– Alína... – Me llama el chico de ojos azul intenso – Necesito que vengas conmigo.
Comencé a mirar a mi alrededor en busca de una salida, pero todo lo que podía ver era al chico de cabello castaño, de ojos verdes delante de mí y a mi compañero de álgebra al otro lado del salón.
– No escuches Alína – Me advierte Azel – No te haré daño... Nunca te haría daño.
Se escucha un gruñido, volteo incrédula al no poder aceptar que el gruñido proviene del chico.
Doy varios pasos en la dirección de Azel al ver que el chico tiene grandes caninos que sobresalen de su boca, no puedo evitar el pequeño grito de pánico.
– ¿ Qué eres ? – La pregunta sale sin poder detenerla.
El chico sonríe y eso ocasiona que sus caninos se noten aún más, doy otro paso en dirección a Azél.
– Así que aún no le has dicho – Dirige su mirada detrás de mí – bueno chiquilla...
– ¡Cállate! – Ruge Azel y alza tanto la voz que me aturde un instante.
Al voltear, veo con incredulidad como los ojos de Azel se tornan de un color plateado y sus colmillos crecen, mi corazón se acelera, pero no por miedo sino por otra clase de sentimiento.
Las fosas nasales de Azel se ensanchan; no puedo evitar dar un paso en su dirección, algo ruge en mi interior, me exige ir a su encuentro, me toma un instante reaccionar y me quedo perpleja.
<< Definitivamente estoy loca y nada es real>>
– Dulzura – está vez habla el chico de ojos verdes – Todo es real.
– Lo dije en voz alta ¿verdad? – No se lo pregunto a nadie en particular.
– Así es – Responde Azel está vez.
A pesar de la tensión que hay en el lugar puedo escuchar la risa en su voz.
Bueno para poder entender como llegue a esta situación tenemos que retroceder un mes atrás. Mi nombre es Alína y les contaré mi historia.