedes responder así! 

Una carcajada salió desde mi garganta.

—¡Te quiero!

—¡Muy bien!

Sarah era la mejor compañía que jamás había podido tener, jamás no, desde hace años. Tenia que aceptar que era una chica bastante conversadora, expresiva, alegre y efusiva pero supongo que es lo que necesito. Siendo un joven de lleno de trabajo, cuentas, compromisos y reuniones suponía que de vez en cuando necesitaba de una alegría, algo entretenido que me sacara de mi ensimismamiento, algo que llenara lo que el trabajo no podía llenar, sin embargo a veces dudaba el echo de casarme con ella, la quería, la quiero demasiado, pero puedo llegar a opinar que es muy pronto tomar una decisión ¿y si en unos años me arrepiento? ¿y si solo la utilizo para mis horas de descanso? Ese tipo de dudas invadían mi cabeza, pero prefería mil veces tragarme esos pensamientos a comentárselo siquiera a nadie, mucho menos a ella, Sarah era débil en cuanto a pensamientos y expresiones, no suele ser trabajo fácil conversar sobre cosas íntimas con ellas, pero a veces derrumbaba lo débil que podiamos llegar a ser y nos desbocabamos a charlas. ¿Era ella lo que necesitaba? Sí... o al menos eso estoy creyendo.

Salí del cuarto de baño con una toalla sobre la cintura. Había dejado toda la ropa sobre la cama. Sentí unos ojos posados en mí y no dudé ni un segundo en saber de quien se trataba.

Sin apenas girarme comenté—. ¿te gusta lo que ves?

Oí una risilla a mis espaldas. Las risillas suyas, las de siempre.

—Me gusta lo que tengo y lo que puedo ver cuando quiera. —agregó.

Me giré para ir en su busca; pero ya era tarde. La tenia frente a mí. Observé sus ojos, sus intensos ojos azules, y sin dejarla decir una palabra la besé, la besé con lujuria y con necesidad, tenia cierta necesidad de sentir sus labios, de sentir cada milimetro de ella y por eso la besé con intensidad. Tomé sus piernas en un efusivo momento de desesperación y la enganché a mi cintura, me importaba una mierda lo que opinara mi columna. Seguí besandola, como si se me fuera la vida en ello, como si estuviera a solo pasos de encontrar la gloria. Pasé su suave camisón sobre sus hombros y luego su cabeza, sus ojos estaban más intensos que hace unos segundos, habían pasado de un azul marino a un azul de noche, a un azul de necesidad. Sin darme por enterado la coloqué sobre el cómodo colchón de nuestra habitación, estaba agotado, agotado para todo pero quizás no para esto. 

Recorrí de manera lenta su figura, primero sus hombros y luego su cintura. Eso la hizo estremecer, cosa que me enloqueció en menos de lo que cantaba un gallo. Tomé la elástica de sus bragas y jugué con ellas lo que parecieron horas. Provoqué jadeos, incluso logré que pidiera más. Deslicé poco a poco mis dedos por sus piernas, la estaba enloqueciendo.



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En el texto hay: drama amor, #amor, #peleas

Editado: 26.09.2020

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