Tyler
Ya habían pasado un par de días desde la carrera, hoy era domingo.
Y seguía esperando a tener noticias directas de Darren, y no a través del odioso Jack.
Hasta que se celebre la próxima carrera, el viernes, tengo que hacer entregas de drogas. Soy lo que viene siendo un camello. Voy por los barrios bajos, por lo peores y no siempre sale bien. La mayoría de los clientes son yonquis que se niegan a pagar y acaban con tres dientes menos o con un agujero en el pecho.
Normalmente voy solo a hacer las entregas, aunque a veces me acompaña Jack y uno de los dos acaba con un ojo morado, suele ser él.
**
Tenía que salir, esta vez a recibir una entrega para Darren. Me iba a reunir con uno de los más grandes narcotraficantes e iría acompañado por los hombres de Darren.
Estaba saliendo de la casa cuando escuché a Arte bajar por las escaleras desde su cuarto, haciendo el ruido de una estampida de elefantes.
-Espera, espera- dijo recuperando el aire perdido en la carrera.
-¿Qué quieres?
-Pues qué voy a querer. Quiero acompañarte.- dijo toda convencida.
-No, tú te quedas aquí y cierras bien la puerta.- me negaba.
-Siempre dices lo mismo y estoy cansada de quedarme encerrada en casa como si fuera una muñeca de porcelana.- se quejó.
-No quiero que te pase nada, por eso no te dejo salir.
-Pues esta vez voy a salir, contigo o sin ti, tú eliges.
-Es peligroso, mantén los ojos abiertos.-la advertí.-No te alejes de mi lado.
Lo último que quiero y necesito es que la hagan daño.
-Me sé defender. Te sorprendería ver lo que sé hacer.- dijo de forma egocéntrica y orgullosa.
-Prefiero no descubrirlo por el momento. Vamos.- dije suspirando.
Esta chica siempre consigue lo que quiere. No sé cómo lo hace, pero no la puedes decir que no. Y si te niegas pueden ocurrir dos cosas, la primera es que se enfade y no te dirija la palabra en un tiempo; y la segunda cosa que puede pasar es que te mire con esos ojitos dándote pena y que al final cambies de opinión y aceptes.
Artemisa
Nos montamos en un todoterreno Range Rover, que es el que Tyler utiliza para los asuntos se drogas. Llevábamos una media hora en camino hacia algún lugar de dudosa reputación, en silencio, sin decir una sola palabra. No se trataba de un silencio incómodo, aunque yo sentía un poco de tensión en el ambiente.
-¿Falta mucho?- le pregunté al ver que la carretera atravesaba un bosque y seguíamos por ella.
-Unos 10 minutos.-dijo cortante.
-¿Estás enfadado?
-No.
-¿Adónde vamos?
-A unos almacenes.
-¿Vamos a estar mucho tiempo allí?
-El necesario.
-¿Y eso cuánto tiempo es?-volví a preguntar sacándolo aún más de quicio.
-¿No te piensas callar?- me dijo él, claramente enfadado.
-¿Puedo hacerte una pregunta? Bueno, dos más.- le pregunté, a lo que suspiró asintiendo.
-Entonces, ¿te has enfadado?- con esta pregunta pude notar cómo apretaba la mandíbula a la vez que afianzaba el agarre al volante, provocando que se le marcaran las venas de los brazos, aunque no de manera exagerada.
-¡Cómo no voy a estar enfadado! No has parado de hacer preguntas estúpidas. Te estás comportando como una niña de 10 años, malcriada y mimada. Seguro que eras la “niñita de papi” y te daban todo o que querías. Al fin y al cabo siempre te sales con la tuya, y eso no va a ser así siempre. ¡Deja de manipular a las personas a tu antojo y vete con tus padres para que te eduquen ya que no lo hicieron en su momento!
Notaba los ojos humedeciéndose, estaba conteniendo las lágrimas y no lo iba a conseguir por mucho más tiempo.
Se había pasado de la raya, no tenía derecho a hablar de mis padres, estaba muy equivocado. Mis padres solo se fijaron en mí cuando empecé a tener problemas con las drogas, ellos apenas estaban en casa y yo me refugiaba en mi habitación.
No les esperaba aquella noche, se suponía que estaban de viaje y me pillaron con todo encima de la mesa. Tenía un porro encendido, una raya preparada sobre la mesa y la bolsa con pastillas.
No me conformaba con una sola cosa, tardaba demasiado tiempo en hacer efecto y evadirme de mis problemas.
Sólo pasaron tiempo conmigo cuando me metieron en el centro de desintoxicación, literalmente, en cuanto firmaron los papeles se marcharon y durante los tres meses que estuve ingresada en el centro no me visitaron.
Únicamente me llamaron dos veces, en tres putos meses. Me metieron allí porque según mi madre “los vecinos tienen que pensar que nuestra familia es perfecta”. ESO es lo que les importaba a mis padres, las apariencias.
Cuando me quise dar cuenta las lágrimas ya bajaban por mis mejillas y estaba hiperventilando.
-Para el coche.- le pedí a Tyler con la voz rota. Parecía arrepentido, pero eso ya no importaba.
-¡Que pares el puto coche!-le grité. Me hizo caso de inmediato bajando la velocidad y parando a un lado.
Bajé del coche corriendo y escuché otra puerta cerrarse, la de Tyler supongo
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Editado: 28.11.2018