Después de la intensa batalla contra Asmodeo y Mammon, la atmósfera seguía cargada de tensión. El sol se filtraba a través de las grietas de las altas murallas del campamento, iluminando las armas y el polvo que quedaba en el aire. En el interior de la casa de Ruwi, un espacio sencillo pero acogedor, Ishnofel (José) se preparaba para enseñar a los enviados de Jesús—Ruwi, Daniel, Rosenda y Camila—un nivel más avanzado sobre el uso de la espada.
Técnicas de manejo de espada (Nivel intermedio)
José, con calma y autoridad, comenzó la sesión de entrenamiento mientras el sonido de las espadas cruzándose y el eco de los pasos resonaban en la estancia. Con la luz suave que se colaba por las ventanas, él les mostró las posturas y movimientos con una precisión casi letal.
Durante un breve descanso, el aire se volvía más fresco. Ruwi, con una expresión de curiosidad, se acercó a su padre. El sonido de las espadas cesó por un momento, reemplazado por el susurro del viento que se colaba entre las rendijas de la casa.
— Papá, estuviste frente a Lucifer... ¿cómo es realmente? — Preguntó Ruwi, mirando a su padre con una mezcla de asombro y temor.
José se detuvo, su rostro se endureció ligeramente, como si al recordar la imagen de Lucifer, el peso de su historia lo atravesara. El silencio era denso, sólo roto por el susurro lejano de las hojas movidas por el viento. Con voz grave y serena, José comenzó a relatar lo que había visto.
— Su apariencia... es la de un ángel hermoso, con cuatro alas doradas. Una de ellas cubre su cuerpo, mientras que las otras son para volar. Es como una fusión entre un querubín y un serafín, pero sin las cabezas de buey, águila y león. Su rostro es humano y perfecto...** — explicó José, su mirada perdida en el horizonte, como si intentara ver a Lucifer nuevamente, en el lejano lugar donde la batalla había tenido lugar.
Ruwi lo miraba fijamente, confundido, mientras el viento continuaba soplando suavemente a través de las paredes de la casa.
— Entonces, no se parece a un demonio con cuernos ni a alguien rojo, ¿verdad? — preguntó Ruwi, procesando la nueva información.
José frunció ligeramente el ceño ante la concepción errónea de su hijo, pero con una sonrisa tranquilizadora respondió:
— Eso es solo un mito. Los demonios no son como los pinta la iglesia. Se asemejan a los ángeles en su verdadera forma. — comentó, añadiendo con una ligera risa, aliviando la tensión en el aire.
El sonido de los respiradores de los entrenadores se escuchaba en el fondo, mientras Ruwi asimilaba las palabras de su padre, procesando lentamente la profundidad de lo que había aprendido.
— Entonces... ¿todo lo que sé sobre los demonios es solo una creencia? — preguntó Ruwi, asombrado.
José, sin perder la compostura, comenzó a dibujar en el suelo de tierra para ilustrar lo que quería transmitir.
— Exacto. Y los ángeles tampoco son humanos con alas; son más bien criaturas con ojos en todo su cuerpo. Sólo los arcángeles y algunos ángeles pueden tener forma humana, porque están más cerca de nosotros. Los demás son como alas llenas de ojos. — explicó, mientras los ojos de Ruwi seguían atentos a las palabras de su padre.
La sala parecía desvanecerse en una calma solemne mientras la conversación se profundizaba. Cada palabra de José se volvía más pesada y reveladora, pero también abría más preguntas en la mente de Ruwi.
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En otra parte desconocida de la tierra, Lucifer, rodeado por los cinco pecados capitales, observaba con desdén el mapa del mundo. La atmósfera era densa, llena de una oscura energía. Las sombras danzaban alrededor de ellos mientras discutían sobre cómo eliminar a sus enemigos, Ishnofel y su hijo.
Lucifer, de pie con su presencia imponente, giró su mirada hacia sus aliados. Los ecos de su desdén eran claros, resonando en cada palabra.
— Tenemos un problemita. El traidor de Ishnofel se unió a su hijo. Ahora son aliados. ¿Alguna idea para deshacernos de ellos? — dijo Lucifer con un tono grave, su voz resonando como un trueno en la tormenta.
A su alrededor, los pecados capitales debatían entre sí, cada uno aportando sugerencias que, aunque sin compasión, revelaban la naturaleza destructiva de sus deseos. La atmósfera a su alrededor se volvía más pesada con cada propuesta. El suelo bajo sus pies parecía vibrar con la energía de la oscuridad.
Leviatán, con su voz gutural, rompió el silencio:
— ¿Qué tal si los atacamos sin piedad y después nos comemos lo que quede? — sugirió, su estómago retumbando en la penumbra del lugar.
La risa sardónica de Lucifer cortó la propuesta. Con mirada penetrante, se dirigió al resto.
— ¡Deja de pensar en tu estómago, Leviatán! — respondió, su ira apenas contenida.
Sin embargo, en la esquina, Belphegor estaba sumido en un sueño profundo, rodeado por una aura de indiferencia eterna. A su lado, Beelzebub frunció el ceño, mirando al pecado de la Pereza con desprecio.
— ¡Belphegor! ¡BELPHEGOR! — gritó Lucifer, empujándolo con furia.
— Cinco minutos más... — murmuró Belphegor, sin siquiera mover un dedo.
Lucifer, exhalando un largo suspiro, se levantó con decisión. Su rostro se iluminó con una sonrisa maliciosa, y con una mirada fría y calculadora, comenzó a trazar su plan.
— No importa. Iré yo mismo a enfrentarlos. Soy más que capaz. Después de todo, soy el primer ángel de toda la creación. — dijo Lucifer, mientras la sombra de su figura se expandía, absorbiendo la luz a su alrededor.
Editado: 11.05.2025