Julie
Me acosté e intenté dormirme. Cuando al fin pude hacerlo, una imagen apareció ante mí.
Estaba en el castillo, el ambiente era frío y tenebroso. El eco de mis pasos es el único sonido. Siento que todo comienza a girar y mi costado comienza a doler. Subo las escaleras y camino rumbo al árbol, buscando aliviar mi dolor. Llego y el frío se hace más fuerte, una sombra rodea el árbol. Me acerco y toco el árbol, pero el dolor no se calma. Escucho unos latidos lentos y una persona aparece en mi mente.
-Sebastian- susurro.
Tomo una chamarra y bajo deprisa las escaleras. Abro la puerta y me subo a mi motocicleta, me coloco el casco y mis guantes. La enciendo y comienzo a manejar a una velocidad rápida. Veo la casa de los chicos y estaciono. Dejo mi casco y bajo. El viento crece como mi desesperación y el cielo comienza a nublarse. Toco el timbre y comienza a llover. Mis manos tiemblan y apenas puedo sostenerme con mis piernas. La lluvia crece y abren la puerta. Sebastian aparece en el umbral y siento que mi corazón vuelve a latir.
-Estás bien- susurré y él asintió.
La lluvia cesa, pero mi cuerpo sigue temblando. Toma mi mano y entramos a la casa. Me pasa una toalla y subimos a su habitación.
-Ten, cámbiate la ropa- dijo tendiéndome un pijama de él. La tomo y él señala una puerta, que supongo es el baño.
Entro y tenía razón. Comienzo a quitarme mi ropa mojada y me pongo la que me prestó Sebastian. Me veo en el espejo y me doy cuenta que es donde lo vi. La ropa de Sebastian, me queda un poco grande y me siento extraña. Mis mejillas comienzan a sonrojarse y lavo mi rostro. Salgo y me encuentro a mi “prometido” sentado en la cama. Alza su mirada y sonríe cuando me ve con su ropa.
-¿Por qué viniste en medio de la noche?- pregunta preocupado.
-Tuve un sueño y creo que estabas desaparecido. Tu corazón latía muy lento y eso me asustó- respondí.
-Estoy bien- mordí mi labio inferior.
-Si algo he aprendido, es que mis pesadillas, de alguna extraña manera, se vuelven reales- él tomó la ropa y salió de la habitación.
Me senté en el borde de la cama. Mi mente volvía una y otra vez a aquella escena. Sé que Sebastian era fuerte, no porque lo conociera bien, si no porque así se veía. También sé que William y Adonis nunca permitirían que algo malo pasara, pero tenía miedo. Ya había soportado muchas muertes, no podía permitir que alguien más muriera. Aunque quise negarme a este compromiso por esa razón, creo que ahora tendré que estar más cerca de ellos e impedir que mueran. Sebastian entra a la habitación y se acerca a mí.
-Dormirás en mi cama, yo iré al sofá- quise reprochar eso, pero él no me lo permitió, pues inmediatamente tomó una colcha y una almohada.
Retire las cobijas y me acosté. El perfume característico de Sebastian inundó mis fosas nasales y me relajé un poco. Cerré mis ojos y comencé a escuchar los latidos de mi prometido, eran normales y con ese sonido, pude conciliar el sueño.
Estaba en un bosque, la niebla a penas y me permitía ver. Las plantas eran de un color negro. Caminé y algunas cobraban un color verde brillante. Tenía una capa con piel sintética en el interior, lo cual me mantenía caliente. El viento era frío. De repente se intensificó y sentí como una sombra se acercaba a mí. Sus ojos eran negros como la noche, pero había un reflejo rojo en ellos. Alzó un cuchillo y lo clavó en mi estómago, caí al suelo. El dolor se intensificó giré mi cabeza y a mi lado yacía el cuerpo de Sebastian. Su boca estaba cubierta de sangre y sentí como todo se volvía negro.
Grito mientras me reincorporo en la cama. Mi respiración está agitada y siento como mis mejillas comienzan a mojarse. Sebastian se levanta asustado del sofá y ve observa. Se sienta a mi lado y me abraza. Recargo mi cabeza en su hombro y él comienza a acariciar mi cabello. Escucho los latidos de su corazón. Ese sonido hace que mi corazón vaya adquiriendo el mismo ritmo cardíaco que el suyo y pronto logro tranquilizarme. Sebastian cuando lo nota, intenta pararse, pero lo tomo de la mano. Me observa dudoso y lo atraigo a mí. Siento como sus brazos me rodean y me recuesto en la cama. Él hace lo mismo y comienza a acariciar mi cabello. Sentir su latido, sentir que está vivo, hace que pueda dormir en paz.
Despierto cuando escucho que una voz me llama. Siento que mueven mi cuerpo y abro mis ojos. La luz de la habitación hace que los vuelva a cerrar. Me levanto y veo a Sebastian ya vestido.
-Te llevaré a casa para que te cambies de ropa y tomes lo que necesites- asentí.
Bajamos las escaleras y en la sala se encontraban William y Adonis. Voltearon a vernos y el primero frunció el ceño, en cambio el segundo sonrió abiertamente. Sentí mis mejillas sonrojarse. Observé lo que traía de ropa y sentí como mis mejillas se ponían más rojas.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Adonis a punto de reírse.
-Pasó algo. Tuve un sueño y de alguna manera terminé aquí- respondí.
-¿Qué soñaste?- cuestionó William.
-Que todos moríamos- respondió Sebastian antes de que respondiera.
Lo voltee a ver con el ceño fruncido y él tomó mi mano. Salimos de la casa y observé mi motocicleta.