Destino

Capítulo 21

Julie

Todo pasa por mi mente, como un huracán que arrasa todo a su paso.

Los recuerdos de mi niñez, cada uno de los momentos que pasé con mis padres. Aquel cumpleaños que cambió mi vida por completo. Las risas por la mañana, el pastel, los regalos. Aquella tarea, la casa de Kira. El cielo oscuro. Los autos, la sangre y los gritos. Unos brazos que me impiden ir hacia ellos.

El viaje con mi tía, la despedida de Kira. Una promesa que no pude cumplir. Un nuevo comienzo, nuevas sonrisas y amigos.

Y luego, todo lo que sigue. Mi peor pesadilla.

La muerte de Carina, su vestido cubierto de sangre. Su sonrisa y sus ojos que parecían tan vivos en la tarde anterior. Ese futuro que no pudo tener.

Rojo, más rojo. Observo el cuerpo de Paola caer frente a mí.

Un bosque, rodeado de árboles verdes… y más rojo. El cuerpo de Génesis inerte rodeado de flores silvestres, un paisaje que debería ser hermoso, atraviesa mi corazón como una daga.

Eduardo, el destino que no pude cambiar. Y veo más sangre.

Mi tía, la última familia que tuve. Su vida termina, como todas las demás.

Y finalmente, veo la muerte de quien provocó todo. Pero eso no me hace sentir mejor. Escucho gritos. Veo lágrimas y sangre.

-¿Juliet?- cuestiona la voz de Sebastian.

Mi pecho duele, con cada latido que da mi corazón. Mi respiración comienza a volverse inestable, mientras cierro mis ojos, tratando de calmar los gritos que han vuelto a llegar a mis oídos. Muerte y más muerte. Aquellas voces claman por sus vidas, aturden mis oídos y siento como algo recorre el camino de mi nariz a mi boca. Abro mis ojos y lentamente subo mi mano. Sangre. Mis latidos incrementan su ritmo y observo los ojos cafés de Sebastian.

-Estás vivo- sus ojos muestran preocupación, escucho gritos y pasos apresurados. –Me alegra que estés vivo- cierro mis ojos lentamente y no hago nada más para detener lo que sea que esté pasando en mí.

Las voces se vuelven más fuertes, los gritos ya no me molestan. Mi vista, roja y negra, aquella vista que me había mostrado tantas veces la sangre, la muerte. Ya no le temo. Dejo que esos colores me envuelvan. Dejo de tener control sobre ello.

Y luego, como si de una explosión se tratara, todo se vuelve negro.




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