— Tenemos que sacarla de ese lugar.
Voces. Escucho voces, pero no logro despertar. Creo que tuve una pesadilla, aunque no la recuerdo.
— No podemos actuar de forma imprudente. ¿Acaso no ves la marca en su frente?
Esa voz... la he escuchado antes. ¿Olivia? Necesito despertar.
— Podría ser peligroso. Necesitamos borrar la marca antes de hacer algo.
"Azel, es mi Azel".
— Esa aswang sabe lo que hace. Espero que nos estés cubriendo bien, Alex.
¿Aswang? ¿A qué se refiere?
"Pronto lo sabrás".
— Sabes que es imposible que nos detecten, Laura.
De nuevo Laura está enfadada. ¿Qué está pasando?
— Creo que deberíamos dejar de hablar por ahora —la voz de Azel inunda mis sentidos.
— No me digas que...
— Sí, está comenzando a recuperar la consciencia. Puedo sentirlo.
— Es más fuerte de lo que pensamos. Debemos apresurarnos a borrar esa marca antes de que despierte.
— Alex, creo que por ahora debemos dejar de hablar de ciertos temas —Olivia da por terminada la conversación.
Manos cálidas acarician mi rostro. Un olor desconocido inunda mis fosas nasales: madera, tierra mojada, esa fragancia agradable del despertar, el aroma del rocío matutino, puro, limpio y reconfortante.
"Azel".
"Ese es Azel".
Me toma en sus brazos, me está cargando. El olor se intensifica.
"Casa, al fin. Estamos donde debemos estar".
Azel se tensa por un instante, me acerca aún más a su pecho. Los latidos de su corazón me arrullan. En este momento, me siento en paz, una sensación que se remonta a muchos años atrás, cuando era amada, en un lugar donde una mujer de pelo plateado me acunaba y un hombre fornido me llamaba "adlaw".
"Tatay, nanay, ¿dónde están?".
"Ya no están".
— No llores, hinigugma ko —susurra Azel en mi oído—. Estoy aquí, no te dejaré —su voz firme me ancla—. Ya no estás sola.
Sus labios húmedos se posan en mi frente y los recuerdos se desvanecen. El dolor aún persiste, pero ahora más callado, silencioso. Me sumerjo en un sueño pacífico.
********
Despierto sin saber dónde estoy. Mi pecho retumba como si acabara de correr una maratón. Todo está oscuro e imágenes de un bosque tenebroso se entrelazan con la realidad.
¿Dónde estoy?
Me siento de golpe. Estoy en una cama. La visión se aclara y comienzo a distinguir cajas esparcidas por la habitación. Ya sé dónde estoy.
— ¿Cómo llegué aquí? —mis dedos se enredan en mi cabello desordenado.
— Yo te traje.
Me sobresalto cuando mis pensamientos son interrumpidos por una voz profunda. A unos escasos centímetros de la cama, está Azel con su figura imponente. Las sombras me impiden ver sus rasgos.
Trato de acercarme, pero él se aleja. Por alguna razón, ese pequeño gesto hace que algo en mi pecho se oprima.
¿Qué hice ahora?
Perdiste el control.
Ese pensamiento me hace suponer lo peor. Perdí el control de nuevo. ¿A quién lastimé esta vez? No logro que entre suficiente aire en mis pulmones. Mis manos comienzan a temblar violentamente.
— Por Dios, Alina, eres tú.
Azel se acerca y me envuelve en sus brazos. No quiero hacerle más daño, ni a él, ni a los demás. Debo alejarlo.
— Todo está bien, respira —me apoyo en su pecho—. Estoy bien.
Algo en mi interior se regocija al estar así con él y, de repente, me encuentro rodeando su cuello con mis brazos, mis manos jugueteando con su cabello, mi respiración estable y el sonido de su corazón en mis oídos.
— Así, cachorrita, todo está bien.
— ¿Qué fue lo que pasó?
— No lo recuerdas. Intenta recordarlo.
Ya no huyas.
— No, ya no huyas más.
Al parecer, volví a decir todo en voz alta, no solo en mis pensamientos.
— No estoy huyendo.
Sus labios rozan mi frente, un beso cálido que se esfuma tan rápido como llegó. Sus brazos se aprietan aún más a mi alrededor y el lugar donde depositó el beso se siente extraño.
— Suéltame.
De nuevo, esa sensación de estar aprisionada. Trato de escapar sin éxito. Esa parte primitiva emerge con más fuerza.
— ¡Suéltame!
— Ahí estás —Azel se levanta.
Ahora estoy con la espalda presionada contra su pecho y sus brazos son como cadenas a mi alrededor. Una rabia burbujeante sube por mi garganta, un gruñido surge de mi interior.
— ¡Déjame ir!
— Lo siento, pero es la única forma de asegurar tu despertar y evitar que seas un peligro para mi familia.
La razón lucha contra la locura. No entiendo nada. El lugar donde me besó comienza a doler, como si me clavaran miles de agujas.
— Azel... —sollozos sacuden mi cuerpo—. Ayúdame...
— No sabes cuánto me duele.
Su voz profunda susurra en mi oído y, en un instante, estamos en el suelo de la habitación o quizás en el bosque.
Un viento feroz ruge a nuestro alrededor. Al mirar bien, veo con horror como la habitación se desvanece a nuestro alrededor, estamos en una plataforma, rodeados de personas de diferentes formas y tamaños. Están tomados de la mano y entonan una canción en un idioma desconocido.
Logro distinguir a Alex a un lado, fuera del círculo, con las manos extendidas. Sus labios se mueven frenéticamente. El dolor aumenta. Golpeo a Azel en el rostro, está sangrando y, aun así, no me libera.
— ¿Por qué me haces esto? —me duele la garganta, no sé cuánto tiempo llevo gritando.
— Lo siento.
..
— Azel... —un nuevo sollozo sacude mi cuerpo.
La luna se posiciona sobre nosotros y su luz nos inunda. Ahora no solo me duele la cabeza, el dolor se traslada a todo mi cuerpo, pero ya no tengo fuerzas para gritar.
Algo espeso se acumula en mi estómago. Abro la boca sin poder emitir ningún sonido y veo cómo una oscuridad más densa que la noche sale de mi boca. El gruñido de Azel retumba en mi espalda.