Capitulo 4
Rosse.
El hombre me detuvo el paso, eleve un poco mi cabeza para verlo y confrontarlo. ¡Era muy alto! Me hacía sentir enana, aun midiendo 1,76 cm, me sentía pequeña frente a él. Me sobrepasaba por 20 o 30 centímetros.
Nuestras miradas chocaron, sus ojos eran oscuros e intimidantes. Su ceño se frunció, con su mirada escaneo mi cuerpo. Como si me analizara, me molestaba que hicieran eso. Me cruce de brazos y enarque una ceja. Su vista volvió a mi rostro e imito mi acción.
—Debe hacer la fila, señorita —dijo el hombre.
Eso lo sabia, no era estúpida.
Tenía que encontrar la manera de colarme, no dije nada simplemente me quede callada, pensando en como pasar sin tener que hacer esa larga y molesta fila. No había venido a perder el tiempo haciendo esa fila, podría jurar que habían mas de cien personas. Y la mayoría estaba desde hace tiempo. Ahora que lo pienso...
«¿Como hizo el idiota de Mason para entrar sin hacer esa fila?»
Excelente pregunta, obtendré la respuesta después de entrar al lugar. Me empezaba a doler la cabeza y mis piernas se comenzaban a cansar. Moví uno de mis pies y con la punta de este golpeaba el suelo con suavidad, esa era una de las manías que tenía, cuando me irritaba o pensaba hacia eso. En este caso las dos.
«Piensa, Rosse. ¿Cómo entramos a este maldito club?»
Y como si el de arriba, el altísimo o como quieran llamarle, hubiese leído mi mente, ocurrió. Un chico alto, pelinegro y de ojos azul eléctrico con algunos tonos grisáceos apareció detrás del enorme gorila que me detuvo. Una opresión en mi pecho me hizo tomar una bocanada de aire.
«Se parece a él»
Negué mentalmente e ignore aquel pensamiento, al igual que la opresión en mi pecho. La mirada azulada del chico se poso en mí y estrecho sus ojos, de nuevo me volvían a analizar. Menuda mierda.
—¿Qué sucede, Heiner? —pregunto el pelinegro al corpulento hombre.
Ahora era yo quien analizaba al chico, su parecido con él era innegable, pero no eran la misma persona. Además su voz era más profunda que la de él. Sabía que había visto al chico en algún lugar, tenía claro que lo "conocía" de algún maldito sitió. Seguí mirándolo hasta que me detuve en sus ojos.
«El chico de la cafetería»
Algo en mi mente hizo click.
-Flashback-
Era sábado y debía ir a la cafetería en la cual trabajaba los fines de semana. Así que como cualquier otro día me desperté y me levante, me duche y arregle para salir. Lleva puesto unos jeans de mezclilla negros, una blusa negra y unos botines de cuero negros, con mi cazadora. Mi cabello iba atado en una coleta alta.
Me dirigí a mi lugar de trabajo, el cuál quedaba a unas cuadras de la casa.
Al llegar visualice a Idara, mi compañera de trabajo. E aquí la ironía, el significado de su nombre es "Bien organizada" y la chica es todo lo contrario. Entre a la cafetería, la campana que colgaba sobre el marco de la puerta sonó, Idara al escuchar aquel sonido se volteó y me miro con una enorme sonrisa en su rostro, corrió hacia mí para abrazarme, pero cuando estuvo lo demasiado cerca la detuve colocando mi mano en su frente, alejándola.
—No me toques, intento fallido de ser humano —dije con hastío, quitando mi mano de su frente y limpiándola con mi cazadora.
La chica hizo un puchero y se cruzo de brazos, si, es demasiado infantil y me dan nauseas.
—Oh, Rossy —se quejo la pelirosa.
—Nada, ve a seguir trabajando, mocosa —ordene.
Ella blanqueo sus ojos e inflo sus mejillas.
—¿Mocosa? —bufó— Soy mayor que tú, Rosse.
Sonreí con sarcasmo y pase por su lado.
—Eres mayor —acepte y camine hacia el mostrador, abrí la puerta pequeña que había allí y entre. Quedando detrás del objeto enorme de cristal y metal—. ¡Entonces actúa como una! No eres más que una niña de 3 o 6 años en el cuerpo de una mujer de 29 años.
Ella arrugo su nariz y entrecejo, en desacuerdo con mi comentario.
—Eres muy aburrida.
Negué, me quite la chaqueta y la deje en el perchero que había en la bodega, de hay mismo tome el delantal con el logo del negocio.
—No, no soy aburrida —contradije—. Soy realista, Idara, en un mundo como este solo los niños sueñan, los adultos y adolescentes vemos la realidad de este jodido y patético mundo. No todo es color de rosa como lo pintan las películas y libros. Deja de romantizar, Idara, cae ya en la maldita realidad. Actúa como una persona adulta, no como una niña.
Idara suspiro y torció sus labios.
—La señora Mortier dijo que vendría más tarde —comento y camino hacia una de las mesas—, tuvo unos inconvenientes con Anastasia.
Asentí, no dije nada más, saque mi móvil del bolsillo de mi jean y coloque un poco de música. Idara se dedico a limpiar las mesas, mientras escuchaba música por sus auriculares y movía sus caderas y pies al ritmo de lo que escuchaba.
Deje mi móvil sobre el mostrador y me dedique a estar mirando hacia la puerta, en espera de algún cliente. Que aburrida vida la mía ¿No?. La misma rutina monótona siempre. Estudiar de Lunes a Viernes, trabajar los Lunes, Miércoles y Viernes por la noche de bartender, los Martes, Jueves y Sábados ir a peleas clandestinas y los sábados en la mañana trabajar en la cafetería y los Domingos estar en mi cama todo el día.
Que fantástica e interesante es mi vida.
Nótese el sarcasmo.
Habían pasado más de cuatro horas, personas entraban pedían para llevar sus ordenes o se quedaban.
Mientras escuchaba Never not de Lauv, la puerta se abrió, haciendo que la campanita sonara, llamando mi atención. Sin levantar mi vista hable: