Destino

Prologo

Rosse y Eros, dos personas tan diferentes, pero destinados y se puede decir que sería fácil que estuvieran juntos, pero es más difícil de lo que pasaría cualquier relación, Rosse una adicta al cigarrillo, a la marihuana y otras sustancias, y con un pasado que la persigue. Y Eros un buen chico, con buena vida y sin problemas.

—¿Por qué sigues fumando? — pregunto Eros mirando a la pelinegra con pesar, quien se encontraba sentada en la acera fumando.

Rosse lo miro con hastío al ver el pesar y la lastima en su mirada. Dio una última calada a su cigarrillo y boto la colilla del cigarrillo al suelo. Metió su mano al bolsillo de su chamarra, de este saco un rollo y un encendedor. Metió la punta del rollo en su boca y lo encendió. Dio una calada y soltó el humo, haciendo que este llegara a la cara del pelinegro. Eros hizo una mueca de asco al sentir olor en su rostro, con su mano ventilo para alejar el humo.

—¿Podrías dejar de fumar cuando yo esté presente? —pregunto el pelinegro, a pesar de que sabía la respuesta a su pregunta.

—No —respondió Rosse—. Si no te gusta verme, puedes irte, no te estoy reteniendo —con su brazo libre hizo un ademan para que se fuera y la dejara sola, era lo único que necesitaba.

Eros hizo un puchero y por un momento Rosse lo miro con ternura, pero en cuestión de segundos su mirada volvió a ser inexpresiva. No quería mostrarse débil, no lo era, pero cierto chico tenía poder sobre ella y sus emociones, cosa que Rosse había creído imposible después de la muerte de su esposo.

Eros se sentó a lado de la pelinegra, tragándose su orgullo, apoyando sus brazos sobre sus rodillas y miraba al frente.

—Escuche que te quitaran la beca —dijo Eros.

—Seh —chasqueo la pelinegra y dio otra calada.

Eros se sentía mal por Rosse, la chica era hermosa, inteligente y... Bueno, no sabía cómo más describirla, porque Rosse era egocéntrica, no tenía modales, manipuladora, mentirosa y la lista de sus "defectos" seguía. A veces se preguntaba, ¿Cómo podía haber tanta maldad en un cuerpo? Excelente pregunta, pero para esta hay diferentes respuestas.

—Así que... Arruinaste el auto de la profesora Rodríguez —había musitado el ojiazul.

—Uh-jun — musito y asintió la pelinegra mientras el humo salía de su boca—. La perra se lo merecía.

—Y rompiste los vidrios de su casa —continuo el chico.

—También —se encogió de hombros sin importancia—. Nada del otro mundo. Solo fue una pequeña venganza que se merecía.

Eros nunca comprendió que servía la venganza, y jamás lo comprendería. Al contrario de Rosse, quien siempre utilizo la venganza como un arma, siempre le sirvió y si comprendía el uso de esta.

—Pero... ¿De qué te sirve vengarte? ¿Y si lo vuelve hacer? ¿Te vengaras de nuevo? —pregunto confundido.

—No lo entiendes —murmuro Rosse.

—Y no lo haré —respondió Eros haciendo un mohín.

—Y no espero que lo hagas —mascullo jocosa.

El pelinegro jamás entendía a Rosse, ella era indescifrable. No sabía que pensaba, o que pensaba hacer, era tan inexpresiva. Nadie sabía que pasaba por la mente de la chica, ni que pensaba hacer, nada. Para las personas era totalmente difícil comprender a Rosse. Se podía hasta decir que ni ella misma se comprendía.

—Y no crees que... Estuvo mal lo que hiciste —dijo el pelinegro.

—Nah —negó la pelinegra mientras daba otra calada al rollo.

Eros solo se limitó a suspirar. No podía contradecirle, no pensaba discutir con ella. Siempre terminaba viéndose como el malo, a pesar de que intentara de ayudar. Las discusiones con Rosse siempre llevaban a la misma respuesta.

"No soy tu problema, lárgate"

Y es que Eros, no quería dejar sola a Rosse. Tenía miedo lo que le pudiera ocurrir a ella, y si, puede que la pelinegra tuviera amigos y familia que se preocuparan por ella, pero Rosse hacia lo posible para escapar de ellos. No le gustaba que estuvieran encima de ella como si fuese una enferma, una niña, que no sabe qué hacer, aun mostrando todo lo contrario.

—Isabella me llamo —comunico el pelinegro.

—Y... —dijo la pelinegra para que continuara.

—Te están buscando —continuo el chico

—Entonces dile que dejen de buscarme —respondió Rosse.

Eros solo asintió y le envió un mensaje a la mejor amiga de la chica a su lado. Haciéndole saber que estaba bien, que no se preocupara, que él la cuidaría. Como respuesta obtuvo un "Ok".

—El destino es una mierda —mascullo la pelinegra.

—No, no lo es —negó el pelinegro —. Si no fuese por el destino, no nos hubiéramos conocido, Rosse —dijo el pelinegro con una sonrisa en su rostro.

—¿Te alegra el haberme conocido? —pregunto la chica confundida.

Las personas que conocen a Rosse, llegan a decir que su personalidad es una mierda, que su actitud es jodidamente odiosa y entre otras cosas. Eso no le afecto a Rosse, ¿Debía ponerse a llorar por qué no le agrado a una persona? ¿Por qué la insultaron? Patético, la única persona por la cual siempre le preocupo e intereso su opinión ya no se encontraba vivo. Ya no tenía por qué preocuparse e interesarse en la opinión de los demás.

Pero vaya que el destino quería joderla de nuevo. 

 



#25166 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, famila

Editado: 01.07.2021

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