— A ver, Pablo Lorenzo, cuéntame tu historia —dijo Ruwi, sus ojos brillando con curiosidad mientras la luz cálida de la tarde se filtraba a través de las ventanas, iluminando el pequeño salón donde se encontraban. El aroma del café recién hecho flotaba en el aire, mezclándose con las risas y murmullos suaves que acompañaban la conversación.
Pablo Lorenzo, sentado frente a ellos, miró por un momento el horizonte a través de la ventana, como si las palabras que a punto de salir de su boca le costaran un poco más de lo que quería admitir. Finalmente, comenzó a relatar su vida en voz baja, pero clara, como si las sombras del pasado aún rondaran su mente.
Nació el 15 de septiembre de 2006 en Chichayo, un lugar rodeado de verdes montañas y campos dorados por el sol. Allí vivió feliz junto a sus padres, James y Gladys, quienes le brindaban una vida tranquila y amorosa. Sin embargo, ese equilibrio se rompió un trágico día cuando, mientras la familia viajaba en su coche, un accidente con un bus cambió todo para siempre. Pablo sobrevivió, pero sus padres no tuvieron la misma suerte.
— Oh, lamento mucho lo de tus padres —comentó Daniel, con una mirada seria y una ligera palmadita en la espalda de Pablo. Los sonidos del exterior, como el canto de los pájaros y el viento moviendo las ramas de los árboles, se hicieron más lejanos mientras la tristeza de la historia se instalaba en el aire.
— No se preocupen, ya lo he superado —respondió Pablo Lorenzo con una sonrisa que, aunque triste, reflejaba una fortaleza inesperada. Sus ojos, fijos en el suelo por un instante, volvieron a encontrar la mirada de sus amigos.
Creció bajo el amoroso cuidado de sus tíos, Andrés y Olga, quienes, aunque eran ya ancianos, le ofrecieron un hogar lleno de ternura y sabiduría. Ellos, con su cabello blanco y manos arrugadas por los años, lo guiaron con paciencia y amor. A los 12 años, tras la tragedia, Pablo ingresó a una nueva escuela. Fue allí donde conoció a Camila, una chica con la que rápidamente entabló una amistad que se volvería indestructible.
— ¡Ah, cómo olvidar cuando intentaste escalar ese árbol y terminaste cayendo! —rió Camila, su risa cálida llenando la habitación, como el sonido de campanas en una mañana despejada. Su rostro estaba iluminado por la alegría de recordar aquellos días inocentes.
— No me lo recuerdes, por favor —respondió Pablo Lorenzo, sonrojándose mientras su mirada se desvió, buscando evadir el tema. La risa que siguió llenó el ambiente de complicidad.
Sin embargo, la historia de Pablo Lorenzo comenzó a tomar un tono más sombrío. A medida que se fue acercando a Camila, un grupo de compañeros comenzó a hacerle bullying debido a su condición de huérfano. A pesar de intentar ignorarlo, la situación se volvió cada vez más insoportable. Un día, decidió contarles a sus tíos lo que sucedía, quienes, preocupados, optaron por cambiarlo de escuela.
— Entiendo lo que sientes; yo también sufrí bullying a los 11 años —dijo Ruwi, mientras sus ojos se suavizaban con empatía. Las luces del atardecer comenzaban a ponerse más doradas, proyectando sombras alargadas sobre el suelo de la habitación.
Pablo Lorenzo continuó su relato, mencionando que, a pesar de las adversidades, había logrado sobresalir en todas las materias y se convirtió en el mejor alumno de su nueva escuela. Sin embargo, la vida no le permitió descansar por mucho tiempo. La muerte de sus tíos llegó después, dejándole como herencia la casa donde había crecido y 12,000 soles que le permitirían costear sus estudios.
— Vaya, tu historia es increíble —dijo Daniel, con una mirada de admiración, asintiendo lentamente. La luz cálida que envolvía la sala parecía reforzar el sentimiento de respeto y aprecio hacia Pablo Lorenzo.
Jesús, que hasta ese momento había permanecido en silencio, sonrió suavemente al ver a sus amigos conversando y disfrutando de la compañía mutua. El aire de la tarde era tranquilo y lleno de una sensación de paz, como si las historias de vida compartidas entre ellos hubieran tejido un lazo irrompible. Todo alrededor se sentía como un lugar donde las amistades más profundas nacen: en un rincón acogedor, donde el amor, la empatía y la fortaleza se entrelazaban.
Editado: 11.05.2025