Destinados

Capítulo 19

Tyler

Los chicos insistieron en que debía guardar reposo después de la paliza, puede que tuvieran algo de razón, pero no podía dejar de pensar en Arte. Tenía que estar allí cuando la encontraran.

Llegamos a una especie de cabaña con porche, daba la impresión de estar deshabitada. Íbamos Aiden, Ryan, Keanu, los hombres de Darren y yo, cada uno equipado con sus propias pistolas.

Subimos al porche y Aiden me agarró del brazo y me apartó.

-No hagas  ninguna tontería, deberías de estar en casa.-Me reprochó. Bufé, era lógico que no me iba a quedar de brazos cruzados mirando.

-En serio Tyler, eres como mi hermano, me preocupo por ti.

-Joder, que sí, no voy a meter la pata.-Por muy cabreado que estuviera sabía que todos tenían razón, menos yo, claro. Aunque no lo iba a admitir.

Nosotros entraríamos los últimos, junto con Ryan y Keanu. Si esto era una trampa no seríamos los primeros en caer. Lo malo es que seriamos los últimos en ver si dentro estaba Artemisa.

-Esperad.-dije, dirigiéndome a los hombres.- ¿Sabéis cómo es Artemisa? Porque no me haría gracia que la dejarais como un puto colador.

-Mira chico, estamos aquí por órdenes, no por gusto. Si quieres vas delante con nosotros y así lo compruebas eh.- justo lo que quería.

-Perfecto. Vamos.-No miré a mis amigos, sabía que no me iban a gustar sus reacciones.

Abrimos la puerta y estaba todo vacío. Había unas cuantas mesas que no aguantarían siquiera una lata antes de caerse.

Avanzamos por un pasillo estrecho hasta llegar al final, donde había una puerta en mejor estado. Nos preparamos todos para entrar a la habitación. Cargamos las pistolas y nos posicionamos.

Uno de los hombres de Darren abrió la puerta con una patada y yo entré primero.

-Qué cojones.-dije al ver tan solo unas hamacas viejas y sucias.

Los demás estaban con la misma cara que yo. No se esperaban esto.

Al lado izquierdo pudimos ver otra puerta, me giré hacia los chicos, que todavía no la habían visto y me llevé el dedo índice a los labios, para que estuvieran en silencio.

Me acerqué a la puerta sigilosamente, escuché movimiento y quejidos de una chica, ¿sería Artemisa?

Abrimos la puerta repitiendo el proceso anterior. Nos encontramos a unos veinte hombres armados con AK-47, uno de ellos sujetaba a Artemisa, que estaba con la cabeza agachada. Ese hombre tenía un cuchillo rozando su cuello.

No nos estaban disparando, y eso nos descolocaba los planes.

Una mujer rubia salió de entre los hombres. Me sonaba mucho, pero no sabía de qué.

-Habéis tardado mucho, sobretodo tú, Tyler. No te mueres eh-dijo la rubia riéndose- parece que tienes un ángel de la guarda.

-No sé qué quieres de nosotros, pero suéltala. O te juro que acabaré contigo y con las ratas que te acompañan.

-¿Tyler?- susurró tan bajo Artemisa que podría habérmelo imaginado.

-Calla estúpida.-esa mujer odiaba demasiado a Artemisa, me di cuenta por cómo la miraba.

-¿Qué quieres para soltarla?-me estaba poniendo nervioso.- ¿Dinero? Puedo darte lo que sea.-Mis chicos vinieron a mi lado para apoyarme.

-Tengo tanto dinero como quiera. Puedo pagarme mis vicios, la compañía masculina y a mis… ah sí, ratas, como tú les llamas. Pero estas ratas pueden acabar con la chica y con todos vosotros.-sonreía como un niño cuando le compran sus chuches favoritas.

-¿Qué coño quieres entonces?-dijo ahora Aiden casi tan nervioso como yo.

-Quiero que Tyler se quede aquí y vosotros os marchéis. Cuando os hayáis marchado la soltaré. Antes de que os neguéis voy a advertiros, si no aceptáis ella-dijo apuntando a Arte- verá cómo morís y os desangráis por los tiros, después podré cortarla trocito a trocito y se los enviaré a Ángel con una nota dándole el pésame por la muerte de su sobrino y de la chiquilla. Me conoces, sabes que soy capaz.

Miré a mi grupo y todos negaron con la cabeza, ellos no la conocían de nada y yo no sabía de qué la conocía.

-¿No te acuerdas de mí? Es una pena querido yo sí me acuerdo de ti, más bien de los dos.-dijo mirando también a Artemisa- A ti, Tyler, te conocí hace nueve años. Te di chocolate en el hospital el día que tus padres murieron, fue una lástima.-dijo en tono socarrón- Y… Artemisa, todavía no es el momento de que lo sepas.

Artemisa levantó la cabeza por primera vez para escuchar a la rubia y cuando la vi mi sangre comenzó a hervir.

La habían golpeado. Habían golpeado a Artemisa. Tenía el pómulo y el ojo izquierdos morados e hinchados, y el labio partido. La camiseta que llevaba tenía una macha roja en el hombro. Mierda el balazo.

No lo pude evitar y pregunté:

-¿Qué le has hecho?- miré a Artemisa y me entendió.

-Oh, pues tiene gracia. Como mis hombres no pudieron acabar contigo lo han hecho con Artemisa. Aunque han sido muy suaves, por lo que veo estás de una pieza, los moretones no tardan en desaparecer.




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