Julie
Abro mis ojos abruptamente y levanto mi cuerpo rápidamente, mi cabeza duele un poco y me siento mareada por el movimiento. Observo la habitación y frunzo mi ceño, era una habitación que emitía un aire extravagante. Había un gran armario con ropa totalmente desconocida para mí y que además era completamente lo opuesto a lo que usaría. Algunos muebles que lucían más caros de lo que costaba mi motocicleta y las pinturas que adornaban las paredes, probablemente valían más que la casa que mis padres me dejaron. Me pongo en pie y me doy cuenta que vestía ropa que no era mía, en mi vida compraría algo así.
Debía ser un sueño, más bien, una pesadilla. ¿Qué era este lugar? ¿Por qué estaba aquí? Antes de que pueda caminar, la gran puerta de madera que lucía bastante antigua, se abre. Por ella entra un chico con cabello castaño claro y sus ojos eran cafés. Por alguna razón su rostro me parecía conocido, sin embargo, nunca lo había visto. Me observa fijamente y se acerca con pasos veloces hacia mí, sonríe mostrando sus dientes, perfectamente alineados, y sujeta mi antebrazo. Por reflejo me alejo de él y frunzo mi ceño aún más.
-Julie, ¿sucede algo?- cuestiona el chico.
-¿Quién eres?- respondo.
-¿Juliet, no me reconoces?- pregunta.
-No me llames por mi nombre, dime quién eres y por qué estoy en este lugar- me alejo de él hasta quedar pegada a la pared.
Busco una señal que me diga en qué lugar estoy, sin embargo, no podía pensar con claridad. Nada en la habitación se me hacía conocido, observo por la ventana, la vista se me hace conocida, pero según mis memorias, no hay ningún lugar así donde haya estado. Mi cabeza duele y los latidos de mi corazón golpean fuerte contra mi pecho. Mi vista se vuelve borrosa y cada respiración entrecortada. La necesidad de aire comienza a notarse y vuelvo a respirar, mas era como si el oxígeno hubiese desaparecido. El chico castaño se acerca a mí y comienza a llamarme por mi nombre, noto un rastro de preocupación en su voz. Intento aferrarme al sonido de su voz, pero era como si todo fuera lejano. Toco la pared con mis manos y me sujeto a ella, eso no me ayuda en absoluto.
Siento unas manos cálidas posarse en mi mejilla, cierro mis ojos tratando de que al abrirlos el rostro se vuelva reconocido. Pero cuando lo hago, lo único que veo son unos ojos rojos con reflejos negros. Mis latidos incrementan su ritmo, pero es como si mi cerebro no reaccionara. El miedo me invade, pienso en esos ojos y un mar rojo de imágenes comienza a aparecer. Entonces lo siento. Un roce suave contra mis labios, cierro mis ojos y las imágenes desaparecen. Muevo mis labios, concentrándome en ello, siguiendo los labios desconocidos que ahora estaban en los míos. En mi vida sólo había besado a una persona, recordaba que sólo había besado a una persona, sin embargo, la forma y la textura de los labios que estaban sobre los míos, me parecía conocida. No sabía por qué, pero sentí que no era la primera vez que los besaba.
Cuando me separo, mi respiración se ha calmado, abro mis ojos y me encuentro con unos cafés. Sé que son del chico castaño, pero recordaba haberlos visto antes, no sólo verlos, sino, conocerlos.
-Llamaré a un médico para que venga a revisarte, recuéstate un momento en la cama, vendré en un momento- asiento y hago lo que me dice, por alguna razón, sabía que no me lastimaría.
Me siento en la cama y recargo mi cuerpo en las almohadas, intento recordar las imágenes que pasaron por mi mente antes de que el chico me besara, mas no puedo recordarlas y dejo de intentarlo cuando mi dolor de cabeza regresa. Era extraño, mi mente se quedaba en blanco cuando intentaba recordar lo que había pasado, o algo relacionado al lugar donde me encontraba, incluso de algunas personas. Tenía la sensación de que había olvidado algo, pero al intentar recordar, el dolor en mi cabeza incrementaba y la única manera de sentirme mejor, era dejar de buscar lo que había olvidado.
La puerta de madera se abre, por ella entran el chico, un doctor y otro chico que también parecía conocer. El doctor se acerca a mí y abre un botiquín. Toma un estetoscopio y lo acerca a mi pecho, me tranquilizo mientras el médico escucha los latidos de mi corazón.
-Los latidos de su corazón han regresado a un ritmo normal, según lo que ha dicho, la señorita Martin ha sufrido un ataque de pánico, espero que no le moleste, pero podría decirme qué era lo que estaba pensando antes de que ocurriera- frunzo mi ceño.
-¿Ataque de pánico?- cuestiono.
-Sí- responde.
-No recuerdo qué era lo que estaba pensando, cuando intento recordarlo, mi cabeza duele- contesto y observo la mirada preocupada de los dos chicos.
-¿Se golpeó la cabeza en algún lugar, se cayó o algo por el estilo?-
-No, ninguna de ellas- respondo.
-¿Qué es lo último que recuerda?- cuestiona.
-Recuerdo que manejé desde otra ciudad por dos horas para mudarme a la ciudad donde nací porque se lo prometía a mi tía. Llegué en motocicleta y después me quedé dormida. No sé por qué estoy aquí, ni sé dónde es “aquí”. No puedo recordarlo- digo.
-¿Sabes quiénes somos?- pregunta el castaño y niego.
-Sus rostros se me hacen conocidos, pero no sé cuándo los vi, no sé si los conozco o cuándo lo hice, no sé nada de ello- digo.